La chica nueva.

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Andy.

-Tú, nueva, estás en mi sitio.

El primer día de instituto, nunca es fácil para nadie pero cuando eres nueva y empiezas en el segundo trimestre puedes darte por muerta.

-¿Eres sorda? Levántate.

Una chica alta, de cabellos negros y con demasiados piercings estilo punk, está justo en frente de mí mirándome como si fuera un mosquito que ronda a su alrededor. Me he quedado totalmente paralizada, no es que sea tonta, es que no puedo moverme del miedo.

La chica estrella su mano contra la mesa haciendo que pueda moverme y salga pitando de ese sitio. 

Estoy totalmente roja cuando me siento en uno de los pupitres vacíos. Nadie se ha percatado de la escena, y si lo han hecho al tenido el respeto de no reírse, así que cierro los ojos y cuento hasta diez para no salir por la puerta. Estoy en el número siete cuando noto que alguien se sienta a mi lado.

-Soy Jess, de Jéssica. ¿Eres la nueva verdad?

Miro hacia mi lado derecho y veo a una chica castaña, más bien baja y con ojos marrones color miel. 

-Eh, sí- digo mostrando una tímida sonrisa- soy Andy.

-¿Andy no es nombre de chico?

-Es un diminutivo,- le espeto esperando que no pregunte por mi nombre.

-¿Y cuál es tu nombre completo?

-La verdad es que prefiero no decirlo, mi nombre... No me gusta.

-Ah,- responde Jess mirándome de pies a cabeza- a mí el mío tampoco.

La primera clase transcurrió normal, Jess no volvió a preguntarme nada y yo permanecí callada esperando que no me mandaran presentarme. No lo hizo.

En la segunda no tuve tanta suerte. Tuve que hablar sobre Londres, el clima, el trabajo de mi madre, los hobbies de mi hermano pequeño y la universidad de mi hermana mayor. No me gusta hablar de mi familia a no ser que sea estrictamente necesario, pero supongo que eso ellos no lo sabían. Nadie dijo nada cuando mascullé entre dientes que odiaba el instituto, ni tampoco cuando casi se me caen las lágrimas al recordar cosas de Londres. 

Por fin se habían terminado las dos primeras clases de mi pésimo día, pero llegaba una de los peores momentos si eres un marginado o si eres nuevo, como yo. 

Camino con paso despacio hacia la cafetería, alguna vez tiene que ocurrir y prefiero que sea en este recreo que en el siguiente, por lo que entro entre la maraña de gente que se apelotona en la puerta y camino al mostrador. 

Cuando por fin tengo el desayuno, que se basa en una manzana y un zumo, busco en la cafetería alguna mesa libre y cuando encuentro una, ocurre lo peor. Un chico alto, muy alto, casi de dos metros, se choca conmigo haciendo que todo el zumo se derrame en mi camisa blanca.

-Oh dios,- exclama el chico avergonzado- lo siento mucho y-yo...

-No importa- le digo a regañadientes mientras me limpio, como puedo, el zumo de la camisa.

-De verdad que lo siento- continua.

-No pasa nada, solo necesito un par de pañuelos y...

-¿Te está molestando?- me pregunta una chica acercándose a mí con un paquete de toallitas.

Es rubia, muy rubia; sus ojos son de color azul oscuro; es alta y delgada y me sonríe de forma extraña.
-Eh, no- respondo frotando la mancha haciendo que crezca aún más.

-Toma,- me dice dándome una de las toallitas- ven, tengo alguna camisa de recambio en la taquilla.

Asiento sin saber realmente qué decir. La chica es realmente amable.

Mientras cruzamos los pasillos, yo con una mancha gigante, todo el mundo comienza a saludar a la chica. Gracias a eso sé que se llama Amanda.

-Toma- me sonríe mientras me pasa una camisa blanca parecida a la mía- por cierto, soy Amanda.

-Andy,- le digo esperando que me pregunte sobre el nombre.

-Es bonito. ¿Quieres que te acompañe a los baños?

-Me harías un gran favor, la verdad- sonrío un poco avergonzada.
Amanda comienza a agradarme.

Cuando salgo del baño, ya con la camisa limpia puesta, enrollo la sucia y la guardo en el bolsillo de mi pantalón creando un gran bulto.

Amanda me mira por el espejo y sonríe.

-Te queda divina.

-Es parecida a la que llevaba.

Miro al suelo sin saber qué decir, no quiero que se vaya porque me cae bien pero tampoco quiero ser un pesada.

Amanda entiende mi silencio por lo que dice:
-¿Te apetece comer en el siguiente recreo conmigo y con mis amigas?

La verdad es que al principio pensaba contestar que no para que no creyera que estoy desesperada por conocer gente pero como en realidad lo estoy digo:

-No quiero molestar...

-No molestas mujer, venga, te caerán genial.

-Vale,- asiento.

-Bien, dime tu clase de antes del recreo.

-Matemáticas, 112.

-Vale, voy a buscarte- dice mientras sale de los baños.

Salgo del baño después de unos segundos y camino hacia el aula. Los pasillos están abarrotados de gente ya que todavía no ha sonado el timbre y noto como algunas miradas caen sobre mí. O bueno, al principio creí que eran sobre mí, después me doy cuenta de que es por el bulto en el bolsillo así que le saco de él y continuo mi camino.

Justo cuando me siento en el pupitre me doy cuenta de que tengo la mochila en la taquilla, por lo que corro a toda prisa hacia ella chocando contra alguien.

Y no, no pasa como en las películas.

-Mira por dónde vas, niñata.

Un chico alto, moreno, de piel bronceada y de gestos duros me mira totalmente serio e impasible.

Parece que mi presencia le molesta por lo que sin dirigirme otra palabra más camina hacia el frente.

Si no hubiese sido por su falta de educación y por sus modales hubiese creído que era un ángel. Sus labios gruesos y varoniles invitaban a más de un pecado. Así que no, no puedo llamarlo ángel. Más bien, demonio.


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⏰ Última actualización: Apr 13, 2016 ⏰

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El libro de las 'A'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora