capítulo 5

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Olivia no sabía cuanto tiempo estuvo durmiendo. Recordaba haberse despertado en algún momento, aún con los aparatos de supervivencia en su boca y su nariz, al oír una voz que le decía:
-¿Quieres que te masturbe?-
Pero ahora, con los ojos bien. Abiertos y mirando la habitación a su alrededor, no sabía si aquello había sido real o una alucinación. Aparte de eso, no conseguía recordar nada, absolutamente nada.
Le habían retirado los tubos, pero continuaba con agujas cavadas por todo el cuerpo, cables conectados en la zona del corazón y de la cabeza, y los brazos atados. Estaba desnuda, cubierta apenas por una sábana, y sentía frío, pero decidió no quejarse. El pequeño ambiente, rodeado de cortinas verdes, estaba ocupado por las maquinas de una Unidad de Tratamiento Intensivo, la cama donde estaba acostada y una silla blanca, con una enfermera sentada entretenida en la lectura de un libro.
La mujer, esta vez, tenia ojos oscuros y cabellos castaños. Aún así, Olivia se quedó en la duda de si era la misma persona con quien había conversado horas-¿o días?-antes.
-¿puede desatarme los brazos?
La enfermera levantó los ojos, respondió con un seco "no" y volvió al libro.
Estoy viva, pensó Olivia. Va a empezar todo otra vez. Tendré que pasar un tiempo aquí dentro, hasta que comprueben que estoy perfectamente normal. Después me darán de alta, y volveré a ver las calles de Ljubljana, su plaza redonda, los puentes, las personas que pasan por las calles yendo y volviendo del trabajo.
Como las personas siempre tienden a ayudar a las otras -sólo para sentirse mejores de lo que realmente son- me volveré a emplear en la biblioteca. Con el tiempo, volveré frecuentar los mismos bares y discoteca, conversaré con mis amigos sobre las injusticias y los problemas del mundo, iré al cine, Pasearé por el lago.
Dado que elegí las pastillas, no he estropeado mi físicos en absoluto: continuó siendo joven, bella, inteligente, y no tengo- como nunca tuve- dificultades para conseguir novio. Hago el amor con él en su casa, o en el bosque, obtengo un cierto placer, pero después del orgasmo la sensación de vacío vuelve. No tenemos mucho sobre lo que conversar, y tanto él como yo lo sabemos: llega el momento de darnos una disculpa mutua ("es tarde" o "mañana tengo que levantarme temprano") y partimos lo más rápidamente posible, evitando mirarnos a los ojos.
Yo vuelvo a mi cuarto alquilado en el convento. Intento leer un libro, enciendo el televisor para ver los mismos programas de siempre, coloco el despertador para despertarme exactamente a la misma hora que el día anterior, repito mecánicamente las tareas que me son confirmadas en la biblioteca. Como el sándwich en el jardín frente al teatro sentada en el mismo banco, junto con otras personas que también escogen los mismos bancos para almorzar, que tienen la misma mirada vacía, pero fingen estar ocupadas con cosas importantísimas.
Después vuelvo al trabajo, escucho algunos comentarios sobre quien estaba saliendo con quién, quién está sufriendo tal cosa cómo tal persona lloró por culpa del marido, y me quedo con la sensación de que soy bella, tengo empleo y consigo el amante que quiero. Después regreso a los bares hacia el fin del día y todo vuelve a empezar.
Mi madre( que debe de estar preocupadísima por mi intento de suicido) se recupera del susto y continúa preguntándome que voy a hacer de mi vida, por que ni soy igual a las otras personas que ya, al fin y al cabo, las cosas no son tan complicadas como yo pienso que son. "Fíjate en mi, por ejemplo, que llevo años casada con tu padre y procuré darte la mejor educación y los mejores ejemplos posibles".

Un día me cansaré de oírle repetir siempre lo mismo y, para contentarla, me casaré con un hombre a quien yo misma me impondré amar. Ambos terminamos encontrando una manera de soñar juntos con nuestro futuro, la casa en el campo, los hijos, el futuro de nuestras hijos. Haremos mucho en amor el primer año, menos el segundo, a partir del tercero quizás pensaremos en el sexo una vez cada quince días y transformaremos en el ese pensamiento en acción apenas una vez al mes. Y, peor que eso, apenas hablaremos. Yo me esforzaré por aceptar la situación, y me preguntaré en que he fallado, ya que no consiguiré interesarlo, no me prestará la menor atención y vivirá hablando de sus amigos como si fuesen realmente su mundo.
Cuando el matrimonio esté apenas sostenido por un hilo, me quedaré embarazada. Tentremos un hijo, pasaremos algún tiempo más próximos uno del otro y pronto la situación volverá a ser como antes.
Entonces empezaré a engordar como la tía de la enfermera de ayer, o de días atrás, no sé bien. Y empezaré a hacer régimen, sistemáticamente derrotada cada día, cada semana, por el peso que insiste en aumentar a pesar de todo el control. A estas alturas, tomaré algunas drogas mágicas para no caer en la depresión y tendré algunos hijos en noches de amor que pasarán demasiado deprisa. Diré a todos que ellos hijos son la razón de mi vida pero, en verdad, ellos exigirán mi vida como razón. La gente nos considerará siempre una pareja feliz y nadie sabrá lo que existe de soledad, de amargura, de renuncia, detrás de esa apariencia de felicidad.

Entre La Vida El Más AlláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora