Capítulo veintiocho

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Mi madre me obligó a que esa noche cene con ellos en el restaurant del pueblo. Ella me decía todo lo que tenía que hacer ya que mis nervios y mi mal humor me ganaban por goleada. No sé cómo no vine a Rosewood con ella antes de conocer a Harry. Todo sería totalmente perfecto en mi vida.
- Recorrimos la ciudad – pueblo corrigió mi padre a Deborah y ésta la miró con unos ojos fulminantes –, muy lindo. Fuimos a la biblioteca y conocí a una chica muy agradable, ella me indicó cómo podía regresar al hotel. ¡Estábamos perdidos! – las únicas que reían eran Deborah y Melissa.
- Era mi madre, Alice Montgomery. Es muy agradable y bella – 'nada parecida a ti' pensé. 
- ¿Sigue trabajando en la biblioteca? – comentó mi padre sin pensarlo seguramente –. Odiaba hacerlo, no le gustaba el polvo de los libros viejos que nadie leía, pero le encantaba estar allí porque amaba la literatura y la historia – dijo riendo mientras miraba su comida, Deborah y sus hijos lo miraban con recelo. 
- Sí, pensó varias veces en dejar la biblioteca pero, como tú dijiste, la ama. Ahora es encargada y casi dueña. Piensa comprarla ya que el dueño no le da mucha importancia y para ella es muy importante.
- Es un gran paso para ella. Mándale un saludo de mi parte. 
- Louis, Harry y yo queremos conocer a tus amigos. ¿Hay algún lugar donde se pueda ir a bailar o a tomar algo? – interrumpió Melissa. 
- Em, pues no. No hay un lugar como el que dices. Pero nosotros nos reunimos en la playa La Push a veces. Pero Alice no quiere que vaya porque... 
- Porque... – continuó la frase John. 
- Porque de noche es peligroso – no quería contarle todo lo ocurrido anteriormente. 
- Me gusta correr peligros – dijo Louis –, en New York corro carreras de automóviles cada vez que puedo. 
- Emmy, vayamos esta noche. Está hermosa – dijo Melissa casi suplicando. Nadie le dio permiso para que me llame Emmy.
- Esta bien, le preguntaré a alguien si puede acompañarnos.

Jason y Jessica me dijeron que no podían por diferentes razones. Lo único que me quedaba era preguntarle a Ian, pero después de lo acontecido en el comedor decidí no hacerlo. 
"¿Quieres ir esta noche a caminar por la playa? Ian" decía el mensaje de texto que me llegó al celular. "Me lo has sacado de la mente. Los hijos de Deborah me pidieron que los lleve, ¿vendrías conmigo? Necesito alguien que me aleje de Harry. Emily", contesté. 

En menos de una hora estábamos caminando por la playa, Ian nos había llevado hasta allí. Harry lo miraba con odio porque percibía que algo pasaba entre nosotros. O más bien, me pasaba algo a mí con él. 
- ¿Y cómo han decidido viajar de New York a este pueblo? – preguntó Ian para romper el silencio. 
- Vivimos con nuestro padre allí y decidimos visitar a nuestra madre por un tiempo ya que mi padre está de viaje. ¿Alguna vez has ido a New York? – preguntó Melissa. Veía un poco de interés en sus ojos cada vez que miraba a Ian. 
- He estado en todos los lugares que puedas imaginar. ¿Tienes frío, Em? – me preguntó al ver que no me alcanzaban las manos para cubrir mis desnudos brazos. Asentí con una sonrisa adivinando lo que él haría con su campera. Le agradecí y recibí una mirada celosa de parte de Harry. 
- ¿Cuánto tiempo se quedarán? – pregunté esperando que me digan que se irían mañana. 
- Creo que nos quedaremos un mes o menos – contestó Harry –. Eso es lo que le oí decir a John durante el viaje. 

Su voz era de un tono casi angelical, su rostro bajo la luna era casi perfecto, sus ojos podrían brillar más que dos luceros en medio de la noche oscura. Pero nadie igualaba a la belleza y la perfección de Ian. Nadie podría jamás competir contra él. 

Sentí como uno de sus brazos rodeaba mis hombros y me aferraba más a él, tenía una sonrisa triunfante y una mirada pícara. Harry nos estaba mirando con odio, reí al descubrir el por qué de toda esa situación. 
- ¿Este es Harry Potter? – preguntó hablándome al oído. Su voz era aún más hermosa cuando susurraba en mi oído. Mis piernas casi me traicionan pero pude mantener el control antes de caerme al suelo y pasar un terrible papelón. 
- Sí, es él – dije mirándolo a los ojos. Hoy tenían un tono aún más dorado. 
- Mira como nos mira celoso. Es obvio que siente algo por ti, pero piensa que ahora estás conmigo. Que eres mía – 'para siempre tuya' pensé. Deseé con todas mis fuerzas que eso se haga realidad. 
- ¿Cómo lo sabes? 
- Puedo verlo en sus ojos y en sus actitudes. Me sentiría igual al saber que perdí a una chica como tú y que ahora ella esté feliz con otra persona – un silencio inundó la noche –. ¿Tú no sentirías lo mismo? 
- Ahora, no sé qué sentiría. No sé qué es lo que siento. Perdóname Ian. Necesito volver a mi casa. 
- Ok, te llevaré y vendré por ellos después. 
- No, no puedes dejarlos aquí. Sabes que es un peligro esta playa. 
- Está bien – rio –. ¿Quién te preocupa más? ¿Melissa, Louis o Harry? – me preguntó serio. 
- Melissa y Louis... Harry también... No me gustaría que le pase nada a nadie, Ian. Son mi responsabilidad en este momento.
- Ok – sonrió –. Emily ya quiere irse, además ya estamos por llegar al bosque que no es nada seguro a estas horas. ¿Quieren que los lleve a su hotel? 

Así pasó, Ian los llevó hasta su hotel y luego me llevó hasta mi casa. En el trayecto desde el centro hasta mi casa había unos cinco minutos, nadie había pronunciado palabra durante ellos. 
- Bueno, muchas gracias por acompañarme y traerme hasta aquí, Ian – dije antes de bajar del flamante Ford. 
- Emily, espera – dijo tomando uno de mis brazos para impedir que baje. Su piel estaba tan fría como la mía, lo que hacía que casi ni lo sienta –. Hay algo que debo decirte... en realidad preguntarte... – hizo una pausa – ¿Por qué no sabes lo que sientes en este momento? ¿Sigues amando a Harry?
- ¿En serio quieres que te conteste eso? – él asintió –. Bueno, para poder entender te tendré que contar todo desde el principio, aunque no me gustaría recordar nada de eso... 

Sabía bien que recordar todo lo que había pasado entre Harry y yo no me haría nada bien. Pero ahí estaba él, mirándome con sus ojos dorados llenos de curiosidad. Esos ojos perfectos que nadie en el mundo podría tener, salvo la familia Hale.
Todos tenían ese tono dorado tan extraño. Eso era algo que jamás podría entender. ¿Cómo siendo adoptados tenían el mismo color de ojos y la misma perfección? Quizás Esme y Carlisle Hale habían buscado niños del mismo color de ojos para que no se notara tanto la diferencia de la adopción. Es un pensamiento muy rebuscado pero de todas maneras no era una opción descartable.

La oveja y el leónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora