Capítulo 1.

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Ya habían empezado las clases, después de un estupendo verano. Aquel verano había sido increíble, con mis padres y junto a mi hermano mayor, Greg, lo habíamos disfrutado como nunca. Habíamos salido de Irlanda y visitamos Italia, una de mis ciudades favoritas. Siempre había soñado con viajar y descubrir nuevos sitios, diferentes culturas e idiomas. De pequeño quería hacer de todo, no quería perder ni un sólo tiempo de mi vida. Eso soñaba, hasta que empecé a sentir un sentimiento que nunca había experimentado. La atracción hacia las chicas. Nunca me había tomado tan enserio el tema chicas, hasta ese día.

21 de octubre de 2006, la fecha cuyo significado tiene algo especial. Fue la primera vez que me castigaron, gracias a lo ocurrido, yo la conocí. No fue la primera vez que la vi, fue la primera vez que la observé como nunca había observado a una chica. Si me dieran la opción de volver al pasado y tuviera en mis manos el poder de alterar mi futuro; y borrar los errores cometidos aquel día, no cambiaría nada. Ese día lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer mismo.

21/09/2006

Salí de casa como todos lo días y a la hora exacta de siempre. Algunos rayos de sol se asomaban por las nubes que se interponían delante del sol, no obstante, el día se podía admirar. No llovía y hacía la temperatura adecuada. Ese día me castigaron por no haber entregado el trabajo a tiempo y por haber estado hablando en clase, provocando interrupciones en la clase porque el profesor me llamaba la atención.

Terminaron las clases y tuve que quedarme para asistir a mi castigo, si no aparecía tendría que permanecer castigado a la hora del recreo del día siguiente y por si fuera poco a la hora de la salida también. Cosa que no le encuentro sentido alguno, si no te molestas en aparecer un día, ¿Por qué te molestarías a presentarte el próximo día? Al horario del recreo no le veo ninguna escapatoria, seguirías en el colegio de todas formas. Pero fuera de los horarios de clase no lo permitiría. Al menos, esta vez sólo sería una pequeña lección, para la próxima no volver hacerlo, sería como un aviso, sin embargo, para mi mala suerte, con castigo.

Al terminar el castigo, me dirigí al gimnasio, allí podría estar un momento a solas, antes de encaminarme a casa y establecer allí metido haciendo mis tareas, hasta el día de mañana.

Para mi mala suerte, el sitio al cuál tenía pensado estar, estaba ocupado. Cuando escuché un balón de baloncesto, lo primero que me imaginé fue un equipo de chicos jugando al baloncesto, ya que tendrían entrenamiento. En mi opinión, había una parte de mi que contradecía mis pensamientos, mi subconsciente me dijo que era muy tarde para que siguieran entrenando. Así que, sin pensarlo dos veces, mis pies se movieron hasta la puerta, si la abría podría resolver mis dudas de quién o quienés estaban con los balones de baloncesto tan tarde.

Abrí la puerta lentamente, sin hacer ni un mísero ruido. Mis ojos se abrieron como platos al contemplar a una chica, más alta que yo y con su pelo amarrado en una coleta. Ella estaba intentando meter canastas. Ella maldecía por lo bajo cuando no encestaba en la canasta. Estuve un rato más observándola, hasta que reconocí de quién se trataba la chica que tenía ante mis ojos.

Ella volteó para recoger el balón. Yo al darme cuenta de que se iba a voltear, antes de nada me oculté más en mi escondite, para que no percibiese mi presencia. Si ella se enteraba de que yo la estaba espiando,o mejor dicho, observando; de seguro que escaparía de mí y me miraría como si fuera un lunático o un acosador. Aunque, me aseguraría o intentaría explicarle, que sólo había sido un malentendido, que era la primera vez que fui al gimnasio a esas horas. Antes de que se girase de nuevo, vi que su rostro estaba triste. Desde entonces empecé a pensar que, ella iba allí para desconectar del mundo real y disfrutar de lo que le gusta hacer.

Lo que yo no sabía era lo que en realidad le pasaba, yo sólo la veía expresar sus sentimientos, mientras ella lanzaba la pelota. Si las encestaba era una señal de que estaba feliz o se sentía mejor que la primera vez que la vi, pero si no encestaba y al no encestar maldecía, significaba que algo le pasaba.

El próximo día se me ocurrió una forma de hacerla sonreír. Encargué unas flores y le escribí una pequeña nota: "No sé la razón por la cuál estás triste, sólo sé que una chica no se merece llorar. Por eso te regalo estas flores, que comparadas con tu sonrisa no son nada."

Aquel momento me sentía el hombre más feliz del mundo. La vi sonreír y sabía que era gracias a mí. Sólo que ella no sabía que yo había sido el encargado en enviar esas flores. Fui un cobarde, no puse mi nombre en esa nota, gracias a mi cobardía escribí 'Desconocido'.

Lo que me rompió el corazón fue cuando presencié la peor escena del mundo. La chica a la que había hecho sonreír, en clase depositó un beso apasionado, en su ahora, supuesto novio. Ella estaba contenta y él sonrió por la acción de parte de su novia. Se veía a kilómetros lo desconcertado que estaba el chaval, pero ella estaba tan contenta, que esa felicidad la cegaba de la expresión del chico de al lado suyo.

“¡Niall! ¡Despierta!” me grita Harry para despertarme.

Todo había sido un sueño, al principio estaba pensando en mi habitación tranquilo. Hasta que el sueño me alcanzó y me quedé sopa. Ahí empezó mi mente a traer imágenes de aquel día, en un instante todo podía ser de lo mejor pero, en menos de 24h todo puede dar un giro inesperado. Esa chica que no me la puedo sacar de la cabeza, fue mi primer amor y sólo espero poder olvidarla.

Comienzo a recordar esos momentos en los que Chloe, mi mejor amiga, me advertía, me decía que tenía que olvidarla, porque si seguía pensando en ella o soñando cosas que no iban a pasar, la realidad me golpearía y quedaría anonadado ante la situación y lo pasaría mal. Lo peor de todo era que no podría sacármela de la cabeza aunque lo intentara, ella se había metido tanto en mi mente, que no podría dejar la salir de mi cabeza de un día para el otro. Ni siquiera hablé con ella, sólo un par de veces, sin embargo, es increíble lo que una chica que conocí con mis 13 años, podría hacerme pasar. Ahora tengo 20 y aún no la he olvidado, recuerdo cada centímetro y rasgo de ella. La última vez que la ví tenía 17 años. Ella tuvo que irse y desde entonces esa pregunta me desespera: -¿Qué hubiera pasado si no hubiera sido tan cobarde?-. Nadie lo sabrá, yo podría haberlo sabido, pero no, perdí mi oportubidad o nunca supe aprovecharla, porque no sabía en aquel momento que tenía alguna oportunidad.

La verdad es que todos los de mi alrededor me intentaron ayudar, pero pienso que, gracias a aquella chica me convertí en quien soy actualmente. Ahora no soy un cobarde. He madurado y he crecido. Es un poco raro, antes era de los más bajos de mi clase, sin embargo, increíblemente pegué el estirón a los 16 años. Demasiado tarde para mi gusto, pero eso me dio más seguridad en mi mismo, sólo que cada vez que intentaba hablar con ella, toda mi seguridad desaparecía, me ponía nervioso y tartamudeaba, quedaba patéticamente ante ella.

“¡Rubia! Hazme caso de una vez.” interrumpe el chico de rizos de nuevo.
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Forget It →N.H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora