Dos semanas más tarde...
-Creo que para tu cumpleaños te voy a comprar un pañuelo para que me puedas vendar los ojos siempre que quieras.- Diana no podía verle, pero sabía que estaba sonriendo detrás de su nuca.
-Eso sería una muy buena idea. Mantén los ojos cerrados, tengo que encender las luces.
-¿Y qué más da que tenga los ojos cerrados o abiertos? Sí esta oscuro no voy a poder ver nada.
-Tú mantén los ojos cerrados.- Diana percibió como sus manos se alejaron de su rostro, y aunque era algo tentador abrirlos, mantuvo sus parpados muy apretados.- Ya puedes abrirlos.- La chica los abrió poco a poco para que sus ojos se pudieran ir adaptando a la ligera luz que desprendía una bombilla que colgaba de un hilo del techo. Lo único que pudo hacer es llevarse las manos a su boca.- ¿Te gusta?
-¿Todo esto es tuyo?
-Ahora también es tuyo.- Adam se acercó a Diana, pero no la tocó.- Me escojas a mí o no, lo mío siempre será tuyo.- La chica dejó de mirar al su alrededor para fijar sus ojos color miel en esos ojos dorados que tan perdida la tenían.
-¿Sobornándome Ortiga?
-En parte, pero... Quería compartir esto con alguien especial.- Diana observó como el chico miraba a su alrededor, y ella le siguió con su mirada.
Se encontraban en una pequeña sala repleta de estantes que estaban habitados por libros de todo tipos de portadas, tamaños, colores e incluso podía deducir que algunos libros eran más antiguos que ella. La chica comenzó a pasear por el pasillo principal y único que había. Avanzó siete pasos y ya se había recorrido la pequeña y acogeradora librería, pero todo se le hacía demasiado grande. ¿Cuántos libros había allí?
-He recolectado mil quinientos cuarenta y tres libros en estos dos últimos años. Todavía podría sacarle más espacio a esa esquina de allí para poder tener otros cincuenta.- La chica estaba en silencio, ensimismaba observando los libros que la rodeaban mientras escuchaba la explicación de Adam.- Aquí hay de todo. Hasta las diferentes derivativas de la biblia en diferentes idiomas hasta las novelas fantasiosas que a todos los adolescentes les vuelven locos.- Diana se agachó y pasó sus dedos por un libro finito y de color crema. Lo sacó y se quedó mirando la portada.- “La diferencia entre un valiente y un cobarde, es que un cobarde se lo piensa dos veces antes de saltar a la jaula con un león. El valiente simplemente no sabe lo que es un león. Sólo cree que lo sabe.” Bukowski es un genio.
Diana dejó el libro de nuevo dónde lo había cogido. Se levantó y percibió como Adam se encontraba a escasos centímetros de ella, pero no le miró y dio un paso más hacía su izquierda para coger otro libro.
-”Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber con todas sus fuerzas aquéllo que desea.” Siempre me ha gustado la forma de pensar de Paulo Coelho.- Adam se encogió de hombros mientras Diana volvía a dejar el libro junto sus compañeros.
-¿Te sabes una frase que cada libro?
-Casi de todos.- El muchacho de cabellos dorados mostró una sonrisa llena de arrogancia y diversión. Diana arqueó una ceja.
-Vale, dime una Hamlet.
-”Duda que son de fuego las estrellas, duda si al Sol el movimiento falta, duda lo cierto, admite lo dudoso; pero no dudes de mi amor las ansias.”
-Cita de Gustavo Adolfo Bequer.
-”Los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar, dime mujer, cuando el amor se olvida, ¿sabes tú a donde va?”
-Antonio Machado.
-”La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.”- Adam se había girado su cuerpo hacía el de Diana. La chica apartó los ojos del montón de libros y también se volteó hacía Adam, quedándose muy cerca de él.- ¿Alguna más?
-Romeo y Julieta.
-”Una copa tiene en las manos. Con veneno ha apresurado su muerte. ¡Cruel! No me dejó ni una gota para beber. Pero besaré tus labios que quizá contienen algún resabio de veneno.”- Diana percibió como la mano de Adam se alzaba y se acercaron a su rostro, hasta que su dedo indice rozó su labio inferior con dulzura.- “Él me matará y me salvará.”
La chica escuchaba el constante bamboneo de su corazón, que estaba segura que tarde o temprano saldría de su pecho sí no hacía algo por detenerlo. La mano de Adam se deslizó hacía su mejilla, después a un mechón pelirrojo que caía cerca de sus ojos y lo escondió detrás de su oreja. Cuando la chica había parpadeado por segunda vez, captó que su respiración se estaba mezclando con la de Adam, que sus manos impulsivamente se habían colocado sobre el pecho de ese chico y que las suyas estaban sosteniendo su rostro.
Diana cerró sus ojos, y espero. Incluso con la visión toda oscura, notó que él se estaba acercando cada vez más a ella, que sus labios estaban a punto de atravesar la linea invisible que les impedía estar juntos. Y justo cuando ella podía asegurar que necesitaba volver a sentir ese sabor a caramelo de crema que impregnaba Adam en todos sus poros de su piel, el reloj de pared marcó que eran las nueve de la noche y que era hora de volver al instituto.
-Hora de volver a casa.- Susurró el chico sin separarse de Diana. Ella abrió sus ojos, pero no se encontró con ese dorado que ella estaba esperando. Los tenía ligeramente cerrados.- Llamaré a Berto para avisarle que te llevo de nuevo al internado.- El chico se separó de ella, y comenzó a caminar hacía la puerta de su pequeña biblioteca secreta.
-Adam.- Diana le llamó, pero no se movió del sitio dónde Adam había hecho que quedase prácticamente congelada.- Adivina: Me divierte hacer imposibles.- El chico se quedo callado, mostrando un rostro sereno y pensativo.
-¿Alguien del Siglo de Oro?- La chica negó con su cabeza.
-Walt Disney.- Y eso fue lo suficiente para volver hacer sonreír a ese chico de cabellos dorados.
-¿Arriba o abajo?
-Deja que me recupere, Félix. Por favor.
-¿Ya estás cansada? No puedo creerme que yo este en mejor forma que tu.
-Tu siempre estás por un paso por delante de mí ¿O es que has olvidado eso?- Daniela se colocó de medio lado, apoyando su cabeza sobre su mano para mirar mejor a Félix. El chico estaba mirando al techo, sonriente.
-Cuando estoy contigo no recuerdo nada que no seas tu.- El chico solamente movió la cabeza hacía la dirección de Daniela, haciendo un mejor acceso a que sus ojos pudieran crear una dulce y divertida conexión.
-¿Intentas ser romántico?
-¿Funciona?- Daniela se encogió de brazos.- ¿Qué significa eso?- Félix se irguió de la cama y se colocó encima de Daniela, poniendo sus manos al lado de la cabeza de la chica.
-Pensé que tu lo sabías todo.- Las manos de la joven ascendieron por el pecho de Félix hasta llegar a su cuello y quedarse allí enredados.
-Yo también, pero eres demasiado complicada para entenderte todo el tiempo.
-Habló.- Ese comentario hizo sonreír de nuevo a Félix con más fuerza. El chico inclinó su cabeza y beso la nariz de la chica, haciendo que ella la arrugase mientras también mostraba una coqueta sonrisa.
-¿Nos damos una ducha?
-No pienso ducharme contigo.
-¿Por qué?- En el rostro de Félix se pudo ver un tono de sorpresa, pero también de diversión.- ¿Ya no te gusta que nos enjabonemos mutuamente?- Félix se acercó al cuello de Daniela y dejó un caminito de besos por él, subiendo hasta su mandíbula y después hasta la comisura de su boca.
-Sí, pero te recuerdo que la última vez que nos duchamos juntos un gracioso colocó un tiburón de juguete en la bañera e hizo que saliera corriendo hasta el pasillo desnuda gritando como una histérica.- Félix soltó una carcajada.
-Eso es porqué eres demasiado impulsiva.
-Sabes que odio esas criaturas.
-Fue una broma divertida.- Daniela le pegó una bofetada a Félix que solamente hizo que el chico parpadeara por la impresión de la reacción de su chica.- ¿Me has pegado?
-Ha sido una caricia.- Daniela se irguió para acercarse a los labios de Félix, los cuales cada vez se iban alejando más de Daniela.- Ey, no me rechaces.
-Creo que vas a ducharte tu solita por esta vez, Señorita Espinosa.
-¿Estás seguro?- Daniela empujó el cuerpo desnudo de Félix para que cayera encima de la cama y ella pudiera subirse sobre su duro y definido torso. Se inclinó y comenzó a besar el esternón del chico, provocándole un cosquilleo a causa de los mechones rubios que le caían por el lado.- No te hagas derogar conmigo, Félix. Sabes que la única persona que puede hacerlo de los dos soy yo.- Y está vez Daniela subió sus labios hasta llegar a los de Félix y dejar un tentador y sensual beso sobre ellos.
-Cierto.- Félix acarició uno de los mechones de Daniela.- No puedo resistirme a ti.- Félix se inclinó hacía arriba y le devolvió el beso a Daniela, la cuál lo apretó más a su cuerpo repleto de sudor y de placer a causa de las emociones que le causaban este chico.- Hoy me toca a mi preparar el baño. Vete preparando, nena.- Y con una enorme suavidad Félix se deslizó por debajo del cuerpo de Daniela, se colocó sus boxers y subió las escaleras de su habitación ante los ojos brillantes de la chica.
La chica se llevó una de sus manos a sus labios, allí dónde Félix la había besado y había gritado su nombre en pleno orgasmo con ella hace unos minutos. Sonrió como una estúpida enamorada y sacudió su cabeza para dispersar sus ideas ñoñas ¿Desde cuando Daniela se comportaba de esa forma? Nunca antes ella se había quedado descansando en la cama después de haberse acostado con un chico. Pero Félix no era un chico cualquiera. Era su chico, y eso le gustaba. Le gustaba como sonaba en su mente y las pocas veces que las había nombrado en voz alta. Y aunque fueran pocas, eran únicas. Ellos dos no lo veían una necesidad gritarse constantemente que se querían.
Porqué ellos ya lo sabían.
Se levantó de la cama y se colocó su ropa interior en segundos. Cuando Daniela comenzó a estirar las sábanas para hacer la cama de Félix, captó una especie de pelusa marrón sobre la almohada. Daniela la cogió con sus manos y al momento de que sus dedos rozasen esos filamentos que tantas veces había tocado en muchas ocasiones con el permiso de Félix, las dejó caer de sus manos, paralizada.
-No...
Daniela no tuvo que volverlo a tocar de nuevo, sabía lo que era. Sabía que eso no era pelusa, no era suciedad, ni porquería acumulada. Eran sus rizos. Los rizos de Félix.
-¡Daniela! ¿Subes?- La chica alzó su cabeza dónde había escuchado la voz de su chico. Sus oídos captaron pasos, pasos que comenzaban a bajar los escalones uno a uno sin prisa. La chica, sin saber que hacer, optó por sentarse encima de la almohada y limpiar una de las lágrimas que habían caído por su mejilla.- ¿Qué haces ahí sentada?
-Estaba haciendo la cama.
-¿Y ya puedes hacerla bien sentada encima de la... cama?- La sonrisa burlona de ese chico no fue lo suficiente para hacer sonreír a la chica, cosa que alertó a Félix.- ¿Qué ocurre?- El muchacho posó su mano bajo la barbilla de la chica y obligó a alzarla para que sus ojos se cruzasen, al momento el entrecejo de Félix se frunció.- ¿Por qué lloras?
