Hechizo

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Kim Min Seok estaba cansado. Cansado de ocultarse, cansado de mentir, cansado de esconderse, cansado de tener que ocultar la razón de su felicidad. Pero más que cansado, estaba molesto, enojado consigo mismo por no tener las suficientes agallas para hacerle frente al problema y gritarle al mundo que, hacía más de un año y medio – ya casi dos –, tenía una relación con Kim Jong Dae.

Pero él sabía que había sido su culpa. Él fue el que quiso que su relación no viera la luz del sol. Él fue el que le había rogado a Chen que debía ser secreto, que nadie debía enterarse, que si se sabía lo único que conseguirían serían meterse en muchos problemas que afectarían a ellos dos y al grupo en general.

Y Jong Dae lo había aceptado, lo había entendido, porque pensaba exactamente igual que Xiu Min. La única diferencia era que a Jong Dae no le importaba arriesgarse y que Xiu Min se sentía aterrado por hacerlo.

Saber eso llevaba a Xiu Min a reconocer otro punto importante: Jong Dae y él eran muy diferentes. Eran como el sol y la luna, el día y la noche, el calor y el frío. El inmortal era todo lo que Min Seok no era: extrovertido, divertido, enérgico, sociable, risueño, hablador, mientras que él era introvertido, cerrado, poco sociable y no hablaba a menos que fuera necesario. Y muchas otras tantas diferencias que estaba seguro podía escribir una cuaderno de 500 páginas por completo y, quizás, hasta le faltarían hojas.

Min Seok miró a su reflejo en el espejo del baño, fulminándose a sí mismo con la mirada. Se notaban sus ojeras y sus ojos rojos. Había intentado dormir, pero había sido en vano. No podía dejar de pensar en la discusión, entre otras tantas, que había tenido con su novio hacía unas horas atrás, en la que dijo cosas que no quería decir.

Y Kim Min Seok lloró. Lloró por su relación, lloró por Jong Dae, lloró por sí mismo, lloró por todas las veces en que dañó y fue dañado, lloró por los momentos y oportunidades perdidos, lloró por mentir, lloró por ser un cobarde, lloró por no poder darle a su novio lo que necesitaba, lloró porque se estaba privando a sí mismo de la felicidad absoluta que estaba al alcance de su mano y que ahora, lentamente, estaba perdiendo.

Porque Jong Dae y él discutían más de lo que sonreían. Porque se alejaban más uno de otro en vez de abrazarse. Porque en vez de besos se decían palabras hirientes. Porque en vez de solucionarlo todo, preferían irse cada uno por su lado y aparentar que su relación estaba bien cuando, definitivamente, no lo estaba.

Hacía unas horas habían discutido y, como siempre que algo así ocurría, Chen había salido de la habitación que compartían de un portazo y aún no había regresado. Pero Xiu Min sabía que él seguía en la casa, seguramente durmiendo en la habitación de Park Chan Yeol y Byun Baek Hyun que se encontraban en un viaje y no regresarían dentro de unos días.

Y ya eran las 3:30 am y Min Seok no podía pegar un ojo y, lo peor, era que no podía dejar de llorar. Reconocía que todo había sido su culpa. Su culpa por poner a todos los demás antes que a Jong Dae, por pensar en el "qué dirán" que en lo que su novio sentía.

Frustrado consigo mismo, se metió en la tina que había llenado con agua para intentar relajarse y alejar la nube negra que se cernía implacable sobre él.

Tenía que preguntarse ¿en qué carajos estaba pensando al aceptar salir con Chen? No es que no hubiera química o que no sintiera una conexión, ¡al contrario! Cuando estaban en el mismo cuarto, las chispas aparecían entre ellos como magia. Pero también tenía que ser sincero, jamás hubiese podido decir que no a la propuesta. Le gustaba Jong Dae, mucho, demasiado, tanto que con que solo el chico le dijera "hola" sentía que podía morirse de felicidad. Lástima que antes de que de su boca brotara el "¡¡¡sí!!!", sin dudarlo ni pensarlo, no hubiese recordado sobre la realidad en la que ambos vivían.

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