Highway to Hell - AC/DC

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El delicioso olor del tocino friéndose hace que mi barriga le ruga a mi cama, abro los ojos y el reflejo del sol me pega como un francotirador. Maldita sea, levanto la cabeza de mi única almohada mientras tallo mis ojos, pero dejo de hacerlo en cuanto lo noto, un terrible habito que se me quedo del accidente.

Bostezo y en efecto, huele a tocino, mi favorito. Eso solo puede significar una cosa: mi madre está en casa. Demonios Era mitad de enero y ella no paso las navidades con nosotros así que solamente pudo venir a una cosa. Mierda, mierda, mierda.

Paso mi mano izquierda por todo lo largo de mi cabello mientras le lanzo a la ducha casi trotando. Mientras me desnudo no puedo evitar mirar mi reflejo de cuerpo completo pues el espejo es del tamaño de toda la jodida pared por órdenes de mamá. Mi cabello está a punto de hacerme cosquillas en mi feo trasero de cácher. Casi logro asustarme a mí misma cuando e miro directamente a los ojos en el espejo. Hago una mueca de molestia al ver mis ojos y entro a la ducha con el agua más fría que puedo soportar.

Bajo al primer piso por el tobogán amarillo, pero después me arrepiento porque no va a la suficiente velocidad a la que me gustaría pero cuando por fin bajo de ese cacharro troto directo a la cocina. Antes de entrar de lleno en la cocina pellizco un poco mis mejillas y mordisqueo mis labios para darles un poco de color y entonces avanzo.

Asomo mi cabeza por el interior de la cocina y puedo ver el largo pelo rojo de mi madre. Acomodo mi ropa un poco y avanzo hasta tenerla en frente pero ella no me ve ya que está dando órdenes a diestra y siniestra a las empleadas.

- Mami – la voz me sale un poco quebrada pero ella me escuchó porque dejo de ver su espalda para encararme con esos ojos celestes. Todos en la casa guardan silencio y nos observan.

Su teléfono de última generación empieza a sonar pero ella lo calla de inmediato. No puede verme a los ojos ya que estoy mirando la pared de cristal frente a mí que separa la cocina con el comedor pero ella coma mi barbilla, la levanta y la acerca a la suya y yo no tengo más remedio que mirarla. Cuando nuestros ojos se conectan ella me mira del mismo modo de siempre, lo mismo que todos hacen. Aparta su mirada de mis extraños iris y suelta mi barbilla,

- Ve con tus hermanos a desayunar, hice tocino. – ambas levantamos una ceja, mirándonos desafiante.

- ¿hiciste? – le reprocho.

- Mandé que lo hicieran. Especialmente para ti, Ale.

- Gracias mamá, con permiso. – paso por su lado dispuesta a irme pero su brazo intercepta el mío.

- Eres hermosa Ale...

- Hasta ahí está bien. – le corto.

Me siento en la gran mesa, un enorme plato con huevo, tocino y pan tostado me espera. Por dios, empecé a babear.

Alguien toca débilmente mi cabello de color caramelo que le ponen a las manzanas. Es mi madre. Ella se sienta elegantemente en la mesa y mira la pared de cristal, dando una orden sin voz y hace que todos se sienten a desayunar.

La mesa es jodidamente grande, ordenes de mamá, es lo suficientemente grande para que mis hermanos no se toquen mientras coman y así evitar peleas. En la enorme mesa había lugar para todos, mis hermanos y yo estábamos sentados en uno de los costados de la mesa, en frente de nosotros se sentaban los empleados y solo uno de los asientos individuales era ocupado. El bello culo de mamá estaba sentado allí. Mire el único asiento que ya casi siempre está vacío. Que jodida mierda. Ese lugar normalmente es ocupado por alguno de nuestros padres, aunque normalmente era el mío el que siempre aplastaba su chato trasero ahí. Puta vida. Suspire antes de tomar los cubiertos para empezar a comer.

Gira al sol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora