La oscuridad hoy ya se cierne sobre mí. Apenas puedo ver a mí alrededor, y ni siquiera puedo avanzar ni caminar. Siento como me desvanezco y lo único que me mantiene vivo es esa llama. Esa llama eterna que creó el amor que siento por mi amada, la cual casi se ha desvanecido desde que partiste sin mí, y la cual me alumbra en este momento de oscuridad. Ya lo único que me queda en este mundo, son nuestros recuerdos, nuestra vida pasada, lo que dejamos atrás y lo que viví a tu lado.
Fue en la primavera de mi vida cuando llegaste a mí, tras muchos errores y cuando casi dejo de creer en el amor apareciste, como un escudo divino para protegerme. Y no tardaste en enamorarme, con ese olor a esperanza, el cual nacía en tu piel y el viento lo hacía llegar hasta mi, ese mismo viento que movía tu cabello y me dejaba ver como la naturaleza acariciaba cada centímetro de tu piel.
Te recuerdo caminar con un vestido blanco, solemne y elegante, caminando hacia mí. Eclipsabas todo a tu alrededor pues rebosabas belleza en tu cuerpo, en tu cara, en tus palabras y en tu alma, y cautivabas mi roto corazón. En el momento de conocerte, el sol, astuto para engrandecerte, se colocó tras de ti para hacerte brillar, con su intensa y fuerte luz blanca. Simulabas a la perfección a una princesa sacada de un cuento de hadas, pero estaba claro que tu eras más que eso, eras la viva promesa de amor con la que tantos años atrás había soñado. Y sin duda ese día marcaste el comienzo de mi vida.
No tardamos en casarnos y jurarnos amor eterno, ante los ojos de nuestros padres y amigos. Fuimos objeto de la envidia, pero tú parecías no percatarte de ello, estabas totalmente entregada a mi, y a nuestro amor. Me diste todo tu amor incondicional, encontré mi santuario en tu corazón, cuando mas lo necesitaba. Notaba con cada beso, con cada caricia y con cada susurro, el verdadero significado de una palabra expresada desde el corazón.
Vivimos un verano memorable. Largos años pasamos cargados de felicidad, de vivencias, de sueños cumplidos y de metas logradas. Todas ellas conseguidas con una gran satisfacción, pues las logramos juntos, cogidos de la mano, caminando con paso firme, sobre el fino hilo de la vida. Aún vivo aquellas tardes de verano, cuando durante el ocaso, en el momento que el cielo se teñía de rojo, disfrutábamos tumbados contemplando aquella maravilla y recuerdo el brillo en tus ojos, disfrutando con cada instante que pasabas a mi lado.
Te recuerdo cada fría noche de otoño, asomada al balcón de la que por largo tiempo fue nuestra casa, donde compartimos tantos momentos juntos. Asomada a la ilusión de volver a verme una vez más, y poder compartir otra noche conmigo. Te recuerdo de pie, apoyada sobre la barandilla, mientras mirabas al horizonte. Aguardando mi llegada, con la luna reflejándose en tus ojos, otorgándote un brillo en tu mirada, que tanto tiempo a permanecido inscrito en las paredes de mi corazón. Y no era menos tu sonrisa, la cual se dibujaba sobre tu rostro, cuando tu vista oteaba mi llegada desde el horizonte. Tu sonrisa era mi luz en la oscuridad, la cual me guiaba en la vida, en un sendero con una sola dirección y una única meta, la de llegar hasta ti y poder devolverte esa sonrisa, clavando mi mirada directamente sobre tus ojos.
Añoro tu mirada, la cual reflejaba tanto y a la vez, ocultaba tanto. Ocultaba el dolor pasado, tus malas vivencias, tus perdidas, y tus peores recuerdos. Mientras que, me sentía afortunado, pues solo para mi me dedicabas tu mirada única, a través de la cual podía ver tu felicidad, tus mejores momentos, los días mas felices de tu vida, tus deseos, tus sueños, tus fantasías. Pero lo que mas me hacia feliz de esa mirada tuya, llena de felicidad, es que al final de ella, me veía a mi mismo reflejado. Y entre su susurros te dedicaba un te quiero sincero, salido desde mi corazón y mi alma, y entregado directamente al tuyo propio, pues era en tu corazón, donde mi amor a la vida y a ti, habitaba.
Hasta que un día llego el frío invierno para congelarme. Tu partida congeló nuestra llama, la cual seguía ardiendo entre paredes de hielo. Intenté partir contigo, pero no me dejaron, mi hora aun no había llegado. Me quedaba una prueba de amor sincero por superar, la cual durante estos dos años he afrontado superándola, añorando tu amor y aguardando por que llegará mi momento, y hoy finalmente, llegó.
Ahora no veo, pero siento, siento como un corcel blanco llamado esperanza, aguarda por mi. Esperanza de volver a encontrarme con la ilusión, con el destino y con las ganas de vivir. Mi ilusión siempre ha sido poder estar a tu lado cada día, mi destino fue encontrarte, pues tú me devolviste las ganas de vivir y de luchar por aquello que quería. Luchar por ti, por un nosotros, y por un para siempre. Y es que ni siquiera la propia muerte pudo acabar con nuestro amor el día que te llevó con ella. Lo único que lamento, es haber tardado tanto en partir para estar contigo. Y se que mi destino ahora es encontrarte para volver a estar juntos.
Por fin a lo lejos, la diviso, al final del sendero, una silueta cubierta por una intensa luz. Solo un recuerdo aflora ahora mismo en mi corazón, el del día en que te conocí. Mi amor, ¿eres tú?
