Capítulo 8.

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— Necesito que me animes con esto, por favor. —Pidió la voz del chico mientras observaba a la rubia que tenía delante.

Aún se encontraba sentada cuando él terminó de hablar, pero duró unos instantes, pues seguidamente se levantó como si deseara encarar sus palabras. Sin embargo, no lo hizo. Sonrió ligeramente, con una cortesía muy estudiada y asintió con tranquilidad, haciéndole entender que no le interesaba demasiado todo aquel tema, o al menos, que no estaba muy de acuerdo pero que cedería de manera indiferente.

Él no pudo evitar asombrarse ante su gesto, pero por alguna razón, no sintió la gratitud que esperaba. Sintió como si se apoderara de él una fuerte desazón. No había explicación para aquel cambio tan repentino, pero él supo que si Sara seguía mirándole, reconocería sus pensamientos y eso era lo último que deseaba en aquel momento. Colocó una expresión neutral y esperó a ver si su movimiento había sido lo suficientemente rápido como para distraer a su amiga. Pero Rodrigo se equivocó, porque la siguiente pregunta de la chica fue muy directa.

— ¿Por qué estás preocupado, entonces? —Más que una pregunta, aquello fue una rápida exigencia.

El chico se giró a mirarla directamente, intentando que su fachada fuera invencible y se rindiera ante ella. Imposible. Cuando Sara avistaba un pequeño indicio en él, era imposible convencerla de lo contrario. Aquello, sabía con seguridad, iba a ser un constante interrogatorio, pero también debió reconocerse que si iba a contárselo a alguien, sería a ella.

— No funcionó una vez, en eso tengo que darte la razón las veces que quieras. —Sentenció él, algo resignado, o quizá avergonzado de decir aquellas palabras en voz alta por primera vez.— Pero hasta tú tienes que reconocer que todo ha cambiado. Yo he cambiado.

— ¿Ah, sí? —Enarcó una ceja ella, sorprendida ante sus palabras.— ¿Y en qué se supone que has cambiado?

— En todo. Ahora todo es diferente. —Replicó él con fiereza, exigiendo "su verdad" como la única verdadera y real.— Ella fue una parte importante de mi pasado.

— Tú mismo lo has dicho, de tu pasado.

— Por favor, Sara, no empieces. —Suspiró profundamente una vez que apartó la mirada, dejándola sobre la ventana del espacioso salón en el que se encontraban.— Si no hubiera sido por Julia yo seguiría con ella, tú lo sabes mejor que nadie. Sabes que tuve que abandonar mi vida por cuidar de Julia.

— Eso no es válido, ni siquiera como excusa. —Protestó Sara sin intentar levantar el tono de voz, sin demasiado éxito.— Irene no te ha perdonado porque se haya creído toda la historia de los hechos que le has soltado, sino porque no ha podido olvidarte.

Él deseó protestar casi de inmediato, e incluso despegó los labios para hacerlo, pero algo en su interior, le retuvo repentinamente. Entendió que Sara tenía una gran parte de la razón. Nadie en su sano juicio, sin una buena excusa hubiera perdonado semejante locura como había sido su vida, y también la historia que ambos tenían y que él abandonó rápidamente por su hermana.

Posó su mirada sobre su amiga y se levantó también de su asiento una vez que hubo concluido de observarla con detenimiento. No tuvo muy claro qué fue lo que le convenció definitivamente, pero supo que Irene había sido una oportunidad que, inesperadamente, el destino le había regalado y que si desaprovechaba, nunca más volvería a tener.

Paseó unos segundos alrededor del sillón sobre el que segundos atrás había estado sentado y dudó de si dejar el tema definitivamente, a pesar de los esfuerzos por parte de Sara para intentar terminar de hablar sobre el mismo, o si por el contrario, continuarlo como ella deseaba para acabar de sacarlo de su interior. Sabía que dijera lo que dijera, ella tendría razón. Siempre era así, para su desgracia.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora