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Sentí la alarma sonar, inmediatamente la apague, me gire al otro lado de la cama y sentí su aroma.

Ella era tan dulce como su aroma, no necesitaba perfumes caros para tener un olor exquisito.

Me levanté desganado y ojeroso, esa noche tampoco había sido de las mejores, pase al baño a orinar pero al notar mi espejo me observe con profundidad. Tenía grandes ojeras, el cabello desordenado, la barba sin afeitar y una marca blanca de que estuve salivando recorría mis labios hasta la barbilla. Parecía un hombre abandonado y en cierto sentido así era, y no la culpo, si yo hubiera sido ella también me hubiera marchado a algún lugar lejano de mí.

Historias Cortas Sin Mensaje TrascendentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora