Capítulo XXIII: Encuentro fortuito

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– ¿Cuántos días más tenemos qué hacer este castigo, abuelito Caesar? –Preguntó Jolyne, fastidiada en biblioteca ya después de la salida, mientras casi aventaba los libros que tenía que acomodar en el estante. El director sonrió.

–Yo les diré cuántos, Jolyne. –Respondió. –No me digas abuelito, por favor. –Zeppeli pensó que era una buena idea trabajar en un lugar distinto sólo por un día, así que comenzó a firmar y a leer papeleo en una de las mesitas de la biblioteca. Igual era un lugar tranquilo, así que podía concentrarse en lo suyo.

–Está bien, abuelito. –Contestó Jolyne. Caesar suspiró: era la misma terquedad de su bisabuelo. ¿Por qué se heredaban más fácil los defectos que las virtudes? Aunque admitía que no podía enojarse mucho con Jolyne por tomarle tanta familiaridad de repente. Guardó lo lindo del gesto para él solo y siguió con lo suyo en silencio. Josuke se acercó a la muchacha con más libros en los brazos.

–Ya los anoté, ya los ordené. –Dijo. –Te ayudo a colocarlos cuando termines con esos.

– ¿Por qué no de una vez?

–Porque no te quiero interrumpir.

–Anda, ven y ayúdame. –Decía Jolyne con insistencia, mientras que la puerta de la biblioteca se abría y Kakyoin entraba en esta con libros y el saco de su traje en sus manos. – ¿Ya nos trajiste más trabajo, Kakyoin~?

–Hola, Jolyne. –Saludó amablemente el joven profesor. –Hola, Josuke. –Ambos niños hicieron un ademán congelado, como si quisieran acercarse. –Sigan trabajando.

Notaron que Kakyoin se acercó a la mesa donde estaba el director y comenzó a hablar con él. Estaban lo suficientemente lejos como para no distinguir sus palabras o el contexto, así que Jolyne se limitó a observarlos: parecía una plática de trabajo común. Aburrido.

Prosiguió acomodando los libros sin dejar de sonreír. A pesar de que el castigo ya le había aburrido y de su encuentro con el padre-amigo del papá de Giorno, algo la tenía muy alegre ese día. Ese beso no dejaba de pasar en su mente, en su corazón. En ocasiones llevaba sus dedos a sus labios y se volvía a sonreír, luego recordaba las florecitas salidas de la nada, mismas que había puesto en un vaso con agua, en su cuarto. Comprendió porqué las personas estaban tan obsesionadas con los besos, si sus labios eran suaves y cálidos y su simple contacto era una sensación muy placentera... no le importaba haber tenido pesadillas en ese día, porque recordaba más el beso y le hacía feliz, infinitamente feliz. Suspiró de manera ruidosa y Josuke le dijo:

–Deja de suspirar.

– ¿¡En qué te afecta, cabeza hueca?! –Preguntó ella, amenazadora, bajando de la escalera. –Yo suspiro cuando quiero.

–Todo. El. Día. –Enfatizó Josuke. –Algo me dice que algo hicieron Gio y tú en su habitación, cuando yo no estaba...

–Cállate y déjame en paz. –Jolyne se veía más molesta que sonrojada y apenada, así que Josuke decidió dejar de lado el tema; el reclamo pareció hasta cierto momento una señal subliminal para que Kakyoin se acercase a ellos. El chico palideció y quiso esconderse, pero fue demasiado tarde.

– ¿Qué ocurre? –Preguntó Kakyoin, extrañado.

–N-n-no pasa nada. –Titubeó Josuke, mientras que Jolyne tornaba los ojos blancos y suspiraba, ahora de tedio. – ¿Qué onda?

–Oh pues... Jolyne, no hay chicos a quienes asesorar. –Explicaba el profesor. –Aprovecharé este lapso para ir al hospital a ver a Haruno y pasarle la tarea, ¿de acuerdo?

–Llévame contigo. –Pidió la chiquilla con un brillo especial en sus ojos, Kakyoin la reprendió.

–Tienes trabajo qué hacer. –Dijo. –Iremos esta semana, ¿te parece? Voy a volver por ti, no regreses sola a casa.

Sweet dreams (are made of this) -Jojo's bizarre adventure-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora