Querida Nadia:
Yo no...
Gruñí frustrado pero a la vez tratando de no hacer nada brusco, mire con anhelo la puerta de entrada y luego con impotencia hacia mi habitación. Donde la chica, aquella por la que mi corazón late más deprisa y se siente vivo, ahora está durmiendo.
Me doy por vencido con las palabras, cierro el cuaderno y guardo los lápices. Estoy ansioso, aún siento la ira viajar como fuego por mis venas. Ahora ella era mi prioridad.
Luego de llorar de forma desconsolada en mis brazos, dejarme curarle los cardenales que tenía y darle un par de analgésicos cayó dormida y aún no ha despertado. Para estar más tranquilo llame a Henry, un conocido de la familia que es médico para que la viese y dictaminase si hay algo grave producto de sus múltiples lesiones. Me dio instrucciones de que hacer para cuidarla en lo que él podía desocuparse y venir aquí.
Quería golpear algo. ¡Demonios! Quería ir donde ese desgraciado, golpearlo y hacerle sentir cada gota de sufrimiento que Nadia experimentó en sus manos.
Entre a la habitación y me senté a su lado, acaricie despacio su rostro magullado, tenía un pequeño moretón en el pómulo derecho y el labio inferior un poco lastimado como si lo hubiera estado mordiendo fuerte. Debe dolerle un montón, no sólo sus golpes en el rostro, brazos y costado, también aquellos en su alma, en su espíritu. Esa parte intangible que llevamos dentro.
–¿Cómo pudo llegar a esto, Nad ? Si lo hubiese sabido a tiempo, si hubiera sabido el infierno en el que vivías te hubiera sacado de allí. ¿Por qué no me lo dijiste, princesa?
Ella se removió un poco y su respiración comenzó hacer más rápida, su rostro se crispó en una mueca de dolor.
–N-o por favor... –susurró con voz ahogada. La mire alarmado, ella estaba teniendo una pesadilla. Tomé su rostro con delicadeza, mantenía los ojos cerrados con fuerza y las lágrimas corrían libres por su rostro.
Limpié las lágrimas con cuidado, la atraje hacía mí, la acuné en mis brazos y la mantuve cerca del lugar donde palpitaba mi corazón. Comencé a mecerme despacio, y sin poder evitarlo recordé a Michael, hacía lo mismo luego de que nuestra hermana pequeña se colara en nuestra habitación luego de un mal sueño. Una vez le pregunté por qué no cantaba mientras la arrullaba y dijo que ninguna canción se compara con el ritmo que llevamos dentro... Aquel golpeteo rítmico de nuestro corazón.
Antes lo creía al ver como mi hermana volvía a quedarse dormida al instante, ahora lo confirmo mientras veo a Nadia calmarse y abrir los ojos aferrándose a mi camiseta.
–Todo está bien Nad. Estoy aquí, nadie va a hacerte daño.
La mantuve pegada a mí un buen rato hasta que volvió a quedarse dormida, la tomé en brazos y volví a acomodarla en la cama despacio pero ahora con una nueva determinación centellando con fuerza en mi mente.
La puerta del departamento fue tocada y terminé de acomodar a Nadia, al soltarla ella me tomó de la mano y me miro con ojos suplicantes.
–Por favor no me dejes sola.
–No me voy a ningún lado Nad, sólo voy a ver quien toca –me soltó y asintió dejándome ir.
Llegué a la puerta, al abrirla Henry estaba del otro lado con su maletín y el estetoscopio alrededor del cuello, no llevaba la bata puesta, estaba en tejanos, zapatos y una camisa a cuadros informal.
–Hola Henry, pasa.
–Hola Blake, tú llamada me dejó preocupado así que vine lo más rápido que pude.
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Lo que escribí para ti en mi Cuaderno [AEL#1]
ChickLitPrimer libro de la bilogía "Amor entre líneas" Querida Nadia: Si alguna vez creí que ignorando esto que siento por ti dejaría de amarte o por lo menos siendo tu amigo menguaría está ansiedad, en serio era un iluso porque al final termine admitiendo...