ARGUMENTO:
Marcus Pierce
, un increíblemente apuesto aristócrata con una infame reputación, hereda la tutela de la fogosa Arabella Loring y sus dos hermanas... e inmediatamente declara sus intenciones de casarlas. Pero la encantadoramente desafiante Arabella provoca frustración, y algo profundamente erótico, en Marcus. Después de medir su inteligencia y su espada con ella, el posesivo noble llega a la conclusión de que tan hermosa y formidable adversaria debe ser suya.
Arabella, que ha renegado del matrimonio y de los hombres, desea que la dejen dirigir su academia para jóvenes damas en paz. Con tal fin, audazmente acepta el íntimo desafío de Marcus: si él logra cortejar y conquistarla en el período de dos semanas, ella ocupará su lugar en su cama y como su esposa. Sin embargo, si consigue resistirse a sus considerables encantos, se les concederá la independencia a las hermanas Loring.
Así, comienza un extraordinario juego de seducción...
CAPITULO 01
El nuevo conde me va a volver loca con su idea de emparejarnos como si fuésemos animales de cría.
CARTA DE LA SEÑORITA ARABELLA LORING A FANNY IRWIN
Londres, mayo de 1817.
Matrimonio.
La propia palabra era en sí amenazadora. Sin embargo, el nuevo conde de Danvers no podía seguir ignorando el asunto por mucho que le pesara.
-Es una lástima que el último conde ya haya muerto -dijo interrumpiendo su declaración con una estocada del florete que llevaba en la mano-. De otro modo, yo mismo lo hubiera ensartado por la jugada que me ha hecho dejándome tres pupilas en prenda para que les haga de alcahuete.
Su queja, formulada sobre un fondo de entrechocar de aceros, fue recibida con risas benévolas por parte de sus amigos. -¿Alcahuete, Marcus? ¿No es algo exagerado?
-Describe perfectamente mi responsabilidad.
-Casamentero es una definición más elegante.
Casamentero.
Qué sombrío pensamiento.
Marcus Pierce, anteriormente barón Pierce y ahora octavo lord Danvers, hizo una mueca con desganado humor. Aunque en general disfrutaba ante un reto, en esos momentos renunciaría gustoso a verse responsable de tres bellezas sin dinero... Y, peor aún, con la obligación de encontrarles esposos respetables.
Sin embargo, las hermanas Loring venían en el lote, junto con su nuevo título, por lo que se había resignado a cumplir con su deber antes o después.
Preferiblemente después.
Hasta el momento, Marcus había disfrutado de treinta y dos agradables años de soltería, los últimos diez como uno de los más esquivos buenos partidos de Londres. Puesto que el matrimonio estaba situado en el último lugar de su lista de preferencias, llevaba posponiendo su obligación hacia sus no deseadas pupilas desde hada semanas.
Sin embargo, en aquella espléndida mañana de primavera, se había obligado a abordar la cuestión mientras se hallaba ocupado en la práctica de la esgrima en su mansión de Mayfair con sus dos amigos más íntimos, y, como él, fugitivos del mercado matrimonial.
-Pero ¿comprendéis mi dilema? -preguntó, ejecutando una rápida finta ante su adversario igualmente experto, Andrew Moncrief, duque de Arden.
-¡Por supuesto! -respondió Drew entre el estrépito de los estoques. -Quieres casar a tus tres pupilas, pero no crees que vayas a encontrar a demasiados interesados, teniendo en cuenta el escándalo que hubo en su familia.
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