Capítulo X. Sonámbulo

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Arriba, la bastedad del cielo, con su azul profundo lleno de nubes algodonosas y gaviotas que lo rondaban, gritaban y volaban bajo la luz del sol que le daba en el rostro. Abajo, la profundidad y oscuridad del océano donde flotaba, donde se mecía. Extrañamente sentía como si le escurriera algo de la cara, algo que olía metálico y no a sal, como el mar. Sal. Agua. Metal. ¿Sangre? Una ola lo volcó y lo abrazó.

Un momento, ¿las olas abrazan?

Abrió los ojos con lentitud. En efecto, la luz del sol pegaba sobre su rostro luego de la tormenta de la noche anterior. Ese día estaría muy sofocado, pero no le importó; tomó la mano de quien lo abrazaba y suspiró.

–Jojo... –Dijo la voz suave y aún adormilada de Kakyoin. –Buenos días...

Giró una vez más y lo vio recostado sobre el futón, tallándose los ojos con suavidad mientras bostezaba. Notó cicatrices en sus ojos además de unas cuantas pecas –casi imperceptibles a la vista- en su rostro, hoyuelos en sus mejillas cuando sonreía y no pudo quitar su vista de la cicatriz con piel rosa y sana en su abdomen por un instante. Pensó que era mejor sostenerle la mirada.

–Buen día. –Lo besó en la frente sólo para verlo sonrojar. – ¿Qué tal tu noche?

–Me siento nuevo. –Respondió. –Hacía tanto que no dormía así... o mejor dicho, NUNCA había dormido así. –Se sentó sobre el futón. – ¿Tú qué tal?

–Comencé a tener un sueño antes de despertar pero lo olvidé. –Mintió. Era demasiado temprano como para tener miedo y en el corazón de un Joestar no había cabida para el miedo... o algo así habría dicho su abuelo. –Debo admitir que nunca había dormido así tampoco. Y podríamos dormir así todas las noches... –Kakyoin se estiró y volvió a bostezar. –Tu estómago... –Pensó Jotaro en voz alta, sin saber ocultar su inquietud.

– ¿Ah? ¿Te refieres a esto? –El pelirrojo se tocó su cicatriz. –Estoy bien, me siento bien.

–No, no... ¿cómo fue que te hiciste...?

– ¡Ah, yaaaa! –Kakyoin sonreía ligeramente, lo cual desconcertaba al hombre moreno. –Bueno, hace unos diez años tuve un accidente automovilístico y... casi morí. –Esas dos palabras fueron emitidas casi en un susurro. –Estuve grave, pero me recuperé gracias a un donante anónimo, órganos artificiales y a rehabilitación. Fue casi un milagro dijeron los médicos.

–Dijiste diez años... –Insistió Jotaro, serio.

–Bueno, casi. El 16 de enero se cumplen. –El ojiverde se perdió en sus pensamientos, donde en sueños abrazaba su cadáver maltrecho, con el rostro magullado y el estómago perforado, quemado. Donde se sentía vulnerable. Solo. –Nee, Jotaro...

– ¿Sí? –Preguntó de repente, saliendo de aquel amargo recuerdo.

–Yo... –Comenzó, apenado. –noté una cicatriz en tu rostro... ¿cómo te la hiciste? –No respondió,  Jotaro lo sepultó en un abrazo fuerte y cálido, tratando de ocultar que se le habían rozado los ojos. Se alegraba que estuvieran bien, vivos, como siempre debió ser. –Jotaro... ¿crees que...? ¿Crees que así morimos en la otra vida? A veces sueño que...

Se separó y lo tomó del rostro para besar sus labios.

–No hablemos de eso por el momento, ¿sí? –Pidió. –Suficiente tengo con esas pesadillas del mar, las gaviotas... los cadáveres...

–Entonces, ¿tuviste una pesadilla?

–Vámonos ya a bañar. –Cortó al final. Se levantó y se puso su ropa interior para poder salir al baño, no sin antes mirar a los ojos a su amante y decirle: –Hey, Noriaki: no me puse mal por tu culpa, ¿de acuerdo? Estaré bien.

Sweet dreams (are made of this) -Jojo's bizarre adventure-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora