Prólogo - Única parte

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La guerra se había desatado. En medio de la noche, una aldea yacía en llamas con las distintas especies de ponis luchando, pegasos, unicornios y ponis terrestres, pues dichas razas habían decidido ir a conquistar Unicornia y habían coincidido las tres.

Una unicornio de cuerpo azul cobalto, melena y cola largas de color marrón con mechones rojos intensos y ojos rojos granate corría desesperadamente huyendo de la aldea cogiendo fuertemente con la boca una cesta con tres potrillos, un pegaso azul grisáceo de pelo azul claro con mechas blancas, una unicornio de pelaje marrón y pelo naranja y un pony terrestre de pelaje amarillo y melena rojo intenso con mechas amarillas recogido en una coletita. A dicha unicornio le habían partido el cuerno durante la batalla y le era casi imposible ejecutar magia.

Extrañamente dos unicornios guerreros perseguían a la pony de cuerno partido a gran velocidad. En caso de nacer en un imperio y ser de otra raza que no fuera la del correspondiente, debía dárselo a los guardias, que "se harían cargo de él", palabras que ocultaban el verdadero destino de los potrillos: la muerte. 

Esta pony había incumplido la norma y, al tener hijos, solamente mostró la unicornio marrón a los demás ponys de la aldea, mientras que la pegaso y la pony de tierra las había criado ocultada de todos, pero de pronto llegaron las razas de los pegasos y los ponis de tierra y tuvo que salir con los tres potrillos; de esa manera, los guardias de su propia especie descubrieron las dos razas intrusas de pocas semanas y salieron detrás de ella, una cuchilla mágica logró cortar el cuerno de la unicornio madre.


La unicornio logró llegar al sitio que estaba buscando y que tenía pensado ir en caso de que descubriesen a sus otras dos hijas: el Everfree Forest. Dada la situación, corrió a lo más profundo del bosque donde logró despistar a los guardias, por ahora.
Una vez ahí, se tumbó en el fresco césped a descansar y de paso dejar la cestita. Revisó que sus tres potras estaban en perfectas condiciones.

- Siento tener que abandonaros, pero os matarán si no lo hago, perdonadme... perdonad que exista ésta estúpida guerra. Estoy segura de que las tres podréis convivir en armonía a pesar de ser de distintas razas y algún día seréis reconocidas. Cambiaréis éste mundo. – Le dijo la madre a sus hijas, y tras eso, uso la última magia de la que disponía para bañar a sus hijas en un poco de magia y para crear un escudo invisible alrededor de la cesta para que no lo encontrasen los guardias.

De pronto, una alicornio de pelaje negro y melena azul claro aterrizó al escuchar lo que había dicho la unicornio madre. Era Luna, la hemana menor de Celestia, quien se encargaba de la noche en el Reino de los Tres Imperios.

- ¿Ha ocurrido algo? – Pregunto Luna.

Pero de pronto, los unicornios anteriormente mencionados encontraron a la unicornio madre y la pusieron unos grilletes mágicos en las patas y se la llevaron a rastras, mientras amenazaban a Luna con la mirada para que no interfiriera. Se pudo oír un murmuro de la unicornio madre hacia Luna que decía "cuídalas...".
Cuando todo pasó, Luna sintió un aura mágica a sus pies con su cuerno y detectó el hechizo de invisibilidad de la unicornio madre, deshizo dicho hechizo y descubrió la cesta con las tres potrillas y al ver que en el bosque corrían grave peligro, miro a ambos lados y decidió llevárselas a su castillo, donde vivía con su hermana mayor.

Tras abrir las chirriantes puertas del enorme castillo oscuro, Luna entró cerrando las puertas tras de sí con su magia mientras sujetaba el cesto. Subió hacia las habitaciones y comprobó si su hermana Celestia estaba despierta, cosa que no era así, así que la alicornio azulada decidió contarle todo cuando amaneciese.

Se llevó el cesto a su cuarto, donde normalmente descansaba cuando su hermana estaba despierta por el día y acostó a las potrillas en su cojín, evidentemente habían acabado agotadas después de todo lo que había pasado y estaban dormidas. Luna sonrió gentilmente y volvió a su guardia rutinaria.

Celestia despertó al rato de que Luna volviera al castillo para levantar el Sol y así anunciar un nuevo día pero unas risas le llamaron la atención, unas risas de bebés, así que acudió al lugar de donde provenían las sonrisas, en el cuarto de su hermana. La princesa abrió la puerta y se encontró a las tres potrillas que estaban haciendo algo. Las que eran azul y marrón se encontraban medio jugando con un telescopio mientras que la amarilla estaba correteando y a veces mordiendo la oreja de la potra azulada.

- Vaya, pero qué tenemos aquí... - dijo Celestia perpleja. No se esperaba esto y llamó a su hermana, no estaba enfadada, se alegraba de tener más compañía en el castillo, pero aun así quería una explicación.

