[único]

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La puesta en escena se nutre de factores tenues que se traslucen con la oscura habitación en la que ahora están. La mesa de madera dura golpea con insistencia sus codos, sus manos están soportando el peso de su mejilla. Es la estela de su propia desesperación, de sus preguntas y la escasez de respuestas. Frente a él reposa sentado el cuerpo de aquel chico de cabellos dorados, de mirada fría que en el pasado fue una habitación entera de confort, de protección, de amor.

Dos personas mirándose con desinterés pero guardando una efímera esperanza en la torre de cartas que se luce en medio de ambos; como un juego desdichado, como interrogándose con la mirada. Ninguno de los dos sabe quién será el que saque la carta, por culpa de qué manos la torre se vendrá abajo, haciéndolo caer todo.

Pero elementalmente no es Sehun, no va a ser él quien tire todo bajo porque clementemente se sujeta a una esperanza de papel que incluso el viento puede llevarse entre su corriente. La pila de cartas se ciñe como una ciudad en blanco, negro y rojo. Otra persona los observa, ese es Luhan. El Luhan piadoso.

Hay tres personas puestas en escenas, tenues se traslucen en la oscura habitación de un cuarto de hotel. La mesa de madera golpea los codos de Sehun. Frente a él reposa sentado el cuerpo de Luhan, sus cabellos dorados se opacan con la intensa bruma oscura. Tres personas, Sehun, Luhan y el Luhan que antes solía ser.

Luhan fue en su momento el pilar más resistente en la vida de Sehun, brazos pálidos pero fuertes, sonrisas sinceras, curvas suaves en la que Sehun se perdía, como si fuese una carretera estrecha por la que correr en el camino. «Sehun-ah, te amo» Durante tanto, tanto tiempo, Sehun fue un amparado en los brazos de Luhan. Él era una persona sufrida que encontró consuelo en labios que no le pertenecían, en un cuerpo terso que tenía marcas que él no había provocado, marcas que Luhan insistía en que debían permanecer ahí, sin instantes para reprochar, sin un «¿Por qué te deja su sucio labial en la camisa? «¿Por qué no le dices que hay alguien más? Pero Luhan era tan suyo como era nada.

El embarque en el reto fue difícil, el trascurso igual, por lo que la partida debía serlo todavía más. Y aunque Sehun se convenció de que podía, de que «Puedo ser tu amante eternamente» No funcionaba, y no valía la pena hacerlo andar porque «Ella es mi esposa, Sehun. No puedo abandonarla». Es por ello que la casa que no les pertenecía, ahí, un vago y clandestino hotel a las afueras de ningún lugar, se vino abajo lentamente. Las estructuras se resquebrajaron, el piso comenzó a temblar y las cosas se movieron de sitio porque quizá todo estaba volviendo a su postura original; a donde Luhan no le pertenece a él, sino a su esposa, la dulce y caritativa esposa.

Sehun no se mueve de su lugar y Luhan tampoco, hay un miedo inaudito porque la torre se caiga por fin, que llegue al final. Que se acabe.

«Incluso si ya sabías, no podíamos parar»

Las horas antañas se fueron en manos recorriendo piel, en besos con sabor a desvelo, a apuros, a «Pronto tendré que irme, date prisa». Siempre fue fugaz, rápido. Sehun nunca pudo disfrutar realmente de aquello que se robaba de una casa ajena, aquello que no era suyo pero que insistía en retener a su lado.

Debieron detenerlo, frenarlo antes de que los sentimientos poderosos se vieran adustamente involucrados, antes de que la primera fusión de besos mezclados con lágrimas se saborease, no obstante, fue predecible y absurdamente inevitable.

Y las lágrimas caen, las pupilas de Sehun se inundan de recuerdos, en sus ojos quedan los retazos de Luhan; hay demasiado en juego y cartas apiladas dictaminando el último vestigio de aliento. Como un fracasado y desesperado se aferra a lo poco o nada que queda. Insiste inútilmente en «Di que sí» pero las nubes no pueden perseguir un cielo gris. Sehun necesita la claridad y un azul despertar, Luhan necesita establecerse, Sehun debe entender que los ríos tienen sus causes, y que las corrientes no pueden mezclarse. Demasiado distinto, diferente.

Los basamentos de la casa son de papel, y estúpidamente, Sehun y Luhan. Pero aún si es un sueño, una pesadilla o una ilusión bastante real, Sehun quiere quedarse un poco más «Luhan, sólo quedate»

Sehun cierra sus ojos tratando de respirar menos para que el aliento de su respiración no haga venir abajo la torre de cartas aunque sea inevitable y retrasar el momento hace que duela más; no obstante quiere mirar prolongados segundos a su amante, porque están en la calma de la oscuridad, porque hoy no están haciendo el amor, y porque el tiempo que no se ocupa en el sudor de sus pieles en fusión, lo invierten en hablar acerca de «¿Qué pasará con esto, Luhan?».

De alguna u otra forma el momento llega, la torre de cartas se desploma frente a los ojos de Sehun, diamantes, tréboles y corazones blanco, negro y rojo dejan celajes frente a sus ojos; Luhan se levanta de la mesa redonda y Sehun deja que sus codos respiren ignorando la incomodidad del roble tosco. Luhan y su movimiento rústico hacen tambalear la historia de Sehun. Todo esta cayendo lentamente. Insonoro, incoloro. Lento.

—Esta es la última vez que nos vemos. Lo siento.

Luhan no dice nada más, ni siquiera discute acerca de quién pagara la factura del hotel. Tampoco le deja un beso para que Sehun se amargue las horas siguientes rebuscando su sabor. Sólo se va, y entre sus pies las cartas, las expectativas, y el amor.

Sehun no debería llorar porque lo sabía, sin embargo lágrimas mojan su rostro; no debería gritar pero el dolor rasga su garganta mientras él mismo intenta armar la torre de naipes con sus temblorosas manos, sin embargo fracasa. Sigue siendo absurdo, lo es aunque el olor de Luhan persista en la habitación, sus matices, sus colores, la escala de sus grises. Es tan plano y elemental que da risa.

El rubio se llevó todo, y no se quedó míseros segundos, pero Sehun se atreve a decir que está bien aunque ni él mismo crea en ello. Hay lágrimas nublándole el entendimiento pero se atreve a reír aún si la tormenta dentro de él arrase con todo desde adentro hacia afuera.

Las casas de papel no pueden albergar a una relación, las instancias endebles no son una fortaleza, y Luhan nunca fue nada más que una carta de pinta desconocida que así como lo trajo el viento, así se lo llevó.

♦♣♥♠

hunhan, pidan deseo ✨🌟

House of Cards → HunHanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora