Small Bump. (One Shot)

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El olor a fármacos que había en el ambiente me descomponía aún más de lo que ya estaba. Se suponía que no tenía que estar aquí hasta dentro de cuatro meses, pero la suerte había dejado de estar de nuestro lado. A pesar de que ya sabía cómo terminaría esta noche, una chispa de esperanza se mantenía encendida en el fondo de mi alma. Más que por mí, por ella; si las cosas no salían bien, se desmoronaría y la terminaría perdiendo.
Sentado en la sala de espera del hospital con la cara hundida en mis manos, de repente los recuerdos se apoderaron de mí.

— Cariño, sal del baño… — dije pacientemente.
— No, — replicó sollozando. — Harry, esto es malo… muy malo. 
— Sal del baño, Emma. — Un tono firme se había apoderado de mi voz. 
Hacía más de media hora que nos encontrábamos en esta batalla y todavía no lograba comprender qué podía ser tan malo como para no querer salir del lavabo. Había llegado de la universidad sólo para encontrar un pedazo de papel que descansaba sobre la cama y que decía: ‘estamos en problemas.’ La amaba, pero estas escenas de histeria me ponían los pelos de punta.
— ¡Sal de ahí, por el amor de Dios! — Le grité, para luego revolear un porta retrato hacia la otra punta de la habitación.
La puerta se abrió unos centímetros y Emma asomó el rostro por la pequeña grieta. Podía ver sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar y el temor en sus pupilas.
— Prométeme que todo irá bien, — susurró ahogando sus lágrimas.
Alcé una ceja y me acerqué al baño para deslizarme por la pared hasta sentarme justo al lado de la entrada. Rodeé mis rodillas con mis brazos y me quedé a la expectativa. Que me dijera eso sólo podía significar una cosa: nuestras vidas iban a cambiar a partir de este momento.
— Estoy... — comenzó lentamente, — estoy embarazada.
¡BOOM!

La puerta del quirófano se cerró con toda la fuerza haciéndome volver en sí. Me paré y me acerqué al médico para escuchar el parte pero este siguió de largo dejándome con todas las palabras en la boca; no se trataba de Emma todavía. Regresé al mismo lugar y pasé la mano por mis desordenados rulos. Suspiré poniéndome cómodo en la silla y me crucé de brazos, volviendo al pasado una vez más.

— Apuesto que tendrá tu cabello, — indicó levantando la cabeza de mi regazo para mirarme.
— Es probable, — repliqué, — pero tendrá la desgracia de llevar ojos como los tuyos.
Golpeó mi pecho suavamente y volvió a acomodarse.
Ya un mes había transcurrido desde aquella noticia y no hacíamos otra cosa que fantasear con la llegada de nuestro bebe. Con nuestros cortos dieciocho años ninguno de los dos tenía ni idea de cómo subsistir con una criatura, sin embargo estábamos tan metidos en este sueño que estábamos seguro de que lo iríamos averiguando día a día. Ninguno de nuestros padres nos había apoyado y no tardamos mucho en decidir que teníamos que seguir adelante; conseguí un trabajo que me permitía seguir estudiando y nos habíamos mudado a un monoambiente en Oxford. Pasábamos mis días libres recostados en el parque de en frente, donde nos imaginábamos que algún día jugaría nuestra Blair o nuestro Ed, y pensando en ella/él como si ya estuviera aquí.

— Vinimos en cuanto lo supimos, Haz, ¿cómo están? 
— No lo sé, — respondí sin levantar la cabeza. Ya sabía que se trataba de Zayn y Niall. — Había sangre… por todos lados, — limpié rápidamente una lágrima que estaba por rodar por mi mejilla al recordar esa horrible imagen, — y no me han dicho nada ni he visto nada desde que pasaron por aquella puerta. 
Las manos de mis amigos se posaron en mi hombro en forma de compadecimiento.

— ¿Un bebe? — Preguntó Louis, frunciendo el ceño. — ¿Un… bebe?
— Un bebe, Tomlinson, ya lo oíste, — contestó Liam. — Felicitaciones, amigo, — me dijo en medio de un abrazo, — y mándale saludos a Emma de mi parte.

— ¿Falta mucho?— Preguntó por enésima vez.
— Cariño, nuestra casa es diminuta, sólo diste tres pasos, ya casi estamos. — Nos detuvimos frente a la ventana principal y suspiré satisfecho.
Una cuna de madera perfectamente lustrada y adornada con sonajeros y animales de felpa decoraba el fondo de la habitación. Frazadas amarillas y verdes estaban dobladas y acomodadas en el borde del pequeño colchón y una pila de regalos llegaba hasta el tope de las barandas. Me emocioné al pensar que dentro de cinco meses un ser creado por mí y la mujer a la que amaba le daría vida a la casa, a nuestros días; que su risa llenaría de alegría a nuestro corazón y que sus diminutos dedos se enrroscarían alrededor de mi pulgar buscando seguridad.
Miré a Emma y logró desconcertarme como siempre lo hacía; a pesar de todo se mantenía radiante como el sol y ese pequeño bulto que pronto sería traído al mundo sólo la hacía más bella y atractiva para mí. Sonreí para mis adentros imaginándome la vida que teníamos por delante los tres juntos.
— Ya puedes abrir los ojos… — Aclaré mi garganta para no llorar y tomé su mano.

— ¿Señor Styles? — Una voz grave llamó mi atención y me incorporé.
Miré a mi alrededor y Zayn y Niall habían desaparecido; me encontraba solo en el medio de una sala llena de asientos azules y vacíos. 
— ¿Cómo… están? — A la última palabra se la llevó al viento ya que el médico se acercaba a mí sacudiendo la cabeza. 
El doctor Sheringway se sentó al lado mío. Agaché la mirada y tragué saliva para no causar una escena en el silencio de la noche. Estuve así durante un buen rato hasta que me decidí a hacer la gran pregunta. Inhalé y exhalé unas cuantas veces y antes de hablar me aseguré de quitar todo rastro de lágrimas de mi cara.
— ¿Cuál?
La voz me salió ronca y entrecortada, mis emociones me jugaban en contra y rápidamente gotas de agua salada me inundaban una vez más.
— ¡¿Cuál?! — Grité, estampando mi puño en la pared que tenía al lado. 
— Emma salió ilesa, — me confirmó. — Lo lamento, pero lo ha perdido.

Mi mente reprodujo todos mis pensamientos anteriores como si fuera una película en tono sepia y muda: la escena del baño, la mudanza, cuando le conté a los chicos, la primer compra de cosas de bebe. Me permití seguir imaginando: el parto, la primera vez que lo tendríamos en brazos, la primera risa, la primer palabra. El parto, la risa, la palabra. El parto, la risa, la palabra… un pequeño bulto que en cuatro meses sería traído al mundo y lo arrancaron de la vida. Quise pensar que tal vez lo necesitaban allí arriba… pero nunca entenderé por qué.

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