La pintura

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Jamás supe el dolor que una persona podría causar, mirar su belleza dolía. Ella era un ángel llorando por la injusticia del mundo, y yo un simple adolecente perdido en la basura del mundo. Todavía no puedo describir la impotencia que sentí en ese momento. Querer hacer feliz a alguien no basta para resolver los problemas. Ver sus lagrimas rodar por sus mejillas ruborizadas, me hizo recordar cuando todo empezó.

Es fácil vivir la vida de un niño, especialmente si tienes 10 años. Mi vida era alegre, llena de juegos de los cuales ahora siento un poco de vergüenza. Recuerdo perfectamente ese día en el cuál ese ángel entro a mi vida, sin boleto de regreso.

-Es una lástima que Daniel se haya mudado.- La verdad es que Daniel, nunca fue muy pegado a nuestro grupo, talvez sera porque una de las condiciones para entrar a nuestra "pandilla" era comer tres gusanos.

-La verdad es que todos nosotros lo vamos a extrañar.-

-Olvidando todo esto, la chica nueva...-continuó con una sonrisa estúpida- parece que le agradas.

-No digas bobadas, Michael.- respondí.

El sol estaba empezando a caer entre los edificios de Orlando, el cielo tomaba un color amarillo anaranjado y las nubes parecían haber desaparecido en un parpadeo. El color de las casas del vecindario tomaron un color mas natural y viejo. Michael y yo estábamos cansados de jugar. Cuando lo invite a pasar a mi casa, el se negó rotundamente y recordo que tenía que sacar la basura. Puede ser que a Michael no le guste entrar a mi casa porque la ultima vez mi hermana menor colocó pegamento extra fuerte en la taza del baño (la broma era para mí). Tuvieron que llamar a los bomberos para que lo puedan despegar del asiento del baño.

-Adiós, Michael.- respondí, mientras caminaba a la acera de mi casa.

-Adiós Nicholas.

Fue en ese momento. Ese momento el cuál ella lo hizo perfecto. Era bella, tanto como un día de verano. Estaba con su bicicleta gris y un casco que cubría su desalineado cabello castaño. Sus ojos eran azulados marrones, llenos de pureza. Su rostro era dulce y su sonrisa atrevida. Estaciono su bicicleta en la acera que yo estaba, pensé que era una milagrosa coincidencia. No fue así. Ella se bajo sin mostrar timidez. -Disculpa, soy nueva aquí-se quito el casco y continuo- y queria saber si conoces una tienda cercana.

Mi corazón enloqueció, ella siempre tuvo ese poder sobre mí. Me intimidaba. Me controlaba. Me enamoraba.

-Cla...claro, si deseas te puedo llevar.- estaba tan nervioso que me sorprendió que le haya podido responder.

-Esta bien-respondió, y esbozo una sonrisa-

Tomé mi bicicleta, ella tomo la suya. Empezamos a pedalear cada uno por su cuenta. La mire por unos segundos, su cabello reflejaba la luz de la caída del sol. Jamás pensé que ese día no sólo era especial para mí. Jamás llegue a imaginar que esa hermosa chica podría sentir algo por mí.

El aire soplaba sobre mi cara. El estruendo de la calle principal destruía la armonía que mi vecindario producía.

-Veo que eres nueva por aquí -hice una pausa- ¿Cómo te llamas?

-Samantha, un placer-me miró y al verme, sonrió- ¿Y el tuyo?

Ver su sonrisa provocó en mi interior una explosión de sentimientos nuevos. Ella era lo más cercano a lo que la gente describe como ángel. A pesar que recién la conocí; ya quería darle el mundo, hacerla feliz por el resto de mi vida. Me enamore por primera vez. Ella fue mi primer amor.

-Me llamo Nicholas-sonreí- Bueno..¿Para que necesitas ir a una tienda?

-Necesito comprar pintura. En mi familia tenemos una pequeña tradición.

-¿Puedo saber?

-Claro, en mi familia todo lo hacemos juntos. Desde lo más mínimo a lo más difícil. A todos nos gusta pintar, esto fue inculcado por la familia de mi mamá. En su hogar cada vez que podían pintar, lo hacían. Cada vez que ellos se mudaban a una nueva casa, pintaban un mural en cualquier pared. El mural siempre estaba lleno de sentimientos, sueños, expectativas y obviamente muchos colores.

-Es decir, todos pintan algo del mural-

-Exacto. El problema está en ¿Que es lo que voy a pintar?

Hice una pausa indicándole a donde tenía ella que dirigirse. Ella me agradeció y me pidió que la esperara del otro lado de la calle puesto que, quería hacer las compras sola. Simplemente acepté y esperé. No despegué la vista de ella. Llegaron a pasar alrededor de 20 minutos y ella ya había terminado sus compras. Tomó los tachos de pintura y los puso sobre un pequeño canasto verde pastel que estaba detrás de su asiento. Se veía un poco pesado, así que opté por ayudarla, me acerqué un poco. Ella observó que me acercaba y aceleró sus movimientos. Simplemente ella quería realizar las compras sola, pero yo solo quise ayudar. Término de subir todo a su canasto, antes de que yo diera tres pasos. Tomó su bicicleta sin quitar sus ojos en mí. Al darme cuenta que me miraba, los nervios invadieron mi estomago con mariposas inquietantes. ¿Qué debía hacer? ¿Debía sonreír? ¿Qué piensa? ¿Tengo algo en la cara? ¿Se ríe de mi? Mientras ocurría eso, un mal presentimiento corrió por mi espalda. Ella se encontraba en la mitad de la calle. Fue en ese momento en que un trailer a toda velocidad se acercaba rápidamente a ella. El conductor empezó a tocar la bocina a 50m de Samantha, haciendo que ella entre en un estado de shock, inmovilizando su cuerpo. Solté mi bicicleta y corrí como si la muerte pisara mis talones, la verdad es que así fue. Salte fuertemente en dirección de Samantha, choqué violentamente con su cuerpo, la tome de la cadera y espalda. Sus piernas quedaron suspendidas en el aire debido al impacto. Nuestros cuerpos estaban en el aire. Chocamos fuertemente con el suelo de la calle. Para amortiguar su impacto, me ubique debajo de su cuerpo; produciendo en mi una fisura en la costilla. El trailer continuó su viaje con la bicicleta de Samantha en su guardachoques, la pintura dejó un rastro de su trayectoria, lo que ayudó a encontrar al conductor. Su nombre era Bill, pero eso es otro tema.

Pude sentir los latidos de su corazón y ella los míos. Me miró asustada, sus mejillas se ruborizaron debido a las lágrimas. Se sentó, miro la escena en donde por poco muere. Se tapó el rostro con los brazos y luego, me abrazó. El miedo corriendo por su cuerpo, fue lo que sentí al tocarla. Pero, ella vio la adrenalina que se había inyectado en mi ojos.

No tardó en que decenas de gente se acercaran hacia nosotros; más por curiosidad que por brindar ayuda. Tardó dos días en que lo sucedido aparezca en las noticias, pero solo fue cuestión de horas que la gente de mi vecindario se enterará, igual que mis compañeros del colegio.

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⏰ Última actualización: Apr 23, 2016 ⏰

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Samantha FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora