Decidí salir al mercado de nuevo, para ver si el frutero estaba dispuesto a hablar más, pero encontré que en la ciudad penetraba un edor asqueroso, y comenzaba a salir una especie de moho en el piso de las paredes en los callejones húmedos y oscuros.
Salí disparado, corrí hacia el mercado, específicamente hacia el puesto de aquel frutero, al parecer estaba más dispuesto a hablar, me dijo que cuando era niño, su tío se emborrachaba y comenzaba a hablar acerca de una fuerza oscura que se cernía sobre la ciudad, que el bien y el mal luchaban en la propia puerta de nuestras casas y de que lo único que contenía a las fuerzas de apocalipsis era la antigua orden de los guardianes.
Eso me dejó con más dudas que antes.