-No estoy llorando, tonto.- Daniela hizo el esfuerzo de sonreír. Cogió la mano de Félix y le beso la palma con ternura.- ¿Por qué voy a estar llorando después de haber hecho el amor contigo?
-¿Te he hecho daño?- El chico se puso de rodillas al suelo y apoyó sus codos en las rodillas de Daniela. La chica sacudió su cabeza con una sonrisa.
-Nunca.- La chica se inclinó y beso la mejilla de su chico mientras le acariciaba con una de sus manos la otra.- Nunca me has hecho daño, Félix.- Daniela no estaba pensando justamente el sexo tan pasional que tenía con él prácticamente con él todos los días, sino en toda la historia que había compartido con él.
-¿Vas a explicarme que es lo que te preocupa?- Los ojos color chocolate de Félix penetraron los azulados de Daniela, los cuales comenzaban a inundarse de más lágrimas. La chica se quedo callada. Quería tocarle sus rizos. Sabía que al principio eso a Félix le molestaba, pero ahora parecía calmarle siempre en los peores momentos. Pero se contuvo.- Te lo sonsacaré arriba en la bañera mientras te doy uno de mis masajes. Vamos.- Félix se levantó y le tendió una mano a Daniela. La chica se mostró vacilante.
-Ves tirando, ahora subo.- Esa respuesta hizo arquear una de las cejas de Félix, haciendo que toda la felicidad que radiaba hace unos segundos, se esfumase. El chico suspiro pesadamente y pasó una de sus manos por sus rizos, estresado.
-Como quieras.
Y justo en el momento en que Félix bajó su mano, Daniela pudo percibir cómo un par de mechones caían hacía el suelo y otros quedaban enredados en sus manos. El chico parpadeo al percibir ese cosquilleo en su mano y bajó su mirada hacía ella. Daniela hubiera deseado cubrirle la mano, cubrirle un miedo, un dolor que ambos sabían que tarde o temprano llegaría a ellos.
-Félix...
-Levántate, Dani.- La chica volvió a mostrarse vacilante. Sin saber que hacer, ni que decir. Toda esa seguridad que siempre demostraba la chica, ante un Félix vulnerable y sin saber como socorrerle, desaparecía.- Daniela, apártate.- Pero ella no respondió, se quedó congelada dónde estaba. Y eso fue lo necesario para que Félix se acercase de nuevo de ella y con sus fuertes manos llenas de su pelo la apartará de allí.
El chico dejó de respirar al ver más rizos esparcidos de cabeza sobre la almohada dónde había estado descansando su cabeza. Daniela estuvo esperando a que Félix reaccionara, hiciera cualquier pequeño movimiento. Pero no hizo nada durante minutos, hasta que se dio la media vuelta. Sus ojos estaban brillantes.
-¿Desde cuando sabes que el pelo se me estaba cayendo?
-Félix...
-Contesta, Daniela.- La chica notaba que la dureza de su voz iba intensificando por segundos.
-Ahora mismo.
-¿Y pensabas ocultármelo?
-Sé que piensas que tu vida va a cambiar cuando todo comience.- Susurro la chica mientras retenía con todas sus fuerzas sus lágrimas encerradas en sus ojos.- Y sé que esto podría ser lo que tu denominarías a un comienzo de algo nuevo. Pero esto no cambia nada, Félix.
-¿Y qué ganarías con ocultármelo?
-No lo sé...- Susurro la chica.- Estabas tan... feliz, que tenía miedo que tuvieras una mala reacción ante esto.
-Es mi pelo, Daniela. Claro que tengo una mala reacción ante esto.- Félix apartó sus ojos rojizos de los de Daniela, los cuáles estaban igual o peor, y se agachó para recoger sus mechones. Después se acercó a la cama y recogió esos también, acumulándolos todos en su palma para después sentarse en el suelo, apoyando su espalda en los pies de la cama.- Ve arriba, Daniela. Enseguida subo.
-No...
-Por favor, quiero estar solo.- La voz de Félix a penas se escuchaba y eso hizo que el corazón de Daniela diera un enorme vuelco.
-Solo es pelo, Félix. Volverá a crecer.
-¿A caso tu te vas a quedar calvo?- Fue algo impresionante como la voz de Félix había podido aumentar tanto en solo dos segundos. Fue tan grande el gritó que asustó a Daniela, haciendo que la chica desease esconderse entre las sábanas.- No tienes ni jodida idea de lo que es sentir como no solo tu por dentro dejas de funcionar bien. No puedo estar más de cinco horas alejado de un cuarto de baño porqué me lo pasó entero con diarreas o vomitando. Notó como no tengo la misma energía que tenía antes para levantarme por las mañana, o para ponerme a estudiar o llevarte a ti y a Valeria a algún lugar para pasar el día juntos. No solo siento como mi cuerpo deja de reaccionar cuando más lo necesito, y como poco a poco se va muriendo. Encima ahora podrán verlo todos y se compadecerán de ese chico calvo y pálido que intenta seguir con una vida normal cuando está claro que él no pertenece a este tipo de vida.
-¿Y tener pelo te hace sentir que sí que puedas tener una vida corriente?
-¿A caso hay alguien más a tu alrededor que este calvo y que no dejen de mirarlo y juzgarlo las demás personas?
-No...
-Pues entonces, entiéndeme y respétame cuando te pido que me dejes cinco minutos para intentar analizar que ser una persona normal ha terminado. Todo enfermo tiene derecho a eso, y tu no me lo estás dando.- Daniela sabía que esas palabras no eran ciertas, él no las sentían verdaderamente. Pero fueron como una bofetada para ella, una bofetada necesaria para reaccionar y hacer lo que toda chica por amor hubiera hecho en esos momentos.
-Bien, pues sí no tener pelo para ti significa que ya no puedes ser un estudiante normal de segundo de bachillerato en este centro en vez de un chico que está luchando contra un cáncer, vamos a ponerle remedio muy rápidamente.
Daniela se dio la media vuelta y comenzó a subir escaleras arriba de dos en dos escalones. Una vez en la segunda planta, se dirigió al cuarto de baño y se encerró en él. Abrió uno de los armarios dónde sabía que estaban las cosas de higiene de Félix y buscó la moto de pelo. En pocos segundos, Daniela la encontró y se puso delante del espejo. Encendió la máquina y cogió uno de sus mechones para pasarse la moto por ella.
-¿Daniela?
La muchacha escuchó de fondo como Félix la llamaba desde abajo, pero de una forma muy débil, ya que en esos momento se estaba rapando el pelo que caía cerca de su oreja izquierda. La chica, en silencio siguió mirando su reflejo en el espejo. Estaba sonriendo. Para cualquier chica, hacerse eso supondría el fin del mundo, pero para ella era una esperanza que le estaba dando a su chico, y a ella misma también.
-¿Daniela que es ese ruido?- La chica lo ignoró y siguió por la zona derecha de su cabeza.- ¿Daniela que estás haciendo? ¡Ábreme!
-¡No!- Daniela comenzó acelerar el ritmo de su mano, deslizando por todas partes dónde pudiera haber algún rastro de su pelo dorado.
Inclinó su torso hacía delante y pasó su máquina desde su nuca hasta la zona superior de su cabeza mientras observaba como miles de filamentos de su pelo caían delante de sus ojos y aterrizaban bajo sus pies descalzos. Cinco minutos más tarde, ella se levantó y lo único que divisó fue una chica con ojos repletos de lágrimas de felicidad y una nueva Daniela lista para superar al mundo.