capítulo 4

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Cuando abrió los ojos, Olivia no pensó, " esto debe de ser el cielo". En el cielo jamas se utilizaría una lampara fluorescente para iluminar el ambiente, y el dolor (que apareció una fracción de segundo después). Era típico de la tierra. ¡ Ah, este dolor de la tierra ! Es único, no puede ser confundido con nada.
Quiso moverse, y el dolor aumentó. Aparecieron una serie de puntos luminosos, y aun así Olivia continuó entendiendo que aquello puntos no eran estrellas del paraíso, si no consecuencia de su intenso sufrimiento.
-has recuperado la conciencia - declaró una voz de mujer - ahora estas con los dos pies en el infierno, aprovecha.
No,no podía ser, aquella voz la estaba engañando. No era el infierno,porque sentía mucho frió, y notaba que tubos de plástico salían de su boca y de su nariz. Uno de estos tubos -el introducido por su garganta hasta el fondo - era el que le producían la sensación de ahogo.
Quiso moverse para retomarlo, pero los brazos estaban atados.
-estoy bromeando, no es el infierno -continúo la voz- es peor que el infierno donde, además, yo nunca estuve. Es villete.
A pesar del dolor y de la sensación de sofocamiento Olivia, en una fracción de segundo, entendió lo que había pasado. Había intentado suicidarse y alguien había llegado a tiempo para salvarla. Podía haber sido una monja, una amiga que la hubiera ido a visitar sin avisar, o alguien que se acordó de entregar algo que ella ya había olvidado haber pedido. El echo es que había sobrevivido y estaba en villete.

Villete, el famoso y temido manicomio que existía desde el 1991, año de la independencia del país. En aquella época, creyendo que la división de Yugoslavia se produciría en forma pacífica (al fin y al cabo, Eslovenia enfrentó apenas once días de guerra), un grupo de empresarios europeos consiguió licencia para instalar un hospital para enfermos mentales en un antiguo cuartel, abandonado por causa de los altos costos de mantenimiento.
Lentamente, sin embargo, las guerras comenzaron: primero fue la de Croacia, después, la de bosnia. Los empresarios se preocuparon: el dinero para la inversión provenía de capitalista esparcidos por diversas partes del mundo, cuyos nombres ni sabían, de modo que era imposible sentarse ante ellos, dar algunas disculpas y pedirles que tuvieran paciencia. Resolviendo el problema adoptando prácticas nada recomendables para la joven. Nación, que acababa de salir de un comunismo tolerante, lo que había de peor en RL capitalismo: bastaba pagar para conseguir una plaza.

Muchas personas, cuando querían desembarazarse de algún miembro de la familia por causa de desacuerdos en torno a una herencia (o de algún comportamiento inconveniente), gastaba una fortuna y conseguían un certificado Médico que permitía la internación de loa hijos o los padres que eran fuente de problemas. Otros, para huir de deudas o justificar ciertas actitudes que podían acarrear largas estancias en prisión, pasaban algún tiempo en el asilo y salían libres de cualquier peligro de proceso judicial.

Villete, el lugar de donde nadie jamás había huido.
Que mezclaba a los verdaderos locos - enviados allí por la justicia o por otros hospitales - con aquellos que eran una verdadera confusión, y la prensa a cada momento publicaba historias de malos tratos y abusos, aún cuando jamás tuviera permiso para entrar a ver lo que estaba sucediendo. El gobierno investigaban con propagar que era difícil hacer inversiones externas en el país y la institución conseguía mantenerse en pie, cada vez más fuerte.

- Mi tia se suicido hace pocos meses - continuó la voz femenina - había pasado casi ocho años sin ganas se salir de su cuarto, comiendo, engordando, fumando, tomando calmantes y durmiendo la mayor parte de su tiempo. Tenía dos hijas y un marido que la amaba.

Olivia intentó mover su cabeza en dirección a la voz, pero era imposible.
-tan sólo la vi reaccionar una sola vez: cuando el marido encontró una amante. Entonces ella armó escándalos, perdió peso, rompió vasos, y durante semanas enteras no dejo dormir a loa vecinos con sus gritos. Por más extraño que parezca, creo que fue su época más feliz: estaba luchando por algo, se sentía viva y capaz de reaccionar ante el desafío que se le presentaba.
"¿y qué tengo yo que ver con esto?", pensaba Olivia, incapaz de decir algo. "¡yo no soy tía, ni tengo marido"!.
- El marido término dejando a la amante- prosiguió la mujer-. Mi tía, poco a poco, volvió a su pasividad habitual. Un día me telefoneó diciendo que estaba dispuesta a cambiar de vida: había dejado de fumar. La misma semana, después de aumentar la cantidad de tranquilizantes a causa de la abstinencia de tabaco, avisó a todos estaba dispuesta a suicidarse.
Nadie le creyó. Una mañana, me dejó un recado en el contestador automático, despidiéndose, y se mató con gas. Yo escuché ese mensaje varias veces: nunca había oído una voz más tranquila, más conforme con su propio destino. Decía que no era feliz ni infeliz, y que por eso no aguantaba más.

Olivia sintió compasión por aquella mujer que contaba la historia y que parecía intentar comprender la muerte de su tía. ¿cómo juzgar, en un mundo donde se intenta sobrevivir a cualquier precio, a aquellas personas que deciden morir?
Nadie puede juzgar. Sólo uno sabe la dimensión de su propio sufrimiento, o de la ausencia total de sentido de su vida. Olivia quería explicar eso, por el tubo de su boca la hizo atragantarse, y la mujer vino en su auxilio.
La vio reclinada sobre su cuerpo inmovilizado, entubado, protegido en contra de su voluntad y de su libre arbitrio de destruirlo. Movió la cabeza de un lado al otro, implorando con sus ojos para que le sacara aquel tubo y la dejasen morir en paz.
-Estás nerviosa- dijo la mujer-. No sè si estás arrepentida o si aún quieres morir, pero no me interesa. Lo que me preocupa es cumplir con mi función: si es paciente se muestra agitado, el reglamento exige que se le proporcione un sedante.

Olivia cesó de debatirse, pero la enfermera ya le estaba aplicando una inyección en el brazo. Al poco tiempo había regresado a un mundo extraño, si sueños, donde la única cosa que recordaba era el rostro de la mujer que acababa de ver, el aire de quien hace las cosas porque tiene que hacerlas, sin preguntar jamás por qué el reglamento manda esto o aquello.

Entre La Vida El Más AlláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora