Los ojos

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Al mirarlo a los ojos podía sentir lo que él sentía. Sus ojos podían llevarme a un lugar, que dependiendo de él, era hermoso... o sombrío, oscuro y turbio.

Recuerdo que en sus últimos días al mirarlo a los ojos mi alma volaba hacía un lugar en ruinas, destruido por el dolor. Nuestras almas ya no bailaban, no reían, ni disfrutaban tenerse una a la otra como lo hacían antes. Nuestras almas no eran más que almas mirándose con tristeza.

El último día, al mirarlo a los ojos mi alma voló hacia un lugar indescriptible. No existía la felicidad, solo había oscuridad. Mi alma corrió en busca de la suya pero jamás la encontró. Pude sentir su pena, me llené de su pena, viví su pena. Y con mis dedos cerré sus ojos. Y lloré. Y me lamenté. Y odié que mi amor no pudiera salvarlo. Y ahí me quedé, tumbada en el suelo, llorando, viviendo su dolor, deseando que la vida termine pronto para reencontrarme con él.

Y ya han pasado dos años. Y todo sigue igual. Mi cuerpo vive, pero mi alma no. Y al mirar a los ojos de cualquier persona, solo recuerdo sus ojos. Y me rompo en llanto. Y sueño con el final de mis días, que parece que nunca llegará. Y pienso que lo mejor es hacerlo yo, pero no puedo. Hasta que me decido hacerlo, y hoy es el día.

Pensamientos a la madrugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora