Canción de cuna

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 Ya han pasado muchos años desde la última vez que vio a su madre pero su imagen se ve nítida como si estuviera reviviendo esos atesorados momentos. En esos tiempos su desierto estaba libre de arena, abundaba la tierra fértil y la misma brindaba hogar a toda clase de frutos con espacio de sobra para nuevos.

 Su madre lo miraba con una sonrisa, el mundo no conocía mal en ese momento pero no faltaría mucho para que lo conociera. Oyó su nombre y terminó de despertarse. Se desperezó y la abrazó devolviéndole la sonrisa.

Ella salió de la habitación y se dirigió a la cocina para servirle el desayuno, él corrió para alcanzarla.

 Al llegar a la cocina encontró a su padre sentado en la mesa bebiendo la primer copa del día pero no sería la última. Lo saludó, acercó su silla a la mesa y sentó a disfrutar de la comida que su madre le había preparado. Habiendo terminado se levantó de su silla. Elisa, su madre, le dio un beso en la frente y él corrió afuera a perseguir a los patos que estaban cerca del lago.

 Ya era de noche cuando vio a su padre tomando otra copa sentado en una hamaca colgada en el cobertizo de su casa por dos cadenas oxidadas. Siempre tenía una copa pero él jamas había reparado en esto, después de todo solo era un niño. Su padre lo atemorizaba, sus ojos le recordaban a los de los perros salvajes que por la noche merodeaban por su casa. Sin embargo él, inocente, aún no conocía el mal.

 Corrió dentro de la casa y terminada la cena fue nuevamente a su cuarto, Elisa iría después de recoger la mesa a cantarle su canción para dormir. Esperó impacientemente a su madre, sin su canción no podría conciliar el sueño. Sus manos retorcían las sabanas reflejando su ansiedad.

 Su madre entró con una sonrisa, lo miró con su instinto como si supiera todo lo que pasaba por su cabeza. Él, como siempre, le devolvió la sonrisa. Entonces la canción de su madre sonó dulcemente en su oído. Ya él, desde la oscuridad, no estaba recordando si no que realmente la oía. Sin embargo esa noche no durmió como todas las demás. Un grito, tal vez desde el lago, lo despertó.

 Al mismo tiempo como alguien que sale de una hipnosis se despertó sobresaltado en la oscuridad, tal vez no sentía del todo su cuerpo pero sintió el sudor que le corría por la espalda.

Alerta: DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora