Desconectado.

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Conectado.

Harry frotó sus manos con impaciencia mientras esperaba una conversación.

Los primeros cinco minutos sin respuesta, su labio inferior fue atacado con mordidas de sus propios dientes.

Los siguientes diez minutos sin respuesta, sus uñas desaparecieron.

En la siguiente media hora sin respuesta, sus manos no dejaban de tirar sus largos rizos, desapareciéndolos.

En la segunda hora, sus dedos frotaban con fuerza sus antebrazos.

El usuario no se encuentra disponible.

Dejó su computadora encendida, decidido a mantener sus manos inquietas ocupadas. Los deberes de la escuela debían hacerse.

<< Él se conectará. Sólo es un poco tarde. Seguro es una broma. Él ama las bromas. >>

Revisó sus notificaciones cada diez minutos.

<< Seguro mi internet tiene problemas. No pasa nada, Harry. Él está bien. >>

Cuando dio las once con treinta y dos de la noche, supo que había esperado demasiado. Desconectó su computadora y luego se metió entre las sábanas de fría cama.

En la mañana tomaría una ducha rápida, justo antes de ir a su escuela.

Xx<>xX

Usuario conectado.

- ¿Sabes, Curly Hazz? - el castaño se acercó a la pantalla, susurrando, como si estuvieran a la mitad de una multitud y no solos cada uno en su respectiva habitación. - Uno de estos días lo haré. Estoy seguro.

- ¿Y cómo? - el rizado se obligó a mantener su voz temblorosa a raya. El mayor resopló.

- ¡No lo sé! Pero quiero hacerlo. Será divertido. -sonrió el de ojos azules. - ¿Qué dices?

- ¿Sobre qué? - cuestionó.

- ¿Estás de acuerdo? Quiero decir... quiero que alguien esté en mi funeral y le diga al grupo de idiotas que asistan que son unos cabrones que nunca me conocieron y unos cínicos por atreverse a estar en MI funeral. - los ojos de Louis se escondieron en su brillante sonrisa. - Dramático. Es mi estilo.

La mente de Harry quedó en blanco.

Xx<>xX

La mañana del sábado era demasiada lustrosa para el chico de diecisiete años con ojos esmeraldas.

Su alma ya no existía, había sido dividida y eliminada cada día desde el lunes pasado, desde que su Boo Bear no respondía a sus citas cibernéticas.

Su madre, como siempre, no estaba en casa. Su trabajo era más importante que su único hijo vivo adolescente.

Sí, único vivo.

Su hermana mayor, Gemma, se había lanzado desde un puente hace dos años exactos.

Sí, un primero de febrero. Sí, en el cumpleaños número quince de Harry.

Encendió su computadora por última vez.

Conectado.

El usuario no se encuentra disponible.

No le fue difícil arrastrarse hasta el baño, ni tampoco sacar la diminuta navaja que escondía dentro de su colonia inexistente.

Se derrumbó junto a la bañera. Y tuvo una lucha visual con el artefacto filoso entre sus dedos.

Xx<>xX

- No quiero. - respondió el rizado luego de dos minutos cronológicos. - Si tú caes, yo caigo. Hicimos una promesa. ¿Lo olvidaste?

- Harry... cariño... -

- ¡No! - gritó el menor. Sus ojos se llenaron de lágrimas. - ¡Lo prometiste, Boo Bear!

- Sí, mi pequeño Curly Hazz, pero... ¿Estás seguro? - el azul cuestionó al verde. - Es un viaje sin retorno.

- Es un viaje, juntos. - corrigió Harry. - ¿Cuándo será?

Louis parpadeó sorprendido por la repentina decisión del pequeño.

- No tengo un fecha... sólo sucederá. - dijo. El rizado palideció.

- ¿Y cómo sabré? - preguntó confundido.

El mayor sonrió.

- Cuando no esté disponible, será la señal. Lo sabrás. -

Xx<>xX

La navaja estaba a cinco milímetros de la piel del rizado cuando el timbre de su casa lo interrumpió.

Soltó el cuchillo y bajó corriendo las escaleras, huyendo de sus pesadillas.

El repartidor le hizo firmar un par de papeles antes de entregarle su paquete.

Era una caja. Una pequeña caja. Subió las escaleras mientras la abría.

Su corazón y sus pasos se detuvieron en la cima de los peldaños.

Era un frasco de pastillas blanco. No decía ser ningún medicamento en especial.

Y una hoja con sólo una oración escrita a lápiz negro. Ya sabía lo que debía hacer.

El cuerpo de Harry se movió en automático.

Llenó de agua su bañera y dejó al alcance un vaso, el frasco de pastillas, la nota y su navaja.

Se sumergió en el agua, no podía notar si era fría o caliente, y tomó el vaso y el frasco de pastillas.

Hundió el recipiente en el líquido que lo rodeaba y lo puso sobre el costado de la tina. Abrió el frasco y derramó sobre su mano el contenido. Pequeñas píldoras cayeron, y algunas al agua.

Hizo un puño con su mano y dejó caer sobre su lengua unas cuantas tabletas, después agarró el vaso y arrastró el fluido por su boca, llevándose las pastillas por la garganta.

Repitió el procedimiento unas tres veces más antes de acabar con el frasco.

Con su vista semi-nublada, atrapó la hoja de la navaja y la acercó a su nariz. El olor a óxido estaba aferrado al metal.

Sonrió satisfecho.

Y luego lo dirigió a su antebrazo. Primero el derecho y luego el izquierdo. Y la bañera se empezó a teñir de rojo.

- Los cortes horizontales son para dañar, Harry. - había dicho Louis una de las primeras veces que hablaron. - Las verticales son para morir. Se cuidadoso con tu elección, Curly Hazz.

Dos cortes profundos y verticales se lucían en la pálida piel del menor.

Suspirando, el rizado giró su cabeza hacia la nota que había dejado sobre la cerámica.

Te espero, Curly Hazz.

Harry sonrió por última vez antes de que la bruma negra de su cabeza lo rodeara totalmente.

Ya voy, Boo Bear.


Usuario Desconectado.

Desconectado || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora