Escena 5. Entre sedas y encaje.

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Ana Saavedra

Allí estaba Andrés, extasiado entre el olor del suave perfume de Brigitte y la textura delicada de su fino vestido de seda. Sus manos no pudieron contenerse un instante, fueron directo a su tierno rostro, tocó sus labios, su mentón, bajó por el cuello y sus tibios hombros desnudos. Sintiéndose como un explorador que recién descubre un tesoro anhelado durante años, y ahora, frente a él, no dejaría pasar la oportunidad de recorrerlo por completo. El velo que cubría el estilizado peinado de Brigitte se enredó entre sus intenciones y fue a parar al suelo, lo que provocó una sonrisa liberadora entre los improvisados amantes, que detuvieron su explotación un instante y, por primera vez en meses, se miraron a los ojos sin restricciones.

Sus manos hicieron una pausa, sus besos enfurruñados se contuvieron y, en esos minutos se hablaron a través del alma. Perdiéndose entre miradas profundas, que robaban colores a la luz del sol. Se habían extrañado tanto, que estaba de más ponerlo en palabras. Brigitte, vio el sufrimiento en lo profundo de esos bellos ojos, leyó el miedo genuino de Andrés y, sin decir palabras le perdonó por no contestarle a sus llamadas. Ahora lo entendía todo, en verdad este hombre la amaba, pero tenía miedo, un temor que lo orillaba a renunciar a estar con ella, y que ahora Brigitte constataba en su mirada. Durante los meses que estuvieron separados, las hormonas desbocadas de Brigitte le hicieron pensar que Andrés no respondía a sus llamadas porque nunca la amó en realidad. Culpaba a la diferencia de edad, de clases sociales, incluso a la chica que trabajaba con él, y que se decía ser su "amiga", pero que Brigitte intuyó desde que la conoció, que estaba enamorada de "su Andrés". La verdad, es que la francesa nunca supo la razón exacta que llevó a ese joven apuesto a dejar de responder sus llamadas, y ahora frente a él, comprendía que era "miedo". Estaba determinada a descubrir por qué tenía miedo. Aunque... eso le implicaría tener que guardar su secreto, para otra ocasión.

Andrés por su parte, se perdía en esos ojos cristalinos, lleno de deseo carnal y adoración sublime. Idolatraba a esa mujer con cuerpo de diosa, su andar altivo y su pronunciación afrancesada que lo encendía más allá de su conciencia. En un impulso desenfrenado, terminó con las confesiones de su mirada y la tomó por la cintura, ciñéndola entre su cuerpo y la pared de una de las casas comunales que, testigo silencioso, presenció las caricias que Andrés apresuraba por debajo del corto y vaporoso vestido de Brigitte. Mientras, la francesa se dividía entre el deseo contenido por meses y la duda que crecía en su corazón. «Qué haría que Andrés tuviera miedo de salir con ella».

Ahora, en Brigitte aumentaba minuto a minuto una razón apremiante por saber qué es lo que le pasaba a Andrés, mientras, este avanzaba con caricias escurridizas adivinando el color de su ropa interior. Ella, entre jadeos acompasados, contuvo la emoción por gritarle que en su vientre crecía poco a poco, un pequeño ser lleno de luz que los uniría para siempre. Al menos, eso deseaba la francesa en lo profundo de su corazón.

Una lluvia sorpresiva comenzó a diluir el fuego en las manos de Andrés y, a revelar lo poco que el vestido de Brigitte dejaba a la imaginación, ahora el amante se sentía escultor ante su obra maestra. Pero un viento frío que anunciaba el próximo cambio de estación, los llevó a recomponerse y Andrés notó que su adorada comenzaba a tener frío. Se quitó su sencilla gabardina gris y cubrió la espalda empapada, acomodando con deleite su roja cabellera escurridiza.

—Andrés, llévame a tu piso —pronunció Brigitte a su oído.

—No, allí no —respondió volviendo a la realidad y volteando por primera vez a su entorno. Asegurándose que nadie los seguía caminó con Brigitte bajo la lluvia, a un lugar apartado en que pudieran estar tranquilos.

El sobresalto en la respuesta de Andrés hizo queel corazón de Brigitte se helara. Corroboró sus sospechas: su marido... ¿Seríaposible que él hubiera descubierto sobre su embarazo? El miedo que antes leíaen los ojos de Andrés comenzó a adueñarse de su corazón. Y en un impulsoinstintivo, llevó sus manos a cubrir su vientre de manera protectora.

El peligro de amarWhere stories live. Discover now