La fiesta de los Black

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Era una calurosa tarde a finales de verano. Los pájaros entonaban sus últimas melodías y el sol se escondía lentamente en el horizonte. Cuándo sus rayos ya no alcanzaran esa parte de la tierra y la noche tomara protagonismo, refrescaría. Así que Kate Steel decidió de mala gana llevarse un abrigo.

No quería ir. Odiaba esas reuniones absurdas que celebraban sin motivo alguno. La exasperaba enormemente. Amabilidad fingida, sonrisas forzadas... Falsedad por todos lados. Las mujeres presumiendo de sus increíbles vestidos y joyas, los hombres jactándose de sus grandes fortunas y exhibiendo a sus mujeres e hijas como si fueran meros trofeos.

Miró a su alrededor, a su nueva habitación. Era demasiado grande para su gusto. Demasiado sobrecargada. Demasiado exhuberante. La gran cama de matrimonio, como si una individual no fuera lo suficiente para descansar. Sus sábanas de seda, como si así sus sueños fueran a ser mejores. El gran armario de roble lleno de ropa hasta los topes, como si fuera a llegar a ponérselo todo... Ninguna cosa estaba fuera de lugar, los elfos domésticos limpiaban y ordenaban hasta el último centímetro día sí y día también. Era... demasiado.

Echaba de menos su antigua casa. Su antigua vida, sencilla.

Pero su madre se había vuelto a casar. Y su nuevo marido estaba, en pocas palabras, forrado.

No quería ser malinterpretada, Theodore Becher le caía bien. Era un buen hombre que hacía feliz a su madre. El problema era que no conseguía adaptarse a todos esos lujos... Ella no había hecho absolutamente nada para ganarse nada de esto. Simplemente era la hijastra con suerte.

Se miró en el gran espejo que colgaba de una de las paredes. El vestido que se había puesto era precioso. Había estado tentada en ponerse el negro que encontró en el armario. Pero luego vio el azul, que era del mismo tono oscuro que sus ojos y le favorecía de manera exultante. Además llevaba los ojos pintados con delineador negro que le realzaba muchísimo la mirada.

Estuvo a punto de coger cualquier prenda sencilla y normal, pero aprendió la lección la última vez. No quería pasarse otra hora cambiándose bajo el escrutinio de su madre...

Alguien llamó a su puerta.

−Adelante... −dijo sin ánimo alguno.

Hablando del rey de Roma... Su madre entró con esa sonrisa radiante que llevaba desde que había conocido a Theodore. Seguro que había venido a asegurarse de que se vestía apropiadamente...

Kate alzó las cejas al verla. Estaba preciosa... Se había puesto un vestido rojo con cenefas delicadas de color negro y un maquillaje muy elaborado. Ojos ahumados y labios ligeramente rojos sin llegar a desentonar con el vestido.

−¿Quieres que te haga el recogido? –preguntó dulcemente su madre.

Kate aceptó dedicándole una pequeña sonrisa.

Rebecca Becker se puso manos a la obra, era una completa artista con el cabello. Empezó cepillando para dejar el negro y liso cabello de Kate sin un solo enredo, después se dedicó a escoger mechones y coger pasadores del tocador. Siguió elaborando su obra con delicadeza y dedicación.

−Mamá... ¿De verdad tengo que ir? –dijo de repente Kate con súplica en su tono.

−¡Será divertido, ya lo verás! No entiendo como no te gustan estas cosas. Comer, conocer gente nueva, bailar... Es una fiesta Kate, diviértete un poco.

−Más que una fiesta es una competición... −murmuró.

−Mira cariño, nadie te obliga a ir. –dijo con dulzura poniéndole las manos en los hombros y mirándola a través del espejo del tocador −Pero a Theo y a mí nos hacía mucha ilusión ir los tres. Además Irina también asistirá, no será como la última vez que estuviste sola.

Hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora