Otro día de entrenamiento, siempre servían para relajarlo, esos días de estrés extenso tenían a Kay de los nervios, todo el mundo le rehuía, nadie lo soportaba, incluso él mismo llegó a detestarse en algún momento.
Ya iban tres meses desde que Zafrán desapareció.
Kay esperó tontamente que su discípulo regresara algunos días después suplicando perdón y jurándole lealtad infinita. Pero la espera nunca terminó. Desde ese día Áscar anda distraído, con la mirada perdida en el horizonte. Buscando. Esperando al hermano que no llega.
Desde que los conoció, ese par nunca se había separado, y menos por un tiempo tan prolongado, siempre estaban juntos, unidos. Uno la sombra del otro, su complemento, su mitad, siempre en equilibrio. Al parecer la ausencia de uno de ellos desequilibro la balanza, y el par está incompleto. Kay no tenía motivos ni razones para quejarse de Áscar. Su trabajo seguía siendo tan impecable como siempre. Sin fallos ni demoras.
Simplemente perfecto.
Pero había algo que lo inquietaba. Ese mimetismo. Ese aire solitario y últimamente preocupado lo tenían bastante intrigado. Los últimos dos días estaba más absorto que de costumbre, y aunque se lo preguntara, siempre lo esquivaba rehusándose a decirle que pasaba.
Decididó a salir de dudas optó por llamarlo, pero una cantarina y odiosa voz freno sus movimientos apretando el celular con mayor fuerza de la necesaria.
—Querido... —escuchó Kay a lo lejos.
Sabía que era Asako buscándolo para hastiarle lo que quedaba de su irritable día. Cansado como estaba vio a la mujercita entrar en su despacho y sentarse seductoramente en la mesa.
—Amor, mi tarjeta se sobregiró, así que necesitare que me la vuelvas a recargar —dijo sonriendo con picardía.
— ¿Y dime porque debería hacerlo yo? ¿No esta acaso tu padre aún vivo querida? —Respondió sin un ápice de emoción en la voz devolviéndole la irónica palabra — Ve a pedírselo, ¿o es que acaso ya te negó los favores al ver que no rendías cuentas de tus gastos? ¿O quizá ya descubrió a tu nuevo amante?
Asako no respondió.
Kay sabía de sobra que ella tenía alguno que otro amante escondido por allí, eso nunca le importó, mientras ella supiera cuidar las apariencias no le interesaba en lo más mínimo lo que fuera a hacer aquella mujerzuela. Aunque no podía negar que le intrigaba en que andaba metida. Ciento noventa y cinco millones no se gastan de la noche a la mañana.
—Mira amor-ci-to —dijo remarcando la palabra — no me gustas, ni te gusto, esto simplemente es un contrato de mutuo interés monetario y... carnal —dijo sonriendo con malicia mirando la entrepierna de Kay — así que dame lo que quiero y te dejaré en paz. De lo contrario me tendrás aquí revoloteando como mosca hasta que...
—Está bien, ¡pero lárgate de una vez! —dijo arrojándole una tarjeta de crédito a la cara.
—Sabía que nos entendíamos bien — dijo recogiendo la tarjeta del suelo saliendo triunfante del despacho meneando las caderas en exceso.
Al verla salir de esa manera Kay no pudo evitar sonreír al recordar a ciertos gatos siameses que vio en una película muchísimo tiempo atrás, un par de gatos maliciosos, tal como ella. No podía recordar la película, pero para su pesar, si recordaba vívidamente con quien la vio y hace cuánto tiempo.
Frustrado, dando un golpe a la mesa se levantó de su escritorio, y mirando por el ventanal vio a Áscar en la azotea del frente con la mirada nuevamente perdida en el horizonte. Intentando vanamente escapar de sus propios demonios fue tras él.
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El despertar del Dragón
Teen FictionSegunda parte del libro "Enamorándose del demonio" Muchas verdades no han sido dichas, muchas historias no escuchadas. Ha llegado el tiempo de conocer la verdad, de saber quienes son en realidad, y de aceptarse o negarse. De odiarse... o amarse. K...