Madre, mis huesos tocan el frio del abismo
apesar del fuego que en el cerro se enciende
dibujando de rojo una hoz y un martillo.
Madre, en las esquinas huele a muerto
y en el cielo se oyen las aves agitadas por el miedo
que volando dejaron sus crias en el fuego.
Los vecinos son todos perros terrucos,
los militares lo dijeron, ellos saben todo
todo sobre mi, sobre ti, o eso parece.
Los vecinos son como gatos cobardes,
han escapado traicionando al pueblo
dejando la tierra, el cielo, sus animales.
Madre, mis huesos tocan el frio del abismo
no soporto más, mi respiración se acorta,
mis ojos de negro se están cubriendo.
Madre, en las esquinas huele a muerto
y en los cerros, los decapitados en fila van
recogiendo las cenizas de un infierno.
Los vecinos son todos perros soplones,
los otros militares lo dijeron, ellos saben todo
todo sobre mi, sobre ti, o eso parece.
Los vecinos son como gatos salvajes,
arman revueltas, aman las guerras
golpean su puño izquierdo contra el cielo.
Madre, ¿Quienes son los buenos?
Ambos matan, ¿No serían ambos malos?
Madre, ¿Nosotros somos buenos?
Somos soplones, ¿Merecemos morir?
-Que la coca nos lo diga, hijo-
Madre, estoy muerto.