Capítulo 1: Lluvia de estrellas

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La luz de la vela junto a su hamaca se había apagado ya hace horas. Aun así,  Aaron seguía despierto, moviendose ansioso. Era una noche especial, y no pensaba quedarse dormido y perdérsela. Su madre y su hermana aún charlaban en la alcoba central, podía oír sus murmullos algo distantes, pero no sabia de que hablaban. En estos momentos Aaron extrañaba a su padre más que nunca. Él estaría aqui acompañadolo, si pudiera.

Despues de algunos minutos decidió que era momento de levantarse e ir por Sofía. Su querida vecina y amiga de toda la vida. Acordaron encontrarse en el patio trasero de su casa, media hora antes del gran acontecimiento. Una vez cada 5 ciclos de nieve, en la época de las flores amarillas,  en el cielo de la noche se contemplaba una flamante lluvia de estrellas, lejana pero duradera. Aaron y Sofía la habían contemplado una sola vez en sy vida. Al fin y al cabo, el habia pasado 14 ciclos y ella 13. Esta segunda vez, sería aún más mágica, ya que ambos acordaron desear lo mismo, poder convertirse en viajeros del viento.

Aaron y Sofía habian soñado con ser viajeros del viento desde que el tenía memoria. Los viajeros eran personas importantes,  aunque la gente de su aldea los viera de menos muchas veces. Abandonaban sus hogares para entrenarse en las montañas del norte, y aprender el arte de controlar los vientos y las ráfagas.  Después viajaban por las Tierras de Muruk-Lu en busca de descubrimientos nuevos. Algunos descubrian nuevas criaturas salvajes, y las domesticaban. Otros descubrian nuevos materiales para construir, o piedras preciosas para obsequirselas al gran patriarca de Muruk-lu y ganarse su favor. Algunos habian traudo grandiosas plantas medicinales de todo tipo. Uno de ellos, habia descubierto el camino hacia el lugar de la estrella caída,  claro que éste último era tan solo una leyenda. Pero Aaron no podía drjar de imaginarse lo fenomenal que debería ser hacer tal descubrimiento.

Después de pasar unos  minutos recordando estas grandes aventuras,  Aaron se levantó y se puso sus zapatillas y un gran chal de lana de alpaca, era su favorito.  Paso por la alcoba principal diciendo a su madre que regresaría en menos de una hora. 
-Tengan mucho cuidado, Aaron. -dijo su madre Atania, pero sin mucha preocupación. Ella sabia que no irían muy lejos y su aldea era bastante segura.

En ese instante, Sofía se despertó de un sobresalto. No había querido dormirse, pero el cansancio le habia ganado. Rapidamente se levantó y se abrigó con una larga manta. Tomó la canasta de panes y jugo que llevaría para ella y Aaron. Salió casi corriendo, hasta que una mano la detuvo.
-Sofía,¿a dónde crees que vas tan de prisa?- dijo su padre, algo molesto.
-Papá, te lo dije ayer. Es la noche de lluvia de estrellas. Aaron y yo saldremos hacia la pradera para verlas.- miestras hablaba se movia impaciente por irse.
-Lo había olvidado. No me gusta que vayan solos a estas horas de la noche. Déjame acompañarlos.
-¡Papá! No, porfavor. No pasará nada. Necesito irme ahora-
-Sofía, me preocupo por ustedes. Sabes que Chenei dijo que algo malo ocurriría esta noche.- tenia una cara de sincera consternación.
-Ya deberías dejar de escuchar al Loco Chenei, siempre con sus visiones y pinturas raras, no hace más que asustar a todos por nada. Estaremos bien.-
-Recuerda, Sofía, que Chenei salvó a tu hermana. No menosprecies lo que el dice.- Ante éste recuerdo, Gael arrugó la nariz, lo que hizo que su bigote se moviera de forma graciosa. -Llévate a Mingo, asi estaré más tranquilo.- Mingo era su mascota doméstica,  un pequeño zorro blanco que un viajero del viento rescató en una avalancha en las montañas del norte hace algunos ciclos. Era un bebé cuando lo trajo a la aldea y habia pedido a Gael que lo cuidara. Mingo era dulce y tierno, lo cual no lo convertía en una gran seguridad, pero Gael conocía los sonidos que haria si alguien se encontraba en peligro, asi podría aydar a su hija y su amigo si algo llegaba a suceder esta noche.
-Esta bien papá,-dijo Sofía torciendo los ojos. Salio apresurada y despertó a Mingo, llevandolo con una cuerda. Se alegró de tener algunos panes de más,  este zorro si que sabía comer.
Cuando llegó al patio traseri de Aaron, el ya la habia estado esperando. Su cabello dorado resplancecia con la luz de la vela que traía. Casi sin palabras emprendieron su camino hacia la pradera, no muy lejos de ahi.

Llegaron a su punto favorito,  cerca de un gran olmo antiguo, que al moverse con el viento crujía con un sonido relajante y lastimero. Se sentaron con las montañas del norte a su derecha y sus ojos fijos en el cielo. Otras personas habían salido a ver la lluvia, pero todos se mantenían distantes
-¿Puedes imaginarlo? -dijo Aaron, rompiendo el silencio- Dentro de 5 ciclos ya no estaremos viendo la lluvia de estrellas desde aqui, si no desde las montañas del norte.
Sofía suspiró- Lo se, es casi increible. Falta tan poco para que dejemos de ir a la academia en nuestra aldea, y podremos ir a entenar juntos.
Mingo se movía como de costumbre,  corriendo de un lado a otro y moviendo su cola. Pero de pronto se quedó quieto como las estatuas de piedra. La primera estrella estaba moviéndose a través del cielo.
En silencio, Aaron y Sofía miraban el cielo con entusiasmo. Una segunda estrella, esta vez de color azul,  viajaba por encima de ellos. Luego una tercera y una cuarta, hasta que el cielo se iluminó con centenares de estrellas coloridas. Sofía tomó la mano de su mejor amigo, para señalarle que era el momento de pedir el deseo. Juntos, con su mirada en el cielo, recitaron las palabras que desde hace semanas conicían perfectamente, el inicio de su deseo.
-"Deseo fielmente y con todo mi corazón poder viajar con mi mejor amigo a las montañas del norte, para poder entrenar hasta convertirnos en viajeros del viento y surcar los aires de Muruk-lu en grandes aventuras. Deseo que mientras no esté aquí mi familia esté a salvo y cuando regresemos podamos hacer que se sientan orgullosos. Alluyah"-
Esta última palabra era una costumbre en todo el país de Mair, para pedir al gran espíritu que los cuide y los aleje del mal.
Después de recitar su deseo, Aaron sintió que una ráfaga tibia los envolvía y le dio seguridad de que se cumpliría. No se imaginaba que en poco tiempo, sus vidas cambiarían por completo.
Sofía sacó la comida de la canasta y la disfrutaron viendo como pasaban las últimas estrellas. Le dio un pan a Mingo, pero este seguía tan quieto que ni lo notó.
Al terminarse ese hermoso arcoiris nocturno, se levantaron para regresar a sus hogares. Debían dormir pronto, ya que mañana debían ir a estudiar a la academia. Junto a otros chicos y familias empezaron a regresar.

De pronto Mingo se alertó de una manera inexplicable. Comenzó a aullar y gruñir de manera protectiva al rededor de Sofía. A ella se le ocurrió que una bestia salvaje podía estar rondando la pradera y le pidió a Aaron que vayan más rápido. Mientras seguían caminando, un niño pequeño grito emocionado y señaló el cielo.
-¡Más estrellas mamá, mira!-gritaba. Todos alzaron a ver, y vieron luces surcando por el cielo. Se escucharon exclamaciones de sorpresa y jubilo. Pero Aaron las vio con detenimiento, y le dijo a Sofía -¡Corre!-
Ella no entendía que pasaba, pero sintió la mano de su mejor amigo tomarla del brazo y jalarla en dirección opuesta al pueblo.
Pronto vio que aquellas no eran estrellas. Eran flechas doradas, cargadas de fuego, que caían hacia el pueblo. Gritos de horror se escucharon al caer la primera, encendiendo fuego en un jardín a lo lejos.
Lagrimas empezaron a correr por los altos pómulos de Sofía  pero siguió corriendo tratando de no mirar atrás. Escuchaba fuego y explosiones. Los aullidos de horror de Mingo junto a ella. Gritos y llantos. Los pasos rápidos de aquellos que escapaban de la catástrofe.  Y corrió, sabiendo en su corazón que la vida no seria igual desde aquella noche. Los Ayax habian llegado a su pueblo y pocos lograrían escapar.

El país donde no sale el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora