침묵 silence

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Hoseok está sentado en la orilla de la cama que comparte con Hara. Sus ojos vagan lentamente a través de la pequeña y fría habitación, paredes pintadas de un blanco deprimente, además de la cama y un pequeño mueble al lado de esta, donde están el maquillaje de Hara y uno que otro lápiz junto a su libro favorito. Su mirada se detiene en el espacio que ocupa ella para dormir. Estira su mano hasta tocar las finas sabanas blancas y se percata de que están frías, acusándola de ya haberse marchado hace mucho. Se pregunta en dónde puede estar, parece ser que últimamente se hace cada vez más aquella pregunta. Aprieta la mano en un puño cuando esa molesta sensación de nervios y dolor le atraviesa el pecho una vez más. Se repite así mismo una y otra vez que esa molesta sensación era solo el miedo que lo atormenta día y noche después de aquel horrible accidente. Pero Hoseok sabe perfectamente que es el miedo de que Hara se vaya de su lado y no vuelva nunca más.

La mañana es fría, la pequeña brisa que entra por la ventana un poco abierta lo hace estremecer. La fina capa blanca amenaza con cubrirlo todo, el cielo oscuro da un aire de tristeza y el frio toma rápidamente el calor corporal de su cuerpo. Es de esos días que él odia tanto por la tristeza que emiten pero que a Hara le fascinan porque tiene la excusa de poder estar todo el día recostada en sus brazos ahuyentando el frío, pero últimamente ya no lo hacen.

Por alguna razón ese invierno estaba siendo más frio de lo normal.

Hoseok se sobresalta cuando escucha la puerta de entrada abrirse y cerrarse lentamente. Su pecho comienza a subir y bajar en un ritmo acelerado mientras escucha el ruido de los tacones chocar contra la superficie del suelo acercándose lentamente a la escalera. El sonido de los tacones se mezcla junto al de sus latidos y cuando se detienen frente a la puerta de la habitación, siente que su corazón deja de latir. Largos segundos pasan y la puerta no se abre, seguramente Hara está parada frente a esta con sus pequeños y delgados dedos cubriendo el cerrojo, debatiéndose a sí misma en sí debería entrar o no. Después de segundos que parecen eternidades, Hara gira la perilla y entra en la habitación caminando rápidamente como si estuviese huyendo de algo. Ignora todo a su paso, incluso al chico que yace inmóvil observándole con angustia. Toma una manta desdoblada que está sobre la cama y la arrastra fuera de la habitación. Hoseok quiere preguntarle qué sucede porque en ese momento está muy confundido, pero no lo hace porque se encuentra más extrañado y hasta asustado al ver a su niña pequeña en ese estado, pálida, con ojeras, y con el cansancio notorio en su cara. Usa sus tacones negros favoritos, un short del mismo color y un largo chaleco de lana plomo que más bien parece un vestido. Hoseok se preocupa al verla de ese modo, podría enfermarse ¿por qué es tan irresponsable para salir vestida de esa manera con la helada que corría afuera? se pregunta, entonces se decide a ir tras ella sin importarle que segundos atrás le ignorara completamente, últimamente actuaba tan indiferente con él y lo confirmo cuando entro en la habitación sin mirar nada como si quisiera evitar cada recuerdo de aquella habitación. Hoseok bajo la escalera rápidamente, decidido a arreglar de una vez por todas las cosas. Sus pies descalzos tocan el frío suelo de la sala y este cruje por la antigüedad de la madera, su mirada rápidamente busca a Hara y la encuentra en el sofá donde está recostada mientras se aferra a aquella manta azul que no debe de darle mucho abrigo del frío. Su mirada está pérdida en un punto fijo y muerto de la sala. Se acerca con pasos lentos hacia ella, con el miedo carcomiéndole por dentro. No intenta tocarla porque la última vez que lo hizo ella se desesperó como nunca antes y un extraño brillo de miedo se reflejo en sus pequeños ojos, como si los toques fueran los de un fantasma en vez de los suaves toques de Hoseok. Así que en vez de tocarla se arrodilla frente a ella, pero Hara solo sigue en su estado de aletargamiento, como si Hoseok no estuviese ahí. Aquello le duele como si le hubiesen atravesado el corazón con mil cuchillos, porque su indiferencia le duele como fuego quemándole la piel. Reúne todo el valor que no fue capaz de reunir en los últimos días y le habla en un susurro apenas audible.

—Pequeña —es lo único que su débil voz es capaz de pronunciar.

Hara se tensa y el miedo vuelve a sus ojos, entonces comienza a llorar.

—Por favor, déjame en paz —responde en un susurro roto y casi inaudible, aún con la vista en el mismo punto.

Hoseok siente su corazón romperse pero aun así él no va a dejar que la persona que más ama en el mundo lo abandone.

—No puedes dejarme, por favor no lo hagas —le suplica en sollozos lamentables.

Hara no vuelve a hablar, en vez de eso, solo se dedica a llorar en silencio y Hoseok no hace nada porque nunca había estado más asustado.

Desde el accidente todo se volvió extraño para Hoseok. Ese día comenzaron una tonta pelea y se gritaron hirientes incoherencias el uno al otro, palabras que quedaban marcadas para siempre como un tatuaje en la piel, obligándoles a vivir con el recuerdo y resentimiento de lo dicho. De nada servía curar las heridas con palabras bonitas, ni hermosos arreglos florales que solo se les eran regalados a Hara cuando la culpa era más grande que cualquier acto de amor.

Aquel día Hara lloraba desconsoladamente y Hoseok salió de casa azotando la puerta mientras la lluvia caía en grandes cantidades del triste cielo. Sin mirar atrás se subió al auto y arranco a toda velocidad, no tuvo que pasar mucho más, las llantas del auto patinaron y luego vino el impacto. Todo pasó rápidamente ante sus ojos y solo puede recordar imágenes borrosas, el ruido de la ambulancia y las molestas luces de colores de esta, pero lo más desesperante es la imagen de Hara sollozando y gritando su nombre mientras era retenida por dos hombres que la sujetaban en su desespero por ir hacia él. Hoseok trató de decirle que estaba bien, que ellos estarían bien y que la amaba, pero en vez de eso, solo salió un patético sonido de sus labios. Luego todo se convirtió en oscuridad una vez más.

Después de todo ese martirio le dolía que Hara le ignorara, aunque Hoseok piensa que lo merece por todo lo que salió sin piedad de sus labios aquel día. Realmente se odia así mismo por ello.

Otro día más Hoseok se detiene frente a la puerta del baño preocupado, escucha otra vez los incesantes sollozos de Hara y no duda en entrar. Lo que ve frente a sus ojos ya no le espanta realmente, hace días que la sorprende siempre de la misma manera. Sus ojos apagados mirando a la nada, con su mente volando por aquellos mundos lejanos creados por aquella imaginación sin límites, esos mundos que él siempre quiso descubrir. Abraza sus piernas, aún con la ropa puesta, el cuerpo empapado por el agua mientras lagrimas silenciosas caen de sus ojos. Se lamenta al encontrarla así cada día, pero no intenta hacer nada, porque teme que ella decida marcharse de su lado para siempre.

Cuando el cielo se torna oscuro, Hoseok ni siquiera puede cerrar los ojos de la preocupación. Escucha otra vez a Hara llorar en sollozos lamentables, lo cual le rompe el alma, él solo quiere verla feliz como aquellos días de primavera en que decidieron vivir juntos. Al principio a los padres de Hara no les agradaba la idea, de más está decir que su hermano mayor la odio, pero no fue impedimento. La casa que había comprado se encontraba en un lugar alejado, en medio de un hermoso campo, era grande y el lugar era tranquilo, además a Hara aquella tranquilidad parecía gustarle en demasía. Sus despertares juntos estaban llenos de besos, caricias, juegos y en las noches frías se acurrucaban el uno a otro para espantar el frio. Todo era perfecto, como un cuento de hadas. Ahora todo era silencio.

Lo único que nunca le había gustado a Hoseok era cuando Hara se sentaba en el sillón a leer sus libros y se perdía en su mundo por largas horas, Hoseok quería su atención y para llamarla se sentaba a su lado a mirarla fijamente para molestarla, pero Hara seguía sin mirarlo, entonces como última opción le arrebataba el libro de las manos y corría mientras se burlaba de ella y hasta le hacía creer que le arrebataría las paginas. Hara se molestaba y le amenazaba mientras corría tras él en busca de su libro. Al final Hoseok terminaba haciéndole cosquillas, ambos reían a carcajadas y no había nada mejor que esos momentos. Momentos que no se volverían a repetir nunca,

Hoseok está muriendo de pena cada día cuando recuerda.

Y odia con su cuerpo y alma ese silencio sepulcral.

Está siendo egoísta, lo sabe pero trata de no pensar en ello. Su pequeña niña está sufriendo por su culpa pero él no puede hacer nada más que retenerla a su lado, le promete ser mejor porque no podría vivir sin ella, a Hoseok le da igual que le ignore el resto de la eternidad, puede ser capaz de soportarlo mientras ella permanezca a su lado.

paradise ➹ j.hoseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora