I. UNA GRAN PERDIDA

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Era una cálida mañana de agosto cuando Álvaro recibió esa amarga llamada de teléfono de la policía que le informaba de que el cadáver de su querido padre había sido encontrado en la granja donde había vivido toda su vida. Resultado quizá de un accidente doméstico. Álvaro cayó entre lágrimas debido a que apreciaba mucho a su padre, pero la última vez que habían hablado había surgido una discusión entre ambos que causo que se distanciaran.

Dos crudas semanas habían pasado y la granja a disposición de su único heredero. Álvaro tenía una esposa llamada María y un pequeño niño llamado Marcos. Durante esas dos últimas semanas la vida se les había complicado y no dudaron en pasar un tiempo alejados de todo aquel caos.

María estaba muy feliz por estar en una granja tan agradable como aquella porque padecía de asma y el aire fresco de aquel precioso lugar les refrescaba los pulmones. El pequeño Marcos por su parte, estaba deseando tener aventuras en su nuevo hogar.

La granja poseía un gran terreno. En la entrada se encontraba un gran maizal que se extendía más de 100 metros y al fondo se hallaba una cabaña de madera con un porche pequeño. Donde se encontraba el viejo estudio del padre de Álvaro. Junto a la cabaña había un viejo granero despintado y sucio. La mujer pudo ver algo sumergido en el maizal, algo que sobresalía por su altura, y su marido se fue a investigar. En el centro del maizal había un enorme espacio de tierra vacío, y en su centro se encontraba un viejo espantapájaros. El muñeco tenia extremidades de madera, por ropa llevaba unos viejos trapos y la cabeza la formaba un saco raído. A diferencia de otros, sus ojos y su boca no estaban cosidos, sino que los habían hecho con varios cortes sobre la tela. Para finalizar, de su cuello colgaba un cartel de madera que decía con gran claridad la palabra "Jezeberth". Álvaro recordaba aquel espantapájaros, le temía de pequeño porque era tan aterrador que además de espantar a los cuervos, espantaba también a los niños. Lo dejó descansar en su lugar porque no quería deshacerse de él.

Sin embargo, antes de marcharse, encontró una llave que colgaba de su cuello, la recogió y comprobó que se trataba de la llave que habría la cabaña de su padre, donde solían dormir los invitados. La guardó en su bolsillo y se marchó. 

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