Después de coger un botellín de cerveza de entre las bolsas de supermercado, regresé al círculo formado por Mark y Dean. Me senté en el suelo de cemento y abrí mi bebida haciendo palanca con la muñeca. Mark era el que me había enseñado ese viejo truco hacía ya varios años, cuando empezamos a usar la casa abandonada como lugar de reunión.
No estaba demasiado lejos de la ciudad y, desde luego, era tranquila. En invierno hacía bastante frío porque los obreros no habían podido colocar los cristales de las ventanas antes de que la ordenanza municipal frenase las obras en seco. Sin embargo, no era nada que no pudiese solucionarse encendiendo una hoguera. Aunque a veces podías encontrarte a algún drogadicto en las esquinas o a algún grafitero decorando las paredes de cemento, el edificio en ruinas estaba vacío la mayor parte de los días. Un lugar perfecto para relajarse sin molestar a nadie.
Así pasamos aquella tarde: los tres sentados alrededor de una pequeña hoguera que habíamos encendido con los titulares del periódico de ayer y el mechero que Dean siempre llevaba encima. Mis dos camaradas se habían pasado un poco con la bebida. Yo me conformaba con la cerveza, pero esos dos marineros siempre preferían el ron. Por suerte no teníamos que volver conduciendo a casa.
-¿Qué tal va la cosa con Mary?- preguntó Mark con la lengua un poco pesada.
Podía oler el alcohol desde mi sitio, pero no sabía si provenía de su aliento o de la propia botella que descansaba junto a sus rodillas.
Dean se tumbó con las manos detrás de la cabeza.
-No sé, tío. Paso de ella.
- Es lo mejor.- añadí mientras daba otro trago a mi cerveza.
Mary era demasiado buena para un tío como Dean. No iba a funcionar nunca. Empezaron saliendo hacía unos años. Después discutieron durante semanas hasta romper, y al cabo de un mes lo intentaron de nuevo para repetir la misma rutina. No podía ser sano.
Nos quedamos en silencio otra vez. Tampoco es que gastásemos el tiempo con conversaciones profundas. Preferíamos estar así. Perdidos en nuestros pensamientos hasta que alguien nos sacase de ellos.
-Joder- exclamó de repente Mark abriendo mucho los ojos.- Vaya susto me ha dado el dibujo nuevo.
Dean se incorporó y los dos nos giramos hacia donde nuestro amigo dirigía la mirada. El dibujo al que se refería era el perfil de una mujer. Más bien, la sombra de su perfil, ya que el grafitero solo había utilizado el color negro para rellenar el contorno de su obra.
-Tío, vaya memoria. Yo creo que ya estaba allí antes.- Señaló Dean volviendo a recostarse.
- ¿Cómo lo sabes?- Mark parecía molesto por haberse asustado.
- Porque yo me fijé el otro día. Pensé que ya que dibujas a una tía, por lo menos, que tenga buen tipo.
No le faltaba razón. El dibujo representaba a una mujer, eso estaba claro. Pero parecía más bien una mujer mayor, entrada en carnes. No era nada del otro mundo.
Mark meditó un momento y dio otro trago a su bebida. Al segundo siguiente, parecía que todo se le había olvidado y volvimos a quedarnos en silencio.
Al cabo de un rato, vimos cómo Dean empezaba a dar cabezadas. Esa era la señal. Ya era muy de noche, y la hoguera prácticamente se había consumido. Hace algunos veranos, nos habríamos quedado a dormir allí sin problema, pero, con los años, nuestra espalda había empezado a quejarse por no poder descansar sobre un colchón.
Nos desperezamos lentamente y recogimos todas las botellas. Era noche cerrada, y Mark y yo tuvimos que sostener a Dean para que no se cayese por la calle.
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La sombra
Short StoryYo no era un paranoico. Nunca lo había sido. ¿Me estaba volviendo loco? Todo era culpa de Mark. Ese bastardo. ¿Para qué había dicho nada?