—Háganlo pasar—sonó la voz del Creador, sentado en su trono, rodeado de siete de sus ocho Seguidores. Una de las dos sillas más cercanas a él se encontraba vacía.
Las puertas del Centro de Justicia se abrieron de la mano de dos ángeles y detrás de ella se encontraba el traidor, el ángel que más leal había sido al Creador.
Con las muñecas y alas atadas por cadenas oxidadas, Lucifer se dirigió a paso lento, débil, herido. Se colocó en el piso, justo enfrente del trono. Apoyó sus rodillas y bajó la cabeza, como si estuviera rendido.
—Mi querido Lucifer, ¿qué has hecho?—la voz del Creador sonó dura, pero paternal a la vez: parecía un padre antes de regañar a su hijo—Tus ansias de poder han lastimado a nuestro pueblo, ¿cómo puede ser esto posible? Te he dado todo lo que querías, has sido siempre mi Seguidor más fiel, mi primera creación. Has sido como un hijo para mí, ¿cómo has sido capaz de esto?
—Tú no eres mi padre—Lucifer, con sus pocas fuerzas, logró soltar las palabras—. Tú no eres nada más que un tirano. Me has usado: sólo querías lo mejor para ti.
—Claro que no, hijo mío. Eres a quien más amo en esta tie...
—Mientes. Mientes como siempre me lo has hecho. Lo único que tú amas es el control, el poder sobre todo.
Los ángeles guardianes que entraron junto a Lucifer sacaron unas cadenas de sus uniformes y con el hierro oxidado comenzaron a pegarle. El joven ángel comenzó a dar alaridos y a retorcerse de dolor, mientras en su espalda las quemaduras provocadas por el hierro oxidado se extendían.
—Has herido a tu pueblo, has querido controlar a tus amigos, y ahora osas de culparme por tus errores—esta vez, la voz del Creador sonó fuerte, punzante, doliente—. Te estoy dando la posibilidad de explicar tus razones, pero lo único que haces es incriminarme.
Los ojos de Lucifer ardían de furia, su cuerpo temblaba y sus nudillos estaban blancos de tanto apretar el puño. El hierro oxidado le quemaba, le producía ardor y dolor. Quería liberarse de eso, quería soltarse, quería vencer al Creador y tomar su lugar en el trono.
—Serás exiliado. Se te prohibirá la entrada al Cielo, se te cortarán las alas, y estarás obligado a vivir en el mundo de los humanos, sin recuerdos. Serás el primer Ángel Caído.
Lucifer no podía aceptar su derrota: sabía que no sólo era el ángel más bello de todos, sino que también era el más poderoso y el más cercano al Creador. Sabía mucho más de él que los demás ángeles.
—Esto me duele hijo, pero no queda más remedio.
Acto seguido el creador se levantó de tu trono y comenzó a caminar hacia la salida.
Los ángeles guardianes saltaron sobre Lucifer para sujetarlo y llevarlo adonde le cortarían las alas, pero la furia y el hambre de poder del ángel eran mayores: de alguna manera hasta el momento desconocida logró romper las cadenas. Sus muñecas por fin fueron libres y sus alas, enormes y blancas, se extendieron por todo el salón.
Sus plumas se prendieron fuego, y en lugar de ellas una horrible piel creció. Sus cabello peinado desapareció y le crecieron cuernos. Sus ojos se tornaron rojos, y su cuerpo comenzó a expulsar fuego. Sí tenía razón: era más poderoso que los otros ángeles.
Se lanzó contra el Creador, quién no logró reaccionar a tiempo y recibió el golpe haciéndose daño.
Con una voz grave y malvada, Lucifer habló.
—Volveré. Voy a vengarme. Destruiré el Cielo y te mataré. No moriré hasta lograrlo: ese es mi juramento.
El Ángel Caído batió sus enormes y escalofriantes alas, y voló hacia abajo; bajo en picada, tomando cada vez más velocidad, y al llegar al suelo lo atravesó, destrozó la tierra, hasta que encontró un mundo de fuego: un mundo en el cual él podría gobernar a su manera, un mundo en el que él sería el rey, un mundo en el que se convertiría en el famoso Satanás.
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La Eleccion del Angel
FantasyUno nunca sabe cuales son sus verdaderos orígenes, y menos si estos están fuera del mundo cotidiano. ¿Qué harías si tuvieras que elegir entre el cielo y el infierno, entre los ángeles y los caídos, entre la familia de tu padre y la de tu madre? Gon...