Secuelas de Guerra

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Kentin se acercó con cuidado a la cama; yo seguía ayudándolo como podía aunque su peso corporal ya estaba empezando a cansarme. Se sentó en el borde de la cama y me miró. Yo lo imité.

-Aún no puedo creer que estés en casa -dije con lágrimas contenidas. Kentin me sonrió, la primera sonrisa que veía en él luego de todo este día tan movido.

Esperaba que dijera algo, pero simplemente se mantuvo callado; observando sus manos entrelazadas en sus dedos y jugando obsesivamente con su anillo de casado. Recordé lo que Thomas me había dicho durante la fiesta de bienvenida. «Kentin va a necesitar mucho apoyo psicológico, y sobre todo, paz y tranquilidad».

¿Cómo iba a darle paz y tranquilidad a mi esposo con mis hijos y sus problemas? ¿Con los berrinches de Catrina, los llantos de William? El único tranquilo era Dante, pero mis dos hijos mayores se peleaban todo el tiempo y no había forma de calmarlos.

-Habla conmigo -supliqué. Kentin levantó la mirada de sus manos y dirigió sus ojos a los míos.

-¿Qué quieres que diga? -preguntó. No respondí, así que simplemente decidí que esta vez sería yo la que rompería el hielo.

-Nathaniel se va a casar -dije con una sonrisa. Kentin abrió los ojos.

-¿Con quién? -preguntó. Me dispuse a contarle con detalle toda la historia de Nathaniel y Priya. Cómo se habían conocido, la apariencia de la muchacha, la situación en la que nos encontramos... Kentin me escuchaba con atención, cómo un niño al que se le cuenta un cuento maravilloso.

-Alexy y Violetta han adoptado a un niño. Se llama Brais. Yo los asesoré con los trámites de adopción. Es un niño maravilloso -dije, Kentin continuaba escuchándome-. Debo decirte que estoy muy orgullosa de nuestros hijos. Serán berrinchudos y poco solidarios entre ellos, pero cuando conocieron a Brais se portaron excelentemente.

-¿Por qué dices eso? -preguntó Kentin. Cierto... Él no tenía idea.

-Brais sufre de una ligera distrofia muscular, algo que lo obliga a caminar con andador. Pero es un niño encantador y muy educado -le dije con una sonrisa-. Se nota mucho que le gusta estar con Alexy y Violetta. Y los niños jugaron con él como si fuese un chico normal.

Mi esposo se quedó callado un momento. Llevó su mano al muñón de la pierna y lo acarició con suavidad.

-Me gustaría mucho conocerlo -dijo simplemente.

-Cuando quieras. Pero creo, mi amor que necesitas descansar -respondí con suavidad mientras tomaba la mano que le quedaba libre-. Quiero que te relajes y trates de descansar un poco. Si no quieres ir mañana al Registro Civil no hay problema, iremos Gaeil y yo. Tú puedes quedarte aquí.

Kentin asintió levemente con la cabeza. Se lo notaba aliviado de no tener que ir.

-¿Quieres recostarte? -pregunté. Volvió a asentir. Intenté desatarle los cordones de su bota de combate, pero él me tomó firmemente de la mano. Levanté los ojos y vi su fiera mirada clavados en los míos.

-No -murmuró en un susurro cargado de advertencia-. No me toques los pies.

¿Por qué decía "los pies" cuando sólo tenía uno? Asentí presa del miedo. Tragué saliva.

-¿No vas a desvestirte? -pregunté. Él negó con la cabeza.

-Dormiré vestido -dijo. Obedecí su deseo y me limité a recostarlo sobre la almohada. No sabía si su enfermedad me permitiría darle un beso, así que simplemente me limité a acariciarle la mano.

-Descansa -susurré. Salí de la habitación cerrando suavemente la puerta. Recorrí el pasillo y bajé las escaleras intentando no hacer ruido. Busqué a mis hijos. Dante estaba durmiendo su siesta en el corralito mientras que Catrina y Liam estaban jugando afuera con el aspersor y Fuser. Coloqué la tetera al fuego para prepararme un café y tomé mi laptop.

Corazón de Melón con Fresa (libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora