Angel.

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— ¿Por qué te fuiste? —susurró mientras sus dedos se deslizaban por el relieve de la fotografía de Alec. Las lágrimas comenzaron a caer y dar golpes insonoros sobre el papel—. ¿Por qué me dejaste, Alec?

Magnus no podía recordar la última vez que había llorado. Probablemente no lo había hecho desde que era un niño. Pero esta vez era algo que le dolía demasiado, que nunca podría superar u olvidar. Sentía un vacío en su interior, la ausencia de ese nefilim de ojos azules con el que había pasado los mejores momentos de su vida.

—Podría haberte protegido, haber hecho algo. ¿Por qué no estuve ahí para ti? —Suspiró, tratando de controlarse— ¿Por qué no me esperaste? ¿Por qué no me llevaste contigo?

Toda esa situación era una gran ironía. Todavía recordaba las eternas discusiones sobre la inmortalidad del brujo, que seguiría igual mientras el muchacho envejecía, y ahora, sin previo aviso, él se había ido primero.

—No sé si podré soportar esto por mucho más —sus palabras se convirtieron en un jadeo entrecortado, mientras trataba de frenar las lágrimas y quitarse el nudo de la garganta. En ese momento quería que el mundo desapareciese, que pudiera olvidarse de todo por un momento y estar libre de dolor. No sabía por qué le había sucedido esto a Alec, era un chico, solo tenía dieciocho años, no se merecía el destino que le había tocado. Nadie podía superar su ausencia. Ni Isabelle, ni Jace, ni siquiera Clary y Simon. Necesitaba verlo, abrazarlo, que esa angustia se extinguiera y volviera a tener a su novio entre sus brazos, por lo menos una última vez. Ni siquiera había podido despedirse.
Todavía recordaba ese momento, nítido en su memoria.

Habían derrotado a Sebastian, y cuando por fin terminó de luchar se apresuró a buscar a Alec. No lo encontraba por ningún sitio. Hasta que divisó a Isabelle, Jace, Clary y Simon arrodillados sobre un cuerpo inerte que yacía en el suelo. No podía ser él. No podía estar sucediéndole eso. Pero así era. Llegó hasta él, con las lágrimas nublándole la vista, la magia no podía hacer nada; ya había pasado a la otra vida. Hacía dos meses de eso, y sin embargo nadie podía superar la pérdida.

Pero debía ser fuerte, por Alec. Porque él lo hubiera querido así. No querría ver a Magnus derrumbarse como lo estaba haciendo en ese momento. Y aunque sentía que sus fuerzas flaqueaban a cada segundo que pasaba, no sabía si podría soportar el resto de su existencia sin su nefilim. Pero debía seguir adelante por él.

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