Nos encontrábamos en el suelo, agachados, intentando hacer el menor ruido posible. Tenía a Tyler y a Matth en los brazos, y a pesar de que a veces son muy escandalosos, parece que entendían la gravedad del asunto, pues estaban sumamente callados. Me esforzaba por reprimir mis sentimientos, debía ser fuerte, como siempre lo había sido.
Entonces, después de varios minutos ahí abajo, comenzamos a escuchar ruidos; cada vez se acercaban más. Se abrió la puerta del sótano, y varios pies empezaron a descender por la escalera, seguro eran los oficiales, y mi padre iba atrás, pues podía escuchar su voz.
—Aquí solo guardamos herramientas, señor. Hay algunos cuantos muebles viejos y cajas con basura, es todo.
Yo sentía como me temblaban hasta los huesos, temía que nos encontraran, ¿y si no cubrí lo suficientemente bien el hoyo de la pared? Había colocado el sillón de nuevo en su sitio, cubriendo el agujero que nos había permitido pasar a mis hermanos y a mí al escondite secreto, pero sentía que no era suficiente ¿y si se les ocurre quitarlo? Mi padre había dicho que era poco probable, que seguro no les preocuparía tal detalle, jamás sospecharían de un viejo sofá; pero yo aún tenía mis dudas. Sacudí la cabeza, tratando de no pensar en todas esas cosas, mi cabeza estaba embotada, no conseguía concentrarme, el miedo me invadía.
— Me parece que es una casa demasiado grande como para que vivan solo usted y su esposa, señor Harvs. ¿Cómo dijo que la consiguió?— dijo una voz gruesa e irónica; era obvio que le hablaba a mi padre.
—Fue un regalo de bodas, de parte de una prima. Sabía que a mi esposa y a mí nos gustaban los lugares tranquilos y alejados, donde tuviéramos todo solo para nosotros — contestó mi padre.
Me sorprendía la tranquilidad de su voz, le era fácil mentir... ¿me habría mentido alguna vez a mi? Ya no confiaba totalmente en el, no desde aquel día en el que le destrozó la cara a aquel hombre.
—Conveniente regalo ¿no cree señor Harvs? La ciudad estaba hecha un caos y su generosa prima les da una casa lejos de todo, difícil de hallar, fuera del alcance del ejército — dijo tan seguro, con una voz que indicaba sospecha. Mi padre solo asintió, creo que no se le ocurrió nada más que decir.
Tayler y Matth seguían abrazados a mi, atentos a lo que decían ahí afuera; sentía su inquietud y me esforzaba por transmitirles seguridad, pero la verdad, no era la más indicada en esos momentos. Pensé en mamá... ¿Dónde estaba? La necesitábamos en esos momentos. En fin, sólo esperaba que estuviera bien.
Se escucharon unos pasos apresurados por las escaleras y de pronto apareció una voz.
—Señor, el general nos necesita, sucedió una emergencia y acaba de llamarnos— dijo agitado y yo suspiré, suspiré de alivio.
La tensión se relajó, y pude ver cómo mis hermanitos también esbozaron una sonrisa.
—¡Ya se van, Jane!— gritó Matthy. Casi me desmayo.
—Shh— le hice una seña con el dedo y el de inmediato lo entendió; se tapó la boca.
—Lo siento— susurró. Pero era tarde, muy tarde.
—¿Que fue eso que se acaba de escuchar?— dijo el oficial que ya casi se iba.
—Nada, supongo que fue algún ratón, porque debe saber, señor, que por aquí en el campo hay bastantes— dijo mi padre intentando desviar su atención .
Para empeorar las cosas Tyler se recargó en el sillón, estaba pegado junto a él (por la parte de atrás que nos permitía ver el agujero) mientras trataba de saber qué pasaba y escuchar lo que decían; se recargó tan fuerte que el sillón se movió un poco, causando un suave e indistinguible rechinado. "Trágame tierra" pensé, y comencé a buscar una salida con desesperación. Nada. No había forma de escapar.
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El precio de una deuda
Historical FictionEn Armenia, las cosas no podrían estar peor. Ese bello país, que alguna vez disfrutó de paz y seguridad, se ha convertido en un lugar lleno de desesperación y tristeza, pues las medidas "necesarias" que se habían tomado para saldar una deuda, comien...