Capítulo 4: La biblioteca y los poderes

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Iván estaba casi en su último momento de su vida, pero Alba llegó corriendo con una jeringa, que se la dio rápidamente a D.Fidel.

-Esto te dolerá un poco -dijo D.Fidel pinchando a Iván con la jeringa.

Le inyectó el contenido en una de las venas del brazo, e Iván despertó como si hubiera tenido una gran pesadilla. Cogío aire profundamente y se incorporó de nuevo.

-Esta inyección solamente paralizará tu poder por un tiempo -dijo D.Fidel- suficiente para que te recuperes, así que no intentes usarlo durante ese tiempo, o no te recuperarás.

D.Fidel se dirigió a Tomás y le dijo: -Esta es la razón por la que no quería que evolucionaran tus poderes tan rápidamente, ¿lo entiendes?

-¿Esto me podría haber pasado a mi también? -Preguntó Tomás aterrado.

D.Fidel asintió con la cabeza y volvió a por Iván.

-Es hora de que conozcáis la biblioteca, ¡seguidme! -Dijo D.Fidel.

Acabaron de subir las escaleras y se encontraron frente a una doble puerta de madera. Era difícil que los encontraran ahí, ya que ni el de mantenimiento arreglaba la luz parpadeante del techo. Parecía una película de terror, un pasillo estrecho, una luz parpadeante...

-¡Bienvenidos a la biblioteca! -exclamó D.Fidel sonriente- Ahora conocereís los poderes de vuestros compañeros.

D.Fidel se puso en frente de una de las puertas y Alba en la otra. A la vez abrieron las puertas. En frente de sus ojos tenían una biblioteca enorme, miles de estanterías se alzaban con los mejores libros, pero en este caso lo importante eran las mejoras funcionales que se habían hecho para el entrenamiento de todos los poderes: escaleras, colchonetas, paneles de cristal y un laboratorio.

Allí se encontraban sus compañeros, cada uno con un poder diferente: Leo, podía leer con una rapidez alucinante, en medio minuto se había leído las dos partes del quijote. Félix, poseía el control del fuego, protegido con varios paneles de cristal gruesos, creaba el fuego de su propia mano. Llegaron a un pequeño recinto con una escalera, en la que en la parte superior tenía una piedra de gran tamaño. Ahí se encontraban unas chicas, una de ellas, Rocío, corrió con gran velocidad y en medio segundo ya se encontraba con su mejor amiga, Alba.

-Te hemos echado mucho de menos -dijo Rocío abrazando a Alba- pensábamos que no volverías.

Alba hizo una sonrisa a su amiga, las demás llegaron y también la abrazaron. Una de las chicas, Claudia, dio un chillido de emoción, que hizo romper uno de los paneles de cristal que tenía cerca.

-Lo siento -se excusó Claudia- me está costando controlar bien mi poder, antes cantaba bien, pero ahora cada vez que grito por algo rompo todos los cristales que tengo a mi alrededor. El otro día a Iñaki se le escapó una de las arañas y de tal chillido que pegué, rompí todos los jarrones de la sala de Alba, por eso ahora tiene una piedra.

Todos comenzaron a reírse y Alba le dio una palmada en la espalda a Claudia para que no se sintiera mal.

-Para que no te sientas mal quiero intentar ahora mi poder con la piedra -dijo Alba dirigiéndose a su sala y entró- creo que con este pequeño descanso he conseguido controlar mi tercera evolución, ¿qué te parece si lo intentamos ahora Violeta?.

Violeta, la tercera amiga, subió a la escalera. Alba se posicionó debajo. Se concentró, y cerró sus puños. En su frente y en su cuello se podía ver como se ensanchaban sus venas. Violeta dio un soplido hacia la roca, de su boca salió un fuerte viento que consiguió mover la roca. La roca calló encima de la cabeza de Alba, que dio un puñetazo rápidamente hacia arriba, partiendo en pedazos la piedra que caía encima suya. Alba se relajó y volvió a su estado normal. Con un golpe de pelo dio a entender que lo había conseguido. Sus amigas fueron rápidamente a ver si le había pasado algo, pero dijo que estaba perfectamente y se pusieron a recoger los trozos de roca que se habían caído en el suelo.

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