- Dime, hermana... ¡ah! – Luna llegó y rápidamente acostó a las potrillas en su cama para ponerse a ordenar su cuarto – Lo siento, Celestia, atacaron otro pueblo y éstas tres criaturas han sido lo único que ha quedado del susodicho, ¡no podía dejarlas a su suerte! – Luna temía que Celestia le dijera de devolver a las crías.

- ¿Qué ocurrió con la madre? – Preguntó Celestia.

- Se la llevaron... Por lo visto, hay una ley nueva en el Reino que no se permite criar un pony que no corresponda al Imperio de donde vive... Supongo que la ejecutaron por no entregar a sus crías. Yo misma suelo ver lo que hacen con ellas cada noche... – Explicó Luna casi entre lágrimas.

- Entiendo... - Concluyó Celestia, pero de pronto, la unicornio marrón usó su magia para acercarse un libro, lo abrió y se lo puso encima de su cara entre risas, la pegaso y la pony de tierra se unieron a curiosear.

- Hermana, opino que deberían quedarse a vivir con nosotras, no quiero que corran misma suerte que su pueblo – Sugirió la alicornio de la noche entristecida – al fin y al cabo, no tienen a donde ir ahora que su madre no está.

- Mm... no veo problema... es más, las educaremos nosotras, pueden servirnos para resolver el conflicto actual entre las tres razas. Quizá con el paso del tiempo sepan cómo enseñarles los valores de la amistad, independientemente de la raza que sean – Explicó la yegua mayor – Ahora que me doy cuenta, Luna, ¿su madre llegó a decir algo de sus nombres?

- Esto... - Luna hizo memoria – No, lo último que dijo es que las cuidase antes de que se la llevaran.

Ambas princesas se acercaron a las tres potrillas.

- ¿Y qué nombre podríamos ponerles? – Preguntó la alicornio blanca sonriendo.

Al escuchar esto, los ojos de Luna se iluminaron de alegría, por fín iba a tener más compañía. Que no es que fuese aburrido estar con su hermana, pero el hecho de pasar los días sola mientras que su hermana hacía su trabajo le resultaba pesado. Luna se paró a pensar observando a las crías, se paró en la azulada.

- A ti te dejaré la última – La pegaso azulada ladeó la cabeza, no tenía ni idea de nada.

- Mm... - Celestia observó a la pony con cabello rojizo – me recuerdas mucho al fuego... ¡ya sé! Te llamaré "Summer Heat" – La potra se puso a reir, parecía gustarle el nombre – Oh, vaya, parece que he acertado a la primera. Veamos... - la alicornio miró a la unicornio marrón de ojos violetas - ¿Qué tal... "Autumn Drop"? – La unicornio se rascó el hocico con el casco y estornudó.

- Parece que le ha dado alergia, jajajaja – Comentó Luna ante la reacción de la unicornio – Igualmente a mí me suena a raro, ¿cómo le vas a tirar a alguien el otoño?

Celestia decidió echarle una mirada medio asesina a Luna ante ese comentario.

- He...hermana, que sólo iba de broma – Luna retrocedió un poco temerosa, aunque aún riéndose por lo bajo.

- Que graciosa es mi hermanita – Celestia suspiró - ¿Y que otro nombre podríamos ponerle?

Una hoja se entró por una de las ventanas y fue a parar al pequeño cuerpo de la unicornio, ésta abrazó la hoja, como si la gustase. A Luna se le ocurrió una idea.

- Leaf Autumn... ¡sí, suena bien! – Dijo Luna – ¡Dime que sí, hermana, por favor!

- A mí también me suena bien – Dijo Celestia asintiendo.

Ambas miraron a la pegaso, que estaba con el casco metido en la boca, se asustó al encontrarse ambas princesas mirándola y soltó un pequeño gritito.
- A ti... - Celestia pensó por un momento – mm... ¿Snow Winter? – Miró a la princesa de la noche.

- Eh... - Luna empezó a mirar por el lugar – Tengo uno mejor, ¿cómo ves "Freeze Winter"? Es el que tenía pensado en un principio, jiji.

- Le viene perfecto – Celestia asintió – Pues ya tenemos a las tres. Por ahora se quedarán viviendo con nosotras hasta que crezcan un poco y podamos esconderlas. No dudo que haya guardias unicornios buscando a Freeze y a Summer – al decir eso, Luna se resintió un poco pensando en que cuando crecieran, toda la situación actual haya pasado.

Y así, Freeze, Summer y Leaf vivieron junto a Luna y Celestia durante años, estudiando y aprendiendo de las princesas de todo lo que hacían. Hasta que un día, una misteriosa pony de pelaje rosa y ojos verdes llegó al castillo.

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