Capitulo 4: Pesar

305 43 12
                                    


Supongo que... creo que se merecen un capitulo uwu

***

Kei lo miro sin entender. ¿A qué venia esa pregunta ahora? No conocía a nadie, y bien sabia Akiteru que no tenía ningún amigo, además de ese chico innombrable en la casa. —No... No conozco a alguien con ese nombre. ¿Por qué preguntas?— cuestiono volviendo a la normalidad fría de siempre.

Akiteru volvió a suspirar. Los ojos de su hermanito no mentirían. —Ese era el nombre que gritabas cuando estabas dormido. No es que gritaras tan alto tampoco... solo que lo decías con mucho dolor, y también la expresión de tu rostro, parecía que sufrías mucho en ese momento.—

Bajo su cabeza, como mirando sus manos juntas en las sabanas. Un nombre... —Kuroo...— repitió en voz baja, y un cosquilleo en sus labios salio cuando las letras se fueron en un suspiro. Ese nombre sonaba tan peculiar, y a la vez tan bien.

El mayor bufo al saber que no era necesario quedarse. Su hermano estaba tranquilo, y de seguro volvería a dormir ya que eran más de las 3 de madrugada. Moría de sueño.

Sin que lo hubiera pensado, Kei se levantó como si le hubieran pegado un susto —Voy a tomar algo.— dijo y salio de la habitación rápidamente.


Las luces de la cocina se activaban automáticamente cuando alguien estaba allí, y viviendo toda su vida ahí, el rubio se había asustado cuando se prendieron solas. Su mente no estaba en paz, no podía concentrarse en una sola cosa.

En su cabeza, perduraba esa escena, le taladraba su memoria. Las lágrimas de ese Kei, el abrazo... ese chico de cabello negro.


¿Quién era? Su memoria a largo y corto plazo era muy buena, también conocía de vista a los socios de su padre y a los visitantes de la mansión, y recordaría si alguien con ese porte y cabello hubiera estado por ahí. Simplemente, no podía reconocerlo. Tal vez, si tan solo su pudiera haber visto su rostro...

Suspiro y se dio cuenta de que quedo parado en el arco de la puerta por un tiempo. Camino hacia la heladera y saco un poco de leche del cartón, podría ser que con eso el sueño vendría de nuevo. También así podría volver a soñar y descifrar ese enigma que carcomía su cerebro.

—Kuroo...— de la nada, salio ese nombre. Fue más un impulso, algo que no pudo controlar. Cuando lo nombraba, en su pecho aparecía algo inexplicable, como místico y misterioso. Nunca había sentido algo así antes. Una sensación, ¿De pesar?


Una lágrima recorrió su rostro hasta caer en el suelo. No ardían, no dolían, salieron como por arte de magia, y solo su ojo derecho. Quedo perplejo, mientras la vista de su ojo derecho se borraba a causa del agua que no paraba de salir

—Maldición...— gruño y se sacó los lentes para limpiarse con la manga de su piyama, pero no podía pararlo. Era interminable. Seguían y seguían saliendo gotas para el suelo. —Para ya—.

Se dio un tremendo susto cuando vio al gatito mirándolo fijamente sobre un mueble de cocina. Esos ojitos malvados de color gris estaban casi clavados a sus ojos, ¡Era como si no parpadeaban!

Kei se tomó el pecho con la respiración agitada. El gato en verdad lo había asustado, no lo vio venir ni escucho ningún sonido. —Joder, animalejo...— balbuceo. El felino maulló mientras movía su cola interesado por la que el humano tenía en sus manos.

El rubio se tranquilizó más. Tal vez Akiteru no le había dado de comer en toda la tarde ni antes de dormir, así que de seguro tenía hambre. Tomo un bol de los cajones y vertió el líquido ahí, dejándolo en el piso cómodo para el animalito.

El gato maulló, mirando con deseo el platito y bajo de un salto, como todo felino de renombre. Se lo bebió todo en un momento.

"¿Cómo pudo tomar todo con esa lengua tan chiquita?"

Sueños Compartidos [Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora