Capítulo 26

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Apartó la mirada de la cara de Sara con el ceño fruncido, totalmente rojo, enfurecido, avergonzado, no estaba arrepentido de lo que había hecho, pero tampoco estaba orgulloso, simplemente había pasado y tenía que acatar con las consecuencias, es decir, la pelirroja que lo mirada intensamente desde enfrente, con los ojos abiertos, brillantes, la sonrisa plenamente satisfecha. James y David dejaron sus bandejas en la mesa, el primero junto a su novia y el segundo junto a él, y ambos se miraron porque no entendían lo que pasaba.

-Me he acostado con Sam.

-¡¿Qué?! -perdió la mirada en su almuerzo y se lo llevó a la boca para masticar ansioso, sin querer mirar la caras sorprendidas de sus amigos. Sara sin embargo aplaudió.

-¡Lo sabía! -aunque miraba hacia abajo, Arthur pudo notar cómo Sara se levantaba, rodeando la mesa, apartaba a David de su lado y se dejaba caer ella, mirándolo como una niña que oye una historia- Cuéntamelo todo.

Levantó la cabeza, encontrando a David y a James riendo frente a él, mientras Sara esperaba expectante a su derecha, clavándole sus ojos verdes. ¿De verdad quería que se lo contara... todo? No, ni hablar, no pensaba tan siquiera volver a imaginárselo por sí mismo. Sacudió la cabeza y comió más, seguro de que no le harían hablar con la boca llena.

-Al menos dime si te gustó. -obviamente Sara no se iba a dar por vencida y siguió y siguió preguntándole cosas vergonzosas, sin preocuparse por que estaban en el patio de la universidad y cualquiera podía oírlos. Claro que, mientras no dijesen el nombre de Sam, nadie sabría de quién hablaban y a nadie le importaba la vida de Arthur Piper. Dejó el bocadillo en la bandeja al darse cuenta de que no pensaba parar y la miró- ...sentarte?

-¡Cállate!

Sus tres grandes amigos se echaron a reír y Arthur pensó que le saldría humo de la cara en cualquier momento, así que se la tapó con las dos manos y no rechazó las palmatidas de Sara en su espalda.

-Vale, ahora no, pero en algún momento tendrás que contármelo todo.

-¡Sara!

La oyó reír y disculparse con su novio, aunque luego se unió a las carcajadas de David, sin dejar de pasear sus dedos arriba y abajo por su espalda, más y más abajo, llegó a su culo y lo apretó, haciendo a Arthur apartarse de un salto. La miró esperando un explicación pero ella solo seguía sonriendo satisfecha. James tenía cara de no saber qué decir, e incluso David que siempre parecía tener palabras se reía. ¿Qué les hacía tanta gracia?

Apretó los puños con rabia y se levantó, dejándolos en la mesa, yéndose decidido, con una pequeña molestia disimulada en su parte más íntima, a cualquier parte donde nadie lo molestara. Ya que sus amigos eran idiotas, pensaba aprovechar esos pocos minutos para estudiar, o tal vez simplemente se ponía a escuchar música o se unía a algún marginado en una conversación sin rumbo.

Llegó a una de las esquinas donde no solía haber nadie, esa que al girarla te llevaba a la puerta trasera del edificio por la que nunca se había atrevido a entrar y apretó los dientes al ver un supuestamente bonito dibujo con la cara de Sam en una pared no muy lejana de allí. Aunque lo que realmente lo hizo querer gritar fueron todos esos corazones tallados en un árbol antiguo, llenos todos del nombre de su hermanastro y el de alguna de sus fans locas. Chasqueó la lengua y se miró los pies para no ver más de esas asquerosidades y de repente su cara chocó con algo duro.

Sam giró sobre sus talones y Arthur bufó. ¿No podía encontrarse con nadie más? Prefería mil veces chocarse con cualquier imbécil del equipo de fútbol que con él. Y para su mala suerte, como si lo hubieran oído, los chicos del equipo, esos que eran altos, gruesos y que, aunque nunca le habían hecho caso, siempre le habían caído fatal, aparecieron amistosamente detrás de Sam, saliendo uno a uno por la puerta de hierro casi oxidada.

Hasta que el cuerpo aguanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora