Estoy a punto de salir del pub con mi mejor amiga Gabrielle colgando conmigo, para colmo ebria.
Una parte de mí aún no puede creer que mis niveles de alcohol se hayan excedido en un jueves. Incluso para algo tan estúpido como emborracharme el alma soy organizada. Yo solo me emborracho los viernes y sábados, para olvidarme de las tareas de vez en cuando o simplemente porque me gusta la sensación de imprudencia, pero jamás lo había hecho entre semana.
—¿Seguro que estarás bien conduciendo solo Max? Yo puedo llevarlos a ambos — la escucho ofrecer a su futuro novio.
Al parecer también él excede el límite, pero los chicos son muy bobos como para aceptarlo.
—Sí, estaré bien. Si te necesito llamaré.
Sí claro, seguro él la llamará en unos minutos más para decir "estoy mal, ven a por mí". Ambas lo conocemos y siendo honestas, sabemos que obviamente eso no va a pasar. Pero entiendo que Max lo intentara, somos actores, nuestro trabajo es hacerle creer a todos situaciones o emociones que ni siquiera pasan por nuestra mente.
—Bien — dice Gabrielle a regañadientes, como si en verdad le creyera, pero la conozco tan bien que sé que no lo hace.
Me sube a su porsche azul mientras agita una mano en el aire para despedirse de los demás, que parecen estar sobrios. Me siento sin hacer o decir nada porque la verdad estoy abrumada por la jaqueca que comienza a llegarme luego de la terrible y descontrolada intoxicación que le he proporcionado a mi cuerpo.
Lo cierto es que no podré despertarme en unas horas más para ir a la escuela, en especial si no llego a tiempo a casa para tomar el "remedio" que mi madre me enseño a preparar, espero tener un poco aún en el refrigerador.
—¡Gabrielle, apresúrate!
—Ya voy — responde de mala gana.
Rodea el auto y en tres segundos está sentada a mi lado.
—Deberías saber, Isabella, que te estoy haciendo un favor — dice con tono de madre regañona.
—Pues si tanto te molesta puedo tomar un taxi — exclamo atropellando las palabras con balbuceos.
—¿Y que un pervertido aprovechado me deje sin mi mejor amiga? No, gracias.
—Entonces no te quejes — digo sonriéndole, haciéndole saber que es todo de manera sarcástica.
—Es que me has sacado en la mejor parte. Max estaba despidiéndose de forma dulce conmigo.
Miro hacia afuera rodando los ojos, Gabrielle no tiene remedio.
—Gabs, él es un chico ebrio, eso hacen los chicos ebrios — digo como si yo estuviese en mis cinco sentidos.
—¿Y las chicas ebrias se ligan al lindo camarero del pub? — pregunta alzando una de sus espesas cejas, recordándome lo que ya sé, estoy como una cuba.
—Probablemente.
Ambas comenzamos a reír. A pesar de la jaqueca, ella hace que me sienta bien, como siempre.
—¿Cuándo vas a encontrar a un chico real? ¿Uno qué enserio te quiera? ¿Una relación que dure más de tres besos? —. La forma en que lo dice me hace sentir que comenzará con ese sermón de anciana sobre como yo no formalizo nada y siempre me escondo tras lo que es fácil.
—Yo no creo en eso, no por ahora — le explico brevemente, lo cierto es que no estoy en ánimos de tener una discusión.
—Pues deberías. El amor es hermoso, es tan único, enriquecedor, mágico. Y hasta puede ser alocado si así lo quieres — trata de convencerme.
ESTÁS LEYENDO
Tras la sonrisa
Любовные романыIsabelle Thomas es una nueva estudiante del departamento de Artes Dramáticas en la Universidad de Nueva York. Recién mudada de Los Ángeles y con un gran futuro por delante, hasta donde ella puede ver, se ve obligada a vivir sola en un departamento...