Capítulo XXV: La imagen en el espejo

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– ¡Pero quiero ir al hospital con Haruno! –Pataleó Jolyne por tercera vez, desesperada. Kakyoin la miró muy serio y la tomó por los hombros.

–Jolyne, escúchame muy bien, –La niña lo miró a los ojos, dejando de rabiar. –necesito que te quedes en casa con papá por si hay noticias de Josuke, ¿de acuerdo? ¿Te quedarás con papá? –La niña ni siquiera parpadeó. – ¿Entiendes?

–L-le dijiste papá, Noriaki... –Susurró. –Tú también eres mi papá, Noriaki.

Kakyoin se sonrojó. – ¿Te quedarás aquí o no? –Jolyne asintió, sonriendo. –Esa es mi niña. Pórtate bien, por favor. –La besó en la mejilla y ella se le quedó viendo con cierto brillo en la mirada. – ¿Qué sucede?

– ¿Ya hicieron ñiqui-ñiqui anoche? –Preguntó en voz baja. Kakyoin volvió a sonrojar.

–Eeerr... ya me voy, no debe tardar el taxi... –En cuanto se puso de pie, Jolyne le dijo:

– ¡Espera un momento! –Salió de la habitación y corrió hacia la suya. Luego de unos instantes, volvió a aparecer, con una hoja de máquina en la mano, la dobló en tres partes y se la extendió con cierto temblor en su mano. –P-para Haruno. –Murmuró, sonrojada. – ¡N-no la vayas a leer, que si no...!

–No lo haré. –Le confió Kakyoin, mirándola a los ojos luego de haber puesto la carta dentro de su saco. Le sonrió. –Haruno estará muy feliz de leerte, Jolyne. –Ella apretó los labios. –Eso me recuerda que tú y yo tenemos una charla pendiente.

– ¡Perosólofuedepiquito...! –Dijo angustiada. Kakyoin ahogó una risa mientras el timbre de la casa sonaba.

–Debe ser el chofer. –Murmuró. Se acomodó su ropa y dijo, en voz más alta: – ¡Ya me voy! ¡Regreso más tarde!

--¿Así nomás? –Dijo la voz de Jotaro, quien estaba en el marco de la puerta. – ¿Sin despedirte?

–N-no quiero hacer esperar más al chofer... –Respondió el joven profesor, sonrojado. Jotaro se acercó y le dio un beso rápido.

–Anda, antes de que se haga tarde. Cuídate, por favor. –Kakyoin le sonrió y se despidió antes de caminar rápido al pasillo para ponerse los zapatos. Al salir sólo quedarían dos pares: el de Jolyne y el de Jotaro, pues el Señor Joestar aún no regresaba de la casa de la Profesora Higashikata. La casa, de por sí inmensa, se sentía enorme y solitaria sin su presencia ruidosa y vibrante, alegre e imponente. Suspiró, deseó que todo marchara bien y tomando su saco del perchero, salió finalmente al taxi que lo llevaría al hospital.

***

Si Dio no dormía siete horas y media cada día, no se sentía satisfecho: la cabeza comenzaba a pesarle, la sensación de somnolencia le acompañaba el resto de la jornada y no podía concentrarse como era debido. Era precisamente por esto que ya mataba por llegar a dormir a casa, lejos del hospital, sus malas comidas en la cafetería y de las pesadillas.

Sobretodo lejos de estas últimas.

Decidió tomar un taxi y salir del edificio a despejarse un poco, pensando que sería lo mejor. Tal vez sería saludable alejarse de todo el ambiente del hospital, tan cambiante, tan inestable, tan frío... casi tanto como su propio humor en recientes días. No era el único afectado: su hijo estaba distante, más soñador y más callado que nunca. Quizás a él también le vendría bien un tiempo sin él en la habitación, para terminar sus libros o para pensar.

...sí, pensar... era lo que últimamente ambos hacían más, aunque Dio no podía creer que tuviera tantísimo ruido mental ahora, era casi como si una segunda voz le murmurara al oído.

Sweet dreams (are made of this) -Jojo's bizarre adventure-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora