Capítulo 3

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¿Desde cuando me hice adicta al sexo?

Bueno no adicta, quizá es algo normal que cuando amas a alguien no quieras pasar tiempo con nadie más y hacerse cariñitos el uno al otro... Pero luego las cosas se encienden demasiado rápido y ¡zas! desnudos.

Tenía una pena mundial al toparme con alguno de los empleados de Juan, sabían lo que habíamos estado haciendo en el camerino y si algún abusado por ahí había pasado apuesto que escucharon nuestros bochornosos ruidos.

TIERRA TRAGAME ¿Quieres?

Nadie mencionó nada pero ni falta hacia, con las miradas mal intencionadas que me brindaban fue suficiente. Apuesto a que incluso había llegado el chisme a los empleados de intendencia del lugar.

Cuando salimos para el hotel fue un alivio ya que solo íbamos los tres, Juan, mi hijo y yo.

—Ahora si por favor adorada dama se me pone pilas para planear mi boda ¿bueno? no quiero casarme hasta que mi hijo vaya a la universidad. —Suelta.

—Que exagerado —Murmuro para no despertar a Josesito.

—Ups, ya me lo pegaste.

Levanta los hombros como si se tratara de nada.

—Te voy a pegar es un madrazo —Lo amenazo.

—¿Un madrazo? Aún no entiendo todos tus regionalismos mexicanos.

Niega y pone los ojos en blanco, ¡Ja! como si fueran tan difíciles, complicados esos que él usa, ahí para entender es un rollo. Que si quiero comprar algo, es una vaina. Que si el pañal del niño, esa vaina. Que si estoy enojada, que que vaina tengo. 

En México son las hiervas donde crecen las legumbres... Yo tendría que quejarme, no él.

Río —Un golpe, significa un golpe.

—¿En serio? Que palabra fuerte para describir un golpecito.

—Es que no es un golpecito, es uno grande.

—Bueno igual ni lo pienses, entrarás al gym conmigo ahora que vayamos a Colombia para que te enseñen a drenar tu rabia.

—Yo no tengo rabia ¡hey! ni que fuera perro —Me quejo.

—Rabia es enojo en mis regionalismos, acuerdate —Me pellizca cuando paramos en un semáforo.

¡Lo dicho! Que significados raros.

—Eso deberíamos hacer en nuestros momentos libres —Propongo.

—¿Agarrarte a pellizcos? —Levanta las cejas extrañado y pone el auto en marcha nuevamente.

—No, platicar y explicarnos nuestras maneras de hablar. Aprender más el uno del otro, de donde viene y tal... Culturizarnos.

—Me niego, tenemos maneras más entretenidas de pasar nuestro tiempo —Voltea y me guiña un ojo cuando entramos al parking del hotel.

—Todos han de pensar que somos unos enfermos sexuales —Niego— No quiero ni imaginarme ahora que el niño crezca.

—¿Y? —Se encoge de hombros mientras se estaciona.

—No quiero que piensen que viajo contigo para distraerte.

—¿Como así? Yo soy el jefe de ellos y lo que haga o no es asunto mío. Igual les conviene, no me tienen mal encarado al rededor.

—Pero...

—Nada de peros ¿Que quieres? ¿No quieres acompañarme más? Desde que mi hijo y tú vienen conmigo el tiempo se me pasa más rápido y no me pesa el cansancio como antes. Dormir en los hoteles contigo es siempre como vacacionar en vez de rompermela trabajando. Tus brazos son la mejor almohada en la que podría descansar. —Termina la frase en un tono de añoranza que me hace entristecer.

Pretty Boy & Pretty GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora