Condenada
Una enfermera se me acercaba y mi corazón latía cada vez más rápido. Ya la conocía hacia unos años desde que estoy aquí viéndola inyectarme algún tipo de droga. Había pasado un largo tiempo en esta maldita cárcel, por un crimen que no cometí y que, sin embargo, me había pasado todo este tiempo esperando a salir para vengarme y cometer dicho crimen.
Mientras las noches pasaban, mi mente se despejaba y recordaba como tenía que hacerlo al momento de salir de aquí, la cárcel era de alta seguridad, tenía cámaras a cada ángulo de los pasillos, con solamente dos o tres salidas que conocía a la perfección, mi soledad en esta celda con una puerta completamente como para locos. Mi única amiga se llamaba "Sylvia" ella era muy callada, hablaba de cosas como aquellas que le hacían sentir más deprimida, hasta que un día entre tantas celdas se la llevaron y nunca regresó. Esto parecía más un manicomio, yo sufría de alucinaciones y a veces convulsiones.
Hoy en la mañana pensaba como en todas, las maneras en que me podía vengar, de eso siempre me ocupaba la mente.
Un ángel despertaba en mi bajado del cielo que me daba ideas, ya no muchas le quedaban, sé que mi fin está cerca de estar en esta cárcel, porque ya cumplía la sentencia en unos días, y que la culpable de que yo esté aquí iba a pagar por cada uno de los días que yo había tenido que pagar.
La memoria me recordaba aquel día en que me trajeron y me condenaron a pasar casi toda mi vida aquí. Y mi sentido me recordaba la emoción de que saldría.
Día uno: Por fin he salido de esa cárcel y al ver las nubes que siempre rodean este lugar, me he sentido más libre que nunca. Este mismo día he decidido ir a una tienda de venenos. La toxina botulínica es una neurotoxina elaborada por una bacteria denominada Clostridium botulinum. En ocasiones, la ingestión de mínimas cantidades de toxina puede ser fatal y provocar la muerte del paciente por parálisis de la musculatura respiratoria.
Segundo día: esta mañana desperté pensando en ese veneno que había conseguido y hoy por la tarde iría por una jeringa.
Tercer día: hoy le he visto, he visto a la persona que con ese veneno en pocas horas moriría. Desde que entre a esa cárcel no le había podido ver el rosto hasta hoy.
Lentamente con guantes, introduje el veneno a la jeringa y esperé a que fuesen las 6:30p.m. a la que se anunciaba una lluvia muy fuerte, y el sol se escondería minutos antes. Y así lentamente vi a mi victima por última vez con ese rosto pálido y marchito, con el cabello largo y negro, labios rosas y carnosos, esas ojeras que parecían no dejarle dormir nunca por algún sentimiento de culpa.
La última vez que vi el reloj eran las 6:32p.m.
Así que sin pensarla le inyecte el veneno, a las 7:30 su cuerpo empezaba a convulsionarse y a las 9:00p.m. Ya había muerto oficialmente sin regreso alguno.
Ojala yo hubiese podido despertar para contarles mi felicidad....