—Pronto llegaremos —meneó la cabeza en dirección de Mark, y le notó muy aburrido; ladeó el torso hasta donde el cinturón de seguridad se lo permitió, para ver a Jenny muy callada cuando generalmente hablaba más que una cacatúa durante los viajes—. ¿Por qué tanto silencio? —preguntó Steward, enderezando el cuello y fijando la vista en el camino.
Todos teníamos los ojos puestos en las ventanillas. Yo me encontraba atrás del asiento del conductor y miraba fijamente cómo, a lo lejos, las siluetas de los árboles se movían lentamente. Irónicamente para un día tan triste, el cielo lucía despejado y soleado. Además, hacía mucho calor, pero el aire que entraba por la ventanilla lo amainaba un poco. Delante del coche, la carretera daba la impresión de estar construida sobre una gigantesca montaña rusa, y en ciertos puntos, alguna curva nos hacía oscilar a uno y otro lado. Las distantes arboledas se convirtieron en interminables llanuras provistas de pastos secos con zonas de calvicie vegetal, mientras el firmamento de un intenso azul continuaba despejado y soleado. El camión de la mudanza venía siguiéndonos a pocos metros.
—Oigan, ¿por qué no cantamos un poco?, a ti te encanta cantar Jenny... —Steward volteó hacia ella.
—No tengo deseos de cantar, pá... Lo siento —respondió, apartando la mirada de la ventanilla para verlo, luego la volvió a pegar.
—Ya les dije, tomen esto como una aventura —meneaba el rostro para hablarnos—. Y véanlo de este modo, conocerán nuevos amigos y..., además, no tienen por qué olvidar a los viejos amigos. Para eso existen los teléfonos y los celulares... Ah, e internet también.
Siempre podrán estar en contacto... con Facebook..., Twitter..., y todas esas cosas.
—Pondré la radio —dijo Mark, oprimiendo el botón del tablero.
La radio comenzó a sonar. El volumen estaba bajo, así que lo aumentó inundando el interior con una música estridente. Cambió el dial buscando otras, dejándolo finalmente en una de Heavy metal. Todos teníamos gustos distintos, no solo en cuanto a la música, sino en otros aspectos. Por ejemplo, a Mark le fascina este tipo de ruido y el color azul, a Jenny la romántica y el rosa, y a mí la alternativa y el verde, para mencionar solamente dos cosas.
Desde Oldroad hasta Rockville un viajero tarda yendo en carro un promedio de tres horas. Al menos eso era lo que decía el Google Earth. Por lo tanto, teníamos que ser creativos para saber cómo invertir la hora restante del viaje, y romper el esquema de aburrimiento de las dos anteriores, pero no sentíamos deseos ni siquiera de usar nuestra inteligencia, y nos quedamos simplemente vegetando.
—¿Llegaremos pronto a alguna estación de servicio, pá? —interrogó Jenny.
—Umm, sí, como en treinta minutos —respondió Steward—. ¿Por qué? ¿Necesitas alguna cosa?
—Sí, una urgencia.
—Ah, ya veo.
—¿No podrás llegar antes? —Jenny tenía fruncido el ceño y las dos manos con los dedos cruzados entre las piernas, mientras movía las rodillas nerviosamente—. Es que es muy "urgente" —dijo recalcando esta palabra.
—¿Por qué no sales y te desocupas allí afuera? —se le ocurrió a Mark.
Jenny examinó por la ventanilla trasera y notó la presencia del gran camión de la mudanza.
—No, ¿quieres que todo el mundo me mire? —reclamó con una mezcla de enfado y preocupación.
—¿Qué te van a ver? —dijo Mark.
—¡Todo! Como ustedes los hombres solo levantan la pata y orinan en cualquier parte, creen que nosotras hacemos lo mismo —esta vez estaba más enfadada que nerviosa.
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Fanthasía. La casa Hantong versión 1.0
FantasyCuando te encuentres solo en la gran casona, la del viejo camino que va al Valle Solitario, y sientas el viento helado soplar entre el follaje y lo escuches aullar, y las hojas secas del antiguo árbol de maple deslizar por el pavimento del patio com...