Prólogo.

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Lo cierto es que la vida no me había tratado nada bien cuando me mudé sola a Nueva York. 

Tenía tantos miedos y secretos, que me era difícil fingir ser tan sonriente y despreocupada. Sin embargo, supongo que luego de un tiempo uno se acostumbra. 

Había conseguido enmascarar perfectamente lo que sentía y ser el tipo de chica que a todos agradaba. 

Entonces él apareció. 

Tenía métodos extraños para instruirme, usando la excusa de que solo así me convertiría en la actriz que deseaba ser. 

Pero llegó más profundo y quito más capas que nadie. 


Tras la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora