Prefacio.

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Una brisa refrescante agitaba suavemente el paisaje. Sentí mis poros dilatarse y respirar aquél aire renovado. Me encontraba de pie, inerte, cual majestuoso árbol peregrinando el paisaje... consumido por las ganas de precipitarme a correr y revolcarme en el inmenso campo de verde vivo.

No fue necesario levantar mucho la cabeza –ya que todo se hallaba a la vista– para poder apreciar a lo alto un manto azul sublime embellecido a lo lejos, donde el horizonte se agotaba, con la imagen más conmovedora que puede uno ver. La gran esfera de luz de la cual mi abuela me había hablado tantas veces, se fundía en lo profundo del cielo en una gama infinita de colores rojizos.

Era tan extraño. El viento fresco y el abrigo del sol al mismo tiempo, que delicia. Que placer incomparable.

Pude oír por primera vez el canto silbado de cientos de criaturas. Nunca antes un sonido estridente llegó a relajar tanto mi cuerpo y mi mente. Desee cerrar los ojos y permanecer así por siempre.

La magia me había envuelto en una fantasía irresistible.

Sacó su dedo de mi frente y en un parpadeo, las perversas tinieblas y el gélido frio reaparecieron cubriendo y destruyendo todo lo que antes había podido vislumbrar.

Frente a mí estaba él, observándome con inalterable profundidad.

Luego de haber tocado el paraíso, había vuelto a la cruda y siniestra realidad.

Oscuridad Continua (En profundo progreso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora