Su caligrafía era dura e incorregible, pésima y complicada, transmitía un inmenso desorden emocional, no respetaba los márgenes y había fragmentos en los que la punta del bolígrafo atravesaba la hoja.
Sin embargo, el contenido de su correspondencia era completamente distinto, como si fuese capaz de reflejar su propia alma en un espejo, como esos lagos que invitan a caminar a la mirada sobre la tersura de su superficie, siendo una parte más del cielo.