Capítulo 9: La verdad y toda la verdad

106 7 0
                                    

-Es hora de que se resuelvan todos los misterios -dijo D.Ignacio con una risa siniestra.

Detrás de D.Ignacio había una estantería con libros, que nunca pareció sospechosa hasta ese momento. D.Ignacio se levantó del asiento e inclinó un libro rojizo en uno de los laterales de la estantería. La librería se partió en dos para dejar espacio a un pasillo oscuro.

Detrás del grupo aparecieron más aliados de los "rebeldes" (por llamarlos de otra forma) que les esposaron las muñecas y les adentraron en el pasadizo secreto. Seguidos por los demás llegaron hasta una puerta de metal muy rígida, que solo se podía abrir con una contraseña, que D.Ignacio sabía y pulsó los botones correctos para abrirla.

Antes de que pudieran ver nada, les taparon la cabeza con unos sacos negros, y al llegar a la sala, les sentaron en unas sillas y les ataron con unas bridas para que no pudieran soltarse. Les destaparon la cabeza y descubrieron dónde estaban.

-¡Es la planta alta de la biblioteca! -Exclamó Carlos.

-No me puedo creer que no te hubieras dado nunca cuenta de dónde estábamos escondidos -dijo D.Ignacio sarcásticamente-. Nunca fuiste un buen jefe para tu grupo.

-¡Nuestro grupo no tiene jefe, nos ayudamos entre nosotros! -Exclamó Víctor.

-No sabes de que estoy hablando Víctor -explicó D.Ignacio mientras se acercaba al chico cautelosamente-. Él fue el primero en descubrir que teníais Kinesis, él ya sabía cómo había empezado todo, ¿no os dijo nada, ¡cómo podéis confiar en él con todos los secretos que os ha ocultado!?

-¿Es eso verdad Carlos? -dijo Víctor temerariamente.

Carlos agachó la cabeza tímidamente y Víctor, en forma de rechazo, la giró hacia el lado contrario al que estaba mirando, y gritó el nombre de Myriam. Ella también estaba capturada y atada a una silla al otro lado de la habitación.

-¿¡La conocías!? -Preguntó D.Ignacio desesperado.

-Ella nos ha ayudado a crear la maldi... -la frase de Víctor fue interrumpida por un gritó de negación de Myriam.

-¿¡Una maldición!? -gritó D.Ignacio acercándose mientras indicaba a Saúl que se acercara a la chica-. ¡Así que no nos contaste toda la verdad! Te dije que o nos lo contabas todo, o lo pagarías caro, así que tú has decidido. Saúl, ¡acaba con ella!

Saúl iba a atacar con su poder, pero antes de que lo consiguiera, dio su último suspiro, se paró en seco, tragó saliva, y bajó la cabeza. Vio que una espada le había cruzado por todo el pecho, y entonces, cayó al suelo, muerto. D.Fidel había llegado a tiempo para incrustarle la espada Excálibur, seguido por los guerreros de la puerta.

-¡Tomás, ahora! -gritó D.Fidel.

En pocas milésimas, Tomás había parado el tiempo. Respiró profundamente y giró la cabeza para poder ver el cuerpo de su antiguo amigo. Le rodeaba un charco de sangre y todavía tenía una mirada fría en sus ojos. Tomás volvió a mirar al frente y conmovido por la situación, soltó algunas lágrimas. Consiguió soltarse un poco las manos y chasqueó los dedos. Sus amigos, D.Fidel, y los guerreros de la puerta, se desparalizaron.

-¡Muy bien Tomás, lo has conseguido! -Dijo D.Fidel sonriente, mientras los guerreros de la puerta desataban a los apresados.

-¿Habéis conseguido Excálibur? -Dijo Carlos mientras masajeaba las muñecas por el dolor causado por las bridas.

-Sí, nos ha costado -respondió D.Fidel- pero, por suerte hemos llegado a tiempo para salvaros. Hay que escapar de aquí ya, y llevarnos a todos los adolescentes con poderes de la biblioteca, ¡corred!

Antes de bajar, Tomás se arrodilló en frente del cuerpo de Saúl y le cerró los ojos, y por último le sacó la espada de su cuerpo, y bajó corriendo.

-Ahora tienes que desparalizar a todos, menos a los que ayudamos a escapar, para poder salvarlos -explicó D.Fidel a Tomás.

Tomás cerró los ojos, respiró profundamente y volvió a chasquear los dedos, y esta vez toda la planta principal de la biblioteca se desparalizó y siguieron al grupo para escapar de los rebeldes.

Fueron corriendo y se dieron cuenta de que la paralización del el tiempo ya se había acabado ya que al llegar a la puerta de entrada del instituto vieron como las personas de la calle caminaban tranquilamente. Giraron a la izquierda para meterse en una arboleda y siguieron corriendo.

-Aquí en el bosque será más difícil que nos encuentren -dijo D.Fidel mientras paraba para hacer un descanso-. Está oscureciendo, debemos encontrar un refugio donde dormir esta noche.

-Hay un refugio al otro lado -dijo Mario, alzando su brazo su brazo en la dirección del refugio-. Escucho voces, y parece que es una pareja, ¡vamos!

El gran grupo siguió su camino por los árboles pero el trayecto no iba a ser tan fácil para ellos y uno de los alumnos gritó: -¡¡¡ZOMBIES!!!

Una mano medio descompuesta salió de la tierra, atrapando el tobillo de ese alumno. Más manos y cabezas salieron al instante, y quedaron rodeados.

-Estan usando la Necrokinesis -dijo Carlos- es el control de los muertos.

-Si sabías todos nuestros poderes, ¡porqué no nos los habías dicho antes y habernos salvado de todos estas dificultades! -exclamó de ira Víctor.

-No podía arriesgarme -respondió Carlos- yo sabía que Saúl era de los malos, por que fui con él a recoger a nuestros compañeros, pero él no notó lo que yo estaba haciendo en realidad, pero yo sí. Por eso no quería deciros nada, para que él no se enterara. ¡¡Pero ahora debemos escapar corriendo de aquí!!

La mayoría de los chicos escaparon de los zombies, pegándoles en la cabeza, rompiéndoles diferentes partes del cuerpo...

Varios minutos después consiguieron ver el refugio. Era un cubo, formado de piedras y hierro para las rejas de las ventanas. En uno de los lados había una puerta de madera. Carlos corrió para intentar abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. Tadeo se acerco a D.Fidel y le dijo: -Yo me puedo teletransportar dentro y así poder abriros. ¿Lo intento?

D.Fidel se lo permitió y Tadeo se concentró. En un par de segundos Tadeo desapareció, pero la puerta no se abrió. Carlos llamó a la puerta, para ver si contestaba Tadeo, y entonces la puerta se abrió un poco.

-¿Qué está pasando ahora? -preguntó Carlos.

-Abre la puerta y lo descubriremos, preparaos todos -Advirtió D.Fidel.

Carlos dio una patada a la puerta y rápidamente se puso en posición de combate, pero su cara cambió de expresión al ver lo que se encontraba detrás de esa puerta.

-Han caído en el anzuelo -dijo D.Ignacio a Alba, mientras llevaba a Tadeo inconsciente en sus brazos.

KinesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora