Capítulo IX: Tormenta

1.3K 111 118
                                    


–Y así fue como sobreviví tres semanas en Hong Kong pese a perder mi billetera y mis tarjetas de crédito. –Concluyó Joseph Joestar, con una sonrisa radiante en su rostro. Kakyoin tomó el último bocado de pollo y lo engulló, mientras que Jolyne aplaudía entusiasmada y Jotaro ponía los ojos en blanco tras la treceava vez que escuchaba esa historia. –La moraleja es que siempre hay que tener a la mano unas buenas habilidades de socialización.

–Ya me hubiera muerto en algún otro país. –Susurró Jotaro, haciendo reír a Kakyoin.

–Ni siquiera lo intentas. –Reclamó Joseph. –Ve a Jolyne, ella le habla hasta a la señora de la tienda.

–Jolyne es una niña, es normal que quiera hablar con quien se le atraviese. En cambio preferiría alejarme de gente problemática e indeseable...

–Pero Tzi Ma fue muy amable y agradable. Incluso me prestó la avioneta de su abuelo para regresar a Japón y...

–La terminaste estrellando y perdiste la mano, viejo. –Jotaro sonreía con sorna, mientras que Joseph lo acusaba con la mirada.

–¿¡De verdad perdió la mano?! –Preguntó Kakyoin, asombrado. Joseph sonrió y tomó la prótesis de la mano izquierda y luego se la quitó.

–Cincuenta años sin mano, pero hace poco comencé a sentirme completo. Tú sabes, cosas que pasan. –Con un suspiro, se colocó la prótesis en su lugar. Kakyoin cabeceó al darse cuenta de algo.

–Oiga... –Preguntó extrañado. –¿usted es la persona que estaba en Direcc–-?

–Shhh, shhhh, shhhhhhhhhh... –Indicó Joseph despacio, como si silenciara a un niño pequeño e inquieto. Jolyne bostezó y comenzó a recoger platos y vasos.

–Lavaré esto antes de la siesta. –Dijo, aunque ya se le cerraban los ojos. Se retiró con cuidado del comedor, justo a tiempo para que Jotaro preguntara:

–Entonces, ¿estabas en el Colegio? ¿Qué hacías, viejo? –Joseph se ahogó con su té y escupió.

–Eh... yoooo... –El hombre mayor se sonrojó notablemente y se limpió el sudor de su frente. –estaba llevando las casas de campaña para el campamento del sábado... sí, hay que irlas armando...

–¡Tch! –Bufó Jotaro, poniéndose de pie.

"En definitiva, eso no se escuchaba como trabajo de campo" –Pensó Kakyoin, mas no dijo nada, se limitó a beber el resto de su té. El pelirrojo imitó a su anfitrión: se levantó, se estiró y dijo:

–Bueno... debo retirarme. Aún tengo trabajo que hacer. Permiso, Señor Joestar.

–Pasa, pasa. –Decía Joseph buscando el tabaco para su pipa, bastante distraído ya. El joven profesor se escabulló por el pasillo principal de la casa hasta llegar a su habitación, donde ya tenía su caja de libros disponible. Sonrió y comenzó a trabajar en su computadora portátil, buscando ejercicios entre páginas de papel y transcribiéndolos tecleando de manera hábil. Tomaba cinco minutos para descansar, recostarse en el tatami y estirarse, pero sus pensamientos lo llevaban a donde mismo, al encuentro en la mesa de la cocina con un Jotaro anhelando besarlo. Intentaba sacudirse la idea de la mente, pero lo asechaba como si fuese un eco de algo acontecido con anterioridad. Le llamaba la atención como con una mano intentaba alejarlo y al mismo tiempo, como lo jalaba con la mano opuesta; era como si necesitara de él en ese instante, en ese lugar tan cotidiano. Suspiró y pasó una mano por su cabello, sintiéndose sonrojado. Era verdad, apenas lo conocía, estaba en el hospital porque lo encontró muy mal en el colegio y no quería dejarlo solo... pero ¿y si se conocían de antes? ¿Y si se habían encontrado en algo como otra vida? Sabía que había visto su rostro en otro lado, pero ¿dónde? Sentía algo tan familiar cuando sus cuerpos entraban en contacto que estaba seguro de que si se abrazaban, embonarían.

Sweet dreams (are made of this) -Jojo's bizarre adventure-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora