18: Ahogarse en un vaso de agua.

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Sehun abrió los ojos solo para encontrarse con la madre de las jaquecas instalada en su cabeza. 

No era de extrañarse. El día anterior había pasado un largo rato frente al espejo del baño en algún tipo de trance, todavía vestido con el uniforme húmedo por la lluvia, con la ducha abierta siendo ignorada. Y por la noche no había podido dormir bien. Su cerebro se negaba a apagarse.

Al menos era sábado y podía holgazanear en la cama hasta tarde, que fue exactamente lo que hizo, hasta que comenzó a aburrirse y decidió que era momento de dejar de esconderse bajo las mantas de la realidad.

―Buenos días ―saludó con poco entusiasmo, entrando a la cocina donde su hermana mezclaba algo dentro de una cacerola sobre la estufa, vestida aún en su pijama, que era una mezcla entre una sudadera vieja y unos pantalones estampados de frisa. Las puntas de su cabello corto colgaban en la cima de su cabeza, como una graciosa palmera.

―Buenas tardes: es la una treinta ―corrigió, sin girarse.

Sehun se sentó frente al desayunador.―¿Dónde están mamá y papá?

―Han salido a visitar a unos amigos. Dijeron que volverían por la noche y que traerían la cena.

―Y tú te estás encargando del almuerzo.

―Ajá. 

―Ah... 

Movió los ojos hacia el refrigerador, buscando entre los imanes algún lugar al que pudieran llamar para pedir cuando Bin aceptara que lo que sea que hubiese en esa cacerola no era comestible. Sus ojos chocaron con el imán del restaurante del tío de Yoo Yeonjoo, y el nombre le trajo todos los recuerdos del día anterior. Soltó un suspiro fastidiado.

Bin se giró para decirle algo, sus ojos estudiaron el rostro de su hermano y se detuvo, mirándolo con las cejas un poco fruncidas.―¿Todo en orden? 

―Síp ―respondió Sehun y cambió de tema, porque realmente no quería hablar de lo sucedido. Bin se lo dejó pasar, leyendo su poca disposición a ahondar en lo que lo afligía.

Treinta minutos más tarde, mientras Bin hablaba con una amiga suya por teléfono despatarrada sobre el sofá, sin una preocupación en el mundo, el almuerzo se quemó. Sehun lo había visto venir, había observado el humo comenzar a salir de la cacerola, había sentido el olor del contenido carbonizándose. Y se mantuvo en silencio, porque que aquel invento gastronómico se hiciera cenizas era lo mejor para su salud.

Terminaron discutiendo sobre qué restaurante llamar y, por supuesto, Bin insistió en pedir al restaurante donde trabajaba Yoo Yeonjoo, incluso después de todas las quejas de Sehun, que era quien siempre llamaba a ordenar porque su hermana odiaba hacerlo. Al marcar el número del restaurante, oró en silencio porque Yeonjoo no estuviese trabajando ese turno.

Toska «hunhan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora