CAPÍTULO 1

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Un ojo morado... ¡Estupendo!
Raven Stone se observaba en el espejo, estudiando con atención el incipiente magullón. ¡Ay! La luz titilaba sobre el lavabo, generando en su reflejo un parpadeo semejante al cierre de transmisión de un antiguo canal de noticias. El grifo chirriaba con protesta mientras ella humedecía el frío vendaje.
- Parece que tuvieras siete años - le dijo a su doble reflejado en el espejo.
Los años de rodillas raspadas y heridas menores propias de los recreos escolares habían quedado atrás. En este momento, Raven sentía mas humillación que dolor. Tomó un pequeño rizo de su ondulado cabello negro para colocarlo sobre su rostro, pero este regresó inmediatamente a su sitio, negándose a ocultar la sombra que rodeaba el ojo izquierdo. Se preguntaba si podría esconderse en su habitación hasta que la herida desapareciera por completo...
Imposible, ya que los estudiantes debían asistir a la cena de regreso y su ausencia se notaría. De todos modos no le daría a sus enemigos la satisfacción de haberse librado de ella tan fácilmente. La cobardía no formaba parte de su personalidad y su fuerte orgullo tampoco le cedería el paso.
Luego de quitarse la ropa de tenis, se envolvió en un albornoz de toalla y arrojó las prendas sucias dentro de la cesta junto a la puerta. Le resultaba muy difícil cumplir su promesa de mantenerse fuerte. Era más sencillo cuando contaba con el apoyo se su amiga. Pero, lamentablemente, la segunda cama de la habitación se encontraba vacía, sin rastros de maletas ni pertenencias desparramadas como esperaba. ¿Qué estaría retrasando a Gina? Ella era la única persona con la que quería hablar de lo que había ocurrido. Raven se desplomó sobre la litera. ¿Cómo era posible que su situación hubiera cambiado en tan solo horas? Antes del ojo morado, su vida había transcurrido con tranquilidad y los tiempos arduos parecían haber quedado atrás. Westron había sido un sitio extraño por momentos, a causa d énfasis que la directora Bain ponía en la salud y en la familia de los alumnos; sin embargo, con la compañía de Gina, Raven había logrado tomarse a broma todos aquellos disparates. Habría afirmado que nadie en la escuela le deseaba el mal. A pesar de haber ingresado gracias a que su abuelo formaba parte del personal, los otros estudiantes no parecían tomar partido en su contra. Sin embargo, ya sabía la verdad.
Aquella constatación completamente inesperada, como tornado que trasladó la casa de Dorothy hacia Oz, se había producido en el mismo instante en el que Raven había abierto la puerta del vestuario y todo se había precipitado por el camino de las baldosas amarillas en dirección a la Ciudad Estrafalaria.
-¡Oye! ¿Dónde está mi bolso Chloé? -la pregunta de Hedda aparentaba ser tan... común y corriente.
Las otras chicas allí presentes, que se preparaban para la competencia de tenis, habían inspeccionado rápidamente sus pertenencias. Raven no se había molestado en hacerlo , ya que su bolsa deportiva, una imitación de un obsequio de alguna compañía aérea, era demasiado pequeña como para albergar el voluminoso sobre cuero gris. Hedda había alardeado sobre él toda la mañana, cual pescador mostrando su preciada captura. La refinada y reluciente superficie había brillado como una trucha de mar bajo sus elegantes dedos: ¡No creerían cuánto me ha costado a pesar de tener tantos bolsillos! Aquel precio que Hedda consideraba bajo era mayor de lo que ganaba por mes el abuelo de Raven trabajando como conserje escolar. Algo tan absurdamente costoso tenía que ser una estafa.
-Oye, te estoy hablando a ti, Stone.
Raven sintió un agudo tirón en el codo. Como estaba arreglando su calzado, apoyada sobre un solo pie, perdió rápidamente el equilibrio. ¿Por qué ma llamaba por su apellido?
-¡Hedda, ten cuidado! Casi me haces caer.
Raven logró incorporarse con la ayuda de la malla metálica que dividía los vestuarios. La extremada delgadez de la chica y su abundante cabellera color vino tinto le traían a la mente la imagen de un Setter rojo con una nariz puntiaguda apuntando a las rebajas de los negocios. Una pequeña cicatriz en la barbilla le imprimía carácter a su expresión.
-¿Dónde lo ocultaste?- Preguntó Hedda, con las manos sobre sus caderas.
-¡¿Que?! -Raven estaba demasiado sorprendida como para comprender la acusación -. ¿Yo?
- Sí, tú. No soy estúpida, noté cómo lo mirabas... Tenía mi teléfono, mi maquillaje... Todas mis pertenencias se encontraban dentro de esa bolsa.
Raven intentó controlar su genio e ignorar la acusación carente de pruebas. Ya había tenido demasiadas situaciones como aquella antes de mudarse al Reino Unido, así que optó por la sensatez.
-Yo no he hecho nada, ¿dónde lo viste por última vez?
-En la mesa del comedor. No finjas no saber lo que ha ocurrido.
Las otras chicas permanecían en silencio presenciando la discusión. A pesar de que sabía que era inocente, un rubor de remordimiento inundó su rostro. De inmediato, rememoró la sensación de enfrentarse al director de su antigua escuela y se sintió inquietamente invadida por un déjà vu.
-Disculpa, ¿estás insinuando que yo lo he robado?
Hedda inclinó la cabeza y la miró por arriba de su larga nariz.
-No lo insinúo... Sé que me lo has quitado.
Raven dejó a un lado el pasado y se concentro en la acusadora. ¿Qué demonios le habría sucedido a Hedda? Se había ausentado la mayor parte del último trimestre y había regresado con lo que parecía un trasplante de personalidad: antes, era insegura y un poco irritante; ahora, una completa perra. Raven se obligó a sí misma a no echarse atrás. Ya había enfrentado varias acusaciones falsas, pero ahora no era una niña pequeña y traumatizada. ¿Qué era lo peor que podría hacerle? ¿Agitar una varita de maquillaje frente a ella?
-¿Piensas que yo lo he tomado? ¿Qué pruebas tienes? ¿El hecho de que le eché un vistazo? Mirar no significa robar.

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2016 ⏰